viernes, 24 de diciembre de 2010

¡Felices fiestas!

En estas fiestas y en la vida cotidiana, no olvidemos compartir con aquellos seres que necesitan cariño, alimento y un hogar.  Son los mejores regalos que podemos dar y recibir.
Los Cuachuchitos, Musa y la autora de este blog les deseamos felices celebraciones al lado de todos sus seres amados.

¡Felices fiestas!


viernes, 17 de diciembre de 2010

Quinto cumpleaños

Cinco años cumplieron ayer mis Cuachuchitos, así les digo a los cuatro Cocker Spaniels hermanos.   Golosinas y abrazos extras recibieron mis peludos.

De las fotografías que se les tomaron, intentado que salieran juntos, ninguna salió bien.   Para ellos fue un juego, saltando enfrente de quien tenía la cámara, huyendo de quien los llamaba a sentarse por un segundo; corriendo de sillón en sillón, con las orejas corridas hacia atrás, como se ven los perros escapando de las carnicerías al robar un hueso.   Fueron más rápidos que el autoenfoque de la cámara y que la seudofotográfo, que reía a más no poder.

Las imágenes sólo tienen sentido para mi esposo y para mí.  Las veremos algún día, dentro de algunos años y no necesitaremos explicaciones del porqué la foto salió cortada, borrosa, o con ojos ya no rojos sino blancos.  Pensaremos en Musa, la Cocker de catorce años, que no salió en ninguna fotografía porque prefirió (con justa razón) seguir durmiendo en su cálido rincón en lugar de participar en la algarabía de los jóvenes cumpleañeros. 

Los Cuachuchitos hoy están cansados, acurrucados entre sí, tal vez esperando otro momento igual que ayer, porque para ellos las fechas no tienen relevancia, sólo las caricias y el tiempo que se les dedica.   Y por qué no, mejor dejo esto por hoy y me retiro para disfrutar de mis chiquitos.


viernes, 10 de diciembre de 2010

Perros y coheterías

Como escribí la semana anterior: “Estamos en época navideña.”   Por lo mismo vamos a tener que aguantarnos la cohetería de quienes tienen por costumbre celebrar de esa manera.

Publicidad proveniente de los amantes de los animales comienza a circular, en donde solicitan que en las fiestas no se use pirotecnia. Explican que los perros son cuatro veces más sensibles a los sonidos que los humanos, que se angustian, que se desorientan.
Y por si el lector no se interesó por los canes, una frase con la imagen de un niño vendado dice: “Si no lo haces por ellos (los perros) hazlo por los tuyos.” ¡Tienen toda la razón! 

Ahora nos toca a los demás, y como quien toca la misma canción, repito: Eduquemos.
Informemos a todas las personas que conozcamos, sobre la consecuencia de la cohetería en los perros: Se estresan.  Y el estrés desencadena un comportamiento anormal: agresividad, escapan de casa, destruyen objetos. Esto es con los canes que tienen un hogar, imaginen los miles (porque sí son miles) de perros callejeros que sufren más de lo que ya acostumbran, debido a estos ruidos. 

Y mientras convencemos al mundo de celebrar sin el escándalo, escribo unos consejos para las celebraciones:
  • No todos los perros reaccionan igual, pero sin importar como lo hagan, la mayor recomendación que puedo brindar es: Nunca exponga a un animal cerca de cohetes.  Ni siquiera apagados, una chispa puede caer cerca, o podrían ser masticados por el animal.
  • Observe a su mascota y tome en cuenta su comportamiento en estos días si piensa dejarlo solo.   Si no va a estar usted en casa a las horas de la cohetería, provéale un lugar seguro, ventilado, pero asegurándose de que no haya posibilidad que le caiga un petardo. Si piensa salir por varios días y no hay quien lo cuide, cotice hoteles para mascotas, alguno se ajustará a sus necesidades y economía.
  • No automedique a su mascota, para tranquilizarlo.  El Veterinario Homeópata Jorge S. Muñoz dice: La gente recurre a los tranquilizantes o sedantes, y los medica por su cuenta. Deben saber que estos sedantes, son muy potentes, bajan la presión sanguínea y pueden ser peligrosos. Deben ser manejados e indicados por profesionales,  y que les den la dosis correcta a cada individuo.


Buscando la información más apropiada sobre perros y reacciones ante la pirotecnia, encontré la página Web: Homeovet, en la que hay un artículo escrito por el Veterinario Homeópata Jorge S. Muñoz, acerca del tema.
La explicación que escribe de la conducta canina ante los ruidos de las celebraciones, me pareció adecuada para que las personas aprendamos a conocer más a nuestra mascota y la influencia que tenemos sobre ella.  Según el comportamiento del perro, los ha catalogado en cinco grupos, cada una con ejemplos.  
Y ahora usted se preguntará: ¿En qué grupo se encuentra mi perro?  Para que no se quede con la duda, dejo el enlace a continuación:   Temor a los cohetes en los perros

viernes, 3 de diciembre de 2010

Celebraciones extravagantes

Estamos en la época navideña.  Coloridos adornos, música, tamales. ¡Ah! Delicioso.  Y con todo esto la molesta cohetería.
Cuando comentamos con amigos, la mayoría de los perros tienen terror a los estruendos que causamos en nuestras celebraciones.  Unos en mayor grado y otros no tanto.

Consentida temblaba y buscaba de una persona de confianza para estar a la par de ella, casi siempre era yo.  En casa no comprábamos y como a mi no me llaman la atención los cohetes (porque no encuentro la diversión en un sonido que me revienta los oídos), Cony y yo nos manteníamos alejadas del escándalo.  Skippy, ladraba queriendo saber la causa de tal alboroto, así que se asomaba por la ventana a mirar.
Las luces artificiales se pusieron de moda y con la cohetería se sumaron centelleantes colores.   Skippy comenzó a prestar atención a las luces y los ladridos ya no fueron tan nerviosos.  Como ella era tan especial, pensé que era porque quería demostrar valentía ante un miedo natural.  Pero resultó luego que Greka (hija de Skippy), no se preocupó mucho por el sonido y tenía también la tendencia a admirar la iluminación.   No tenían problemas auditivos, sólo que no se estresaban tanto.

Ahora, en casa convivimos con cinco Cocker Spaniels.   Musa, la mayor de catorce años, casi no oye, entonces no hay mucha respuesta por parte de ella en estos días.
Pero la celebración de media noche ha cambiado un poco gracias a los otros cuatro, bisnietos de Cony.  Sólo los que han participado en nuestras veladas Navideñas y de Año Nuevo lo creen a fuerza de verlo.
Al escuchar el bullicio, los hermanos Cocker, corren de ventana a ventana buscando las luces y atrás vamos los humanos mientras nos damos los abrazos.  Ellos saltan entre las personas, celebran el momento.  Corren de nuevo si dejan de ver los brillos entre la noche, para buscarlos en otro lado.   Son como niños emocionados que se sienten apoyados por sus padres y en ese momento no puedo ser más feliz, por ver cuanto se divierten, por compartir con mis peludos y por tener una familia que acepta a mis extravagantes caninos.

sábado, 27 de noviembre de 2010

De personalidad salvaje

Skippy nació en una casa grande, aunque con poco jardín tenía suficiente espacio para corretear.  Sin embargo a los tres meses de su nacimiento nos mudamos de nuevo hacia una casa en donde viví en un apartamento independiente.  Era pequeño y con apenas un patio para que hicieran sus necesidades.
Yo comenzaba la universidad así que el tiempo que tenía para compartir con las Cocker, era poco.  Salía a caminar con ellas, si mucho dos veces por semana.  Cony, tranquila de por sí, se entretenía criando a su hija, pero la cachorra solicitaba más atención de la que le podíamos brindar. 

Sé que les tenía juguetes, pero tal vez no los suficientes y apropiados para descargar la energía de una joven perra.   Entonces comenzó a encontrar su desahogo.  Un día, al regresar de estudiar, encontré a la perra cansada y dos de los sillones muy bien masticados en las esquinas. ¿Qué si me enojé? ¡Sí! Estaba encolerizada, y por lo mismo ni intenté nalguearla.  No la dejé dormir en mi cama toda la semana.   No me imaginé que sus travesuras apenas comenzaban.

Libros, documentos legales, zapatos, edredones, plantas, jabones, y más, pasaron por los dientes de Skippy.   Si no se envenenó fue porque no había con qué.  No tenía idea de cómo reprenderla para que se comportara como Cony.   La madre Cocker ni en sus peores momentos de travesura había sido así.   Para colmo mi mamá me reclamó que cuando yo a veces salía por la noche, la perrita, se ponía a aullar y que no dejaba dormir. 

Entre la desesperación para corregirla, fui aprendiendo a convivir con semejante ser salvaje.  Me volví más ordenada, todas las prendas y zapatos resultaron bien guardados en el ropero.  Noté que cuando le entraban sus berrinches agarraba lo que veía.  No lo buscaba, era lo que encontraba a su altura visual para rematar su mal humor.   Así que objetos importantes y adornos fueron colocados medio metro, arriba de su cabeza.
Las plantas fueron regadas con pimienta por un par de semanas, suficiente para que no siguiera intentado acercarse a ellas. 
Claro, esto fue aprendido a prueba y error; manteniendo la idea de no causarle daño.  Mientras tanto ella crecía pero no maduraba a la misma velocidad.  Y acepto que por perros como Skippy es que la raza Cocker Spaniel tienen fama de locos.

La prueba que quedaba superar, era la del aullido.   Un día mi novio me sugirió que al salir dejáramos la vídeo cámara escondida para ver el comportamiento de las perras.   Así se hizo.  
Al regresar vimos la grabación:   Consentida se acostó en una almohada y durmió.  Skippy en cambió, estuvo frente a la puerta cinco minutos, cuando se aseguró de mi ausencia, comenzó a aullar, a saltar entre los sillones y la cama, hizo una cueva con el edredón y desde allí siguió aullando por más de una hora.
Comencé una rutina de fingir salidas (salía donde me veía y olía, luego entraba por otra puerta a esperar su reacción) para quitarle la certeza de mi alejamiento.  Al empezar los aullidos la sorprendía para callarla.   No fue la solución final, pero funcionó.
Las grabaciones posteriores demostraron que se mantenía siempre atenta a mi regreso, pero el 80% del tiempo en silencio. 

Hoy en día, a la falta de experiencia como esa vez, haría las cosas diferentes. Buscaría consejos e información en el Internet sobre el comportamiento canino (hay bastante y hasta programas de televisión sobre el mismo tema).
No tendría la opción de cambiarme de casa, así que primero que nada, me esforzaría a sacarlas a caminar al menos (sí, como mínimo) un día si y un día no.
Como ahora hay variedad de juguetes para perros en las tiendas de Guatemala, le  daría más opciones a Skippy.   Siempre tendría que ser ordenada para evitar tentaciones.

Con estos dos cambios, la perra estaría en parte satisfecha y cansada; a partir de allí, observaría hasta que punto su carácter dominante necesita entrenamiento (ya existen varias escuelas de adiestramiento en donde uno participa con el perro).

Pero no puedo cambiar el pasado, lo que sí puedo hacer es compartir mi experiencia.  Por eso si ha decidido compartir su vida con un perro:
  • Asegúrese de tener el espacio adecuado para el can.  
  • Ejercítelo.  
  • Proporciónele entretenimiento. Muchos juguetes aparte de distraer al perro sirven para limpieza de dientes.   Adquiera el adecuado para el tamaño de su nuevo amigo.  Evite los que son de plástico suave, se rompen fácil y los pedazos podrían ser tragados.
Si le tocó un perro con el carácter de Skippy, no desespere. Instrúyase de cómo cambiar esos malos hábitos y trabaje con él esa fuerte personalidad.  No se rinda, no se arrepentirá. 

viernes, 19 de noviembre de 2010

La prueba Cony

Mis amigos tenían un dicho: "Para ganarse el corazón de ella, primero se deberá ganar el de Consentida."
En cierto modo así era.   Porque quien llegaba a casa se enfrentaba a la prueba Cony.   Eso significaba: compartir el sillón, agradarla, y si era posible, que jugaran con ella.   Nada del otro mundo. 
La parte relevante era la interpretación del lenguaje corporal de Consentida, que yo realizaba en mi mente. 

La perra era sociable, respondía con gracia a caricias y juegos a todos, pero tenía sus preferencias con ciertos humanos.  Más de algo aprendí a fuerza de observarla con los años.
Sus expresiones cobraron significado para mí, para saber con quién trataba y hasta mi propio comportamiento.
¿Por qué era efusiva con unos y no con otros?  Sería el olor o la mirada.  Sea como haya sido, ella supo con anticipación quienes eran amigos reales y quienes no tanto.
Con mi amiga Khilde (quien decía no gustarle los perros) Cony nunca se rindió, no era desconfiada y buscaba sus caricias, el tiempo demostró que tenía razón.   En cambio con una examiga que era muy cariñosa con la Cocker, Consentida no era tan afectuosa y resultó que esta persona no era de fiar.
Bien dice la frase: “Si a tu perro no le gusta una persona, probablemente a ti tampoco debería gustarte.” Autor: Anónimo.

Convivir con una mascota, en mi caso perros, no se limita a alimentar, dar refugio y cariño.  Es una oportunidad para aprender de otra especie, entender mejor a la nuestra y conocerse uno. 

sábado, 13 de noviembre de 2010

Sean protectores

Hace unos meses, en televisión por cable pasaron anuncios de una campaña por los derechos de los animales: Be A Guardian, Not An Owner.  Traducido: Se un protector, no un propietario.
Buscando en el Internet sobre el tema encontré que la propuesta es simple. Están promoviendo el uso de la palabra Guardian (Protector) en lugar de Owner (Propietario) al referirse a los animales de compañía.
Traduciendo lo que leo: El término protector no cambia el estatus legal, pero describe con precisión las responsabilidades de bienestar, trato, cuidado y calidad de vida que tenemos que brindar a nuestros amigos animales.

No entraré en detalles de las ciudades y los cambios que realizan en las ordenanzas relacionadas a los animales, porque no es en Guatemala y nuestras leyes... bueno para que continuar.   Pero podemos tomar la parte de aprender y enseñar como lo hacen en la propuesta, desde el inicio: Los niños.

Las personas adultas somos el ejemplo para los infantes. Nuestras actitudes son imitadas por ellos.   Padres, Maestros y demás personas (queramos o no) somos educadores, por eso debemos ser responsables en la manera que hablamos y actuamos.  
Imagínense: ¡Un futuro con mejores personas y sin sufrimiento animal!
¿Acaso no es lo que todos deseamos?

Traduje el juramento del protector por si les interesa:
  • Llamarme y llamar a otros “protector” en lugar de “propietario”.
  • Hacer un compromiso de por vida con mis animales de compañía.
  • Sólo adoptar animales – nunca comprar o venderlos
  • Esterilizar a mis animales de compañía, por su salud y para prevenir la sobrepoblación.
  • Proveer alimento nutritivo, agua fresca y ejercicio a mis animales de compañía.
  • Interesarme por las necesidades emocionales de mis animales de compañía.
  • Referirme a mis animales de compañía como “él” o “ella”, no cosificarlos.

Si desean saber más sobre el tema (está en inglés. Si lo encuentran en español avísenme)
http://guardiancampaign.org/campaign.html

viernes, 5 de noviembre de 2010

Skippy

Skippy, nació el 16 de febrero de 1,992.  Hija de Consentida y un rojizo Cocker Spaniel llamado Caramelo.  Los nombres reflejaban el carácter tranquilo y cariñoso de cada uno, y pensé que los cuatro cachorros, si no eran más dulces, al menos serían igual; error de soñadora. 
En mi circulo de amistades, Consentida era famosa por su temperamento jovial e inteligencia, así que pude escoger entre varias solicitudes, los hogares para los otros cuatro.  Aunque luego tuve que lidiar con los reclamos de quienes no tuvieron la oportunidad, quedé tranquila haciendo lo mejor para mis nietos caninos.

Mientras llegaba el tiempo apropiado para darlos en sus nuevos hogares, yo tenía la ventaja: Escoger a la Cocker que se quedaría en casa (con seguridad sería hembra).   Ninguno salió bicolor como deseaba y esperaba, entre el cruce de una color champagne y un rojizo.  Así que me enfoqué en observar, mientras crecían, la inteligencia.  Ver crecer cachorros es una experiencia inolvidable ¡y yo estaba en primera fila!

Skippy se destacó por mucho entre sus hermanos.  Aparte de que era la única hembra rojiza, era la más avispada; hoy en día la calificaría de tremenda.  Fue la primera en todo: Ladrar, caminar, escaparse del nido, perseguir una pelota, mordisquear la caja en donde dormían, tomar agua. 
La nombré Skippy, sin pensarlo, ella era saltarina, traviesa y desde cachorra, audaz.  No temía a nada y creo que bastaba para que uno le dijera ‹‹¡No!››  para que le fuera más atractivo hacer lo que se le negaba. 
Y sin olvidar la felicidad que a Consentida y a mí nos brindó, tengo que escribir: que a pesar de mi juventud entonces, por Skippy me salió mi primera cana. 

sábado, 30 de octubre de 2010

Los perros de la dulcería

Quienes transitan hacia Boca del Monte, conocen la dulcería. Sí, la que queda sobre la Avenida Hincapié, tres cuadras abajo de la entrada a Santa Fe.  En el terreno, justo ahí, hace un par de años, con mi esposo, vimos a una perra.  Tratamos de agarrarla pero se escapó hacia el barranco.
Ahora son varios perros los que salen de ese lugar.  Son perros callejeros, desconfiados de las personas, aunque aceptan alimento de lejos.   Algunos, buscan sobras de las carretas enfrente del Ifes y los domingos en la plaza Berlín.  Entre ellos, Hay un macho, mejor alimentado que las hembras, he notado que es posesivo de la comida, razón segura, por la que las otras están flacas.  Prosigo.

Una de las hembras, estaba embarazada hace algunos meses.  Después, calculando el tiempo, no vi a los cachorros y con dolor asumí que no sobrevivieron, aunque, con la vida que les tocaba, fue lo mejor que la naturaleza les pudo brindar.   Un par de semanas atrás, vi de nuevo a la perra con cuerpo de estar criando. ‹‹Otra vez ¡¿Tan pronto?!›› Pensé, sin recordar lo rápido que pasa el tiempo.  
Mi esposo me contó el miércoles que vio a un cachorro, ahí mismo, asomándose entre el monte.  Me preocupé.
Hoy lo vi yo.  Es hembra, no más de dos meses, con su pancita redonda de parásitos.   Seguía a otra perra joven, que, por lo que imagino es la hermana (a esta, se le nota que no ha entrado en celo).  Lo más probable, sobreviviente de la camada anterior.   Me detuve, y fui por una, la que fuera.   Regresé sin ninguna.
La cachorra, color negro con café, igual que la madre y arisca por completo, salió corriendo hacia el monte, no me dio la oportunidad de acercarme ni cinco metros.   La joven, color amarillo, me movió la cola.  Me acerqué un poco más, pero se escapó hacia la calle.   No continúe.  ‹‹Una camioneta o un carro en esta curva, es demasiado arriesgado›› pensé. 
Por la misma razón, no he podido rescatar a alguno de ellos antes y creo que seguirá así.  Si al menos pudiera inyectar a las hembras con anticonceptivos caninos.  Sé que no es la mejor solución, pero de todos los males, el menor.  
Por espacio, no tengo idea que hubiera hecho si agarro a alguna, al momento ni siquiera cuento con el lugar provisional que a veces uso, pero eso lo recordé hasta que ya venía lamentándome de no poderlas ayudar.

Y entonces: ¿Quién se anima? A tener una cachorra para domarla con amor o a rescatar una joven perra de la que podrán decir: ‹‹Es muy perspicaz, además, se le nota que por ahí tiene sangre de Labrador.›› 

viernes, 22 de octubre de 2010

El chucherío

Consentida regresó a mi lado, cuando más la necesité.   La muerte inesperada de mi abuelita, no dejó opción. 
Estaba tan distraída con la tristeza, que ni siquiera me dio tiempo pensar en los posibles altercados con los perros que vivían en la granja.  Quince canes, la mayoría eran perros grandes (seudo Gran Danés, seudo labrador y seudo Pastor Alemán y una Shelty que no sé cómo fue a parar ahí), más los cinco que ya estaban previo a nuestra llegada.  

No sé si sería porque todos estaban operados o intuyeron lo importante que era Cony para mi (tal vez ambos) pero aceptaron a la Cocker de inmediato.   De hecho, sin líos ni esfuerzo por parte de ella, observé que le habían dado el rango de perra líder.  Cuando salíamos a embarrancarnos, Consentida lideraba y los demás la seguíamos. 
Los tacones y maquillaje, propios de la edad, fueron cambiados por botas y sudor. Yo era una más del grupo, saltando, enlodándome, divirtiéndome como nunca.  Esas tardes que compartí con mi amado chucherío no las cambiaría por nada.

Gracias chicos, por dejarme buenos recuerdos. Duque, Yeica, Duquesa, Apache, Condesa, Muñeca, Conde, Lucky… y a todos los demás, gracias por aceptar a mi Consentida y por enseñarme la camaradería canina.

sábado, 16 de octubre de 2010

La repuesta: Priscy y Montúfar

Esta semana me llegó un email con la pregunta: ¿Y que pasó con las perras? Priscy y Montúfar
Así que en lugar de desempolvar mi cerebro y pensar en el tema de hoy, contaré el resumen de las dos. Aunque ya había escrito el resultado de la perra pequeña, aquí va de nuevo.

A Priscy, la entregamos a la familia Lux.  Sus primeros días, me contaron, fueron difíciles. Estaba triste e incómoda de compartir su nuevo hogar con la perra que ellos ya tenían. Por lo mismo, con mi esposo pensamos que la tendríamos de regreso.  Estábamos dispuestos a quedárnosla, a pesar de los cinco que ya tenemos.  Muchas personas dicen: ‹‹Sí, yo me quedo con el perro.›› Luego del primer problema se arrepienten.  Este no fue el caso.   Escogimos a la familia correcta, ellos, incluyendo a la compañera canina, pusieron todo de su parte para que se acomodara.   
¡Lo lograron! Ahora la llaman Panchita y está feliz. Juega con los niños y con la otra perrita.   El tiempo de espera para que fuera reclamada expiró.   Nadie lo hizo, lo que me deja con la duda: ¿Por qué?   Estaba cuidada y era muy correcta en su comportamiento.   Sea como sea, ella está bien; tiene amor, alimento, refugio y compañía.
 
(Priscy antes y después del baño)

Con Montúfar, la situación fue un poco más complicada, por el tamaño y su salud.

Cuando la subimos al carro, no noté que sus facciones eran bonitas.  Sólo miraba lo flaca que estaba, hasta que mi esposo me enseñó las fotos con las que realizó los volantes, para la búsqueda del “dueño”.   Apareciera o no, nos habíamos responsabilizado por ella y por eso antes de operarla, tuvimos que subirla de peso.   Estaba desnutrida y sus pechos demostraban que había amamantado a muchos cachorros, con seguridad en todos sus periodos de celo.  
Por si tenía o para evitar que le diera anemia, el veterinario nos ordenó darle un medicamento durante una semana previo a la operación.  Aún así, su recuperación luego de la esterilización fue lenta.   Antibióticos, suero oral, sopas e Incaparina se le brindaron junto con caricias y ruegos para que comiera.   
Todo esto fue durante los días de mayor lluvia.  Así que estaba la preocupación de que la casa canina de invitados no sería suficiente resguardo, con grandes bolsas plásticas armamos un techo provisional sobre esta.  Todo salió bien.   La cubierta soportó y la perra recobró la salud.   

Pensé que la parte difícil había pasado: gastos y cuidados extras.   Pero cuando Montúfar se sintió bien fue cuando me dio más trabajo.   A ella le gusta hablar o sea ladrar.  No es una perra loca que se quede ladrando todo el tiempo. Lo hace para dirigirse a uno, para responder cuando uno la mima y para expresar que está aburrida.   Y por supuesto su tamaño requería más atención.  Acostumbrada a vagar, necesitaba mucho espacio para ejercitarse.   Ya le había encontrado hogar y en cuanto se repuso, la llevamos.   Empezaba a ponerse tensa, agresiva por el confinamiento.   Estaba enérgica por la alimentación y aquí en casa, no había donde diera rienda suelta a sus juegos.

En la casa en donde está tiene espacio, pero todavía tiene la necesidad de correr.  Se le escapó al señor pocos días después que la llevamos.   La dimos por perdida porque se supo que alguien la agarró y no la devolvió de inmediato.  Nos dolió mucho pensar que luego de lo que le ha tocado vivir, terminaría encadenada y descuidada.   Recé por ella, no podía hacer más.  
La entregaron unos días después, el rumor en el pueblo de la perra perdida y el enojo de quien la perdió se agrandó y para evitar problemas, la devolvieron.

Hoy hablé con el señor, me contó que la perra escapó de nuevo.  —Me la volvió a hacer —me dijo— pero como ya saben quién es, rapidito la encontré.  Ya di por caminarla. Con dos kilómetros diarios la canso. Pero no me importa, es linda la perra —expresó por teléfono, con voz de rendición.   
Sé que no es descuido porque Montúfar es impulsiva y engañosa, trató de hacerlo aquí.  Espero que se calme, para que no sufra un percance.

Hasta aquí el resultado de estas dos canes especiales.   Mi esposo y yo hemos apenas colaborado con un granito de arena.    Y como lo escribí con anterioridad, extraño a las dos: La dulzura de la que para mi será siempre Priscy y a Montúfar con su voz ronca, exigiendo correr mientras su cola latigueaba mis piernas.

 (El primer día y el día que iba para su nuevo hogar)

viernes, 8 de octubre de 2010

Tigre Fiestero

Nos mudamos a una granja, y por falta de cercas, para que no se perdiera, Consentida se quedó viviendo con mi abuelita.   Las visitaba seguido, pero igual me hacían falta las dos.
El lugar no era cómodo, o bonito, pero lo bueno de la adolescencia es que entre los estudios y sin las preocupaciones de adulto, uno encuentra como pasarla bien con lo que le gusta, y en este caso fue compartir el espacio con caninos.

Había en la granja varios perros de los trabajadores, o al menos eso pensé por algunas semanas.  Cuando preguntaba: ¿Y ese, de quién es?  No recibía respuestas concretas, pero no presté atención, luego supe que eran perros que se quedaban ahí a falta de tener un hogar.
Nadie decía nada al principio, se preocupaban porque se les sacara a la calle.  Por supuesto eso no pasó, y entre el pedido de concentrado para pollos, se agregó comida para perros (aparte que se ganaron la castración sin solicitarlo).  

El perro que más cariño me hacía, era flaco como un galgo, con una oreja parada y la otra caída, color café con rayas oscuras.  Al saludar, lo hacía tan exagerado que lo llamé Fiestero.  Para cuando supe que lo llamaban Tigre (más apropiado por sus colores) era demasiado tarde, yo ya no me acostumbré. 
Fiestero se convirtió en mi sombra de inmediato y los demás perros alrededor pronto se sumaron al séquito.   Llegó un momento en que me daba vergüenza, no por la variedad de formas de los perros (a ninguno se le adivinaba una raza) si no por la cantidad que me rodeaba. 

Algunas veces me tocó ir en autobús extra-urbano al colegio.  Para tomarlo tenía que caminar un kilómetro hacia la carretera principal.   Dejando a un lado mis quejas por el hedor de axilas o por lo apretados que los usuarios íbamos (sentados o parados), mi preocupación era Fiestero.   Él me llevaba a la parada y luego regresaba a la granja.  Yo lo regañaba, amenazaba, ignoraba; pero el perro sentía la responsabilidad de acompañarme.   Se le encadenó, se le encerró, pero nada lo detuvo.

Una vez en una cuadra un perro grande, nos amenazó.   Fiestero, tranquilo, siguió a mi lado mientras nos alejábamos.  Toda esa semana me tocaría ir en bus y apenas era lunes.  El martes, la misma historia, pero otro perro  se unía a nuestro agresor.  Igual el día siguiente, sólo que está vez, al ser tres los bravucones se nos acercaron más.   Sabía que no debía correr y mientras pudiera ser el escudo de Fiestero, no me importaba.
Qué hacía él, cuando regresaba sólo. No lo sé, nunca lo vi golpeado. 

La situación se ponía difícil y no podía cambiar el recorrido.   Estaba en parciales y tenía que asistir al colegio.   El jueves tomé mi bolsón y me escabullí del perro.
Satisfecha iba, porqué él se había quedado, cuando escuché patas en la tierra.   Era Fiestero corriendo para alcanzarme, pero no estaba sólo.  Por primera vez, los demás perros que se habían regalado en la granja lo seguían, Negra, Canelo, Negro y Mocho (los que eran de los trabajadores no asistieron).
La cuadra de los abusones era la siguiente.  Traté de que se regresaran, pero ellos adelantaron su paso.   Entonces intenté alcanzarlos.   ¡Los dos grupos caninos ya se enfrentaban! No de manera física, sino con ladridos, amenazando con posturas y gruñidos.  No pasó a más, el alborotador inicial se hizo para atrás y sus amigos lo siguieron.   Fue la última vez que nos amenazaron.  
Al regresar de los estudios, todos los perros estaban en casa, se les notaba una mirada triunfal.   Pero la verdad tuvimos suerte, buena y mucha. 
Leo lo que escribo y yo misma no puedo creer lo que pasó.  Reviso la anécdota, para quitar cualquier exageración y me doy cuenta que en todo caso omití describir el miedo que tuve.
El grupo de perros, murió con los años por vejez.   Me enseñaron mucho y gracias a ellos logré adaptarme a un lugar en el que no deseaba vivir. 

Siempre recordaré que la tarde anterior al enfrentamiento, vi a Fiestero compartiendo más tiempo con los demás perros.  Casi diría que secreteaba.   ¿Cómo les dijo a los otros que quería ayuda?  ¿Hasta dónde llega la comunicación canina? 
Los amantes de los perros, por ser observadores de estos, siempre expresamos lo inteligentes que son, pero limitamos esa inteligencia a referencias humanas.  

viernes, 1 de octubre de 2010

Bob y Patri

Una noche, mientras buscábamos con mi esposo, a una perra pérdida que habíamos visto, resultó que unos guardias por ayudarnos encontraron a dos perros.   Nos los entregaron.  La otra opción era dejarlos donde estaban.  No notamos lo mal que estaban hasta la mañana siguiente.   Aún nos impresiona pensar que fueron abandonados o dados por perdidos sin intentar encontrarlos.
Fueron adoptados por Arlen Palacios, dos semanas después del rescate y fueron entregados luego de ser castrados gracias al apoyo de Amigos de los Animales (AMA). 

Por el aniversario del rescate de Bob Esponja y Patric el día 25 de septiembre del 2,009, he decidido (con las correcciones que mi amigo Byron P. con amabilidad me indicó) publicar la anécdota que escribí en ese momento. 


¿Y la humanidad?

‹‹Estos perros alguna vez fueron mascotas››, pienso al verlos caminar, junto a quienes los encontraron.   Me dan el lazo que jala al que considero más viejo.  No es que él no quiera seguirnos, es que se nota que está lastimado y su edad no le ayuda.  El otro, el cabezón de pelo blanco, no está amarrado; se acerca hacia mí moviendo su cola, y me sigue sin dudar.  En realidad sigue a su amigo el Cocker veterano; está pendiente de él, lo espera, lo huele y lo anima, empujándolo en las orejas cuando se detiene. 
Interrumpo la caminata, los veo a los ojos y ellos a los míos; me lleno de tristeza al imaginarme cuánto tiempo estuvieron abandonados, el hambre, el frío, ¿tuvieron miedo?  La madriguera a la orilla del río, donde dormían ¿Ellos la hicieron? ¿O la encontraron?
Necesito oxigeno.

La mirada de los perros me enternece y calma. Es como si ellos me preguntaran:
—¿Qué? ¿Proseguimos?
—Sigamos —les digo en voz alta—, pronto llegaremos, tendrán comida y agua fresca.
Al menos este par de perros, esta noche estará a salvo.
—Duerman tranquilos. —Me despido.

El malhumor me acompaña, sé que lo hará todo el día y más allá, hasta que encuentre una solución.  ¿Qué haré con ellos?  Siempre es igual, desearía quedármelos todos, pero tengo que razonar y dejar los sentimientos a un lado.  La pareja de canes al acercarme hacia ellos mueven la cola. Percibo agradecimiento hasta que me ven con guantes y jabón, adivinan el baño.  Comienzo a limpiar el área. Pulgas y garrapatas muertas, desparramadas en el suelo.  Luego la respuesta a mi pregunta de qué comían: uno de los desechos esta formado de arena.
Me asqueo. No es el trabajo, es el porqué lo hago: por la gente descuidada, la maldad hacia los animales.  Regresa el desprecio hacia las personas, el que siempre trato de evitar.
Necesito oxigeno, más oxigeno.

El perro más joven cede su comida al otro y le limpia la cara. Se ayudan a secarse, comienzan a retozar.  Me mueven la cola y siguen jugando.  El enojo se va, me han conmovido.

Un día más que pasa, mañana comenzará otra semana. Me harta tener responsabilidades y más responsabilizarme por lo que otros debieron hacer.
Alimento de nuevo a los peludos, como les digo de cariño. Limpio, arreglo las cadenas con las que evito que se escapen, aunque no lo intentan.  Acomodo sus camas provisionales.  De nuevo corretean a mí alrededor, esquivan enredarse con las cadenas, me buscan las manos para que los acaricie, pasan sus rostros en mis piernas.
Me duele el alma, me duele saber el amor que necesitan. La suavidad con la que me serenan duele; reniego una vez más contra las personas.  Recuerdo las noticias de hace pocos días: “En Guatemala hay cinco perros por cada habitante.”  ‹‹Ignorantes, estúpidos››, grito en mi mente atormentada, al mismo momento leo en uno de los periódicos viejos que uso para los perros: “Niños mueren de hambre en Guatemala.”
‹‹Si no cuidan a sus propios hijos, no puedo esperar que hagan algo por los animales››, reflexiono, no obstante ya con resentimiento. Me sofoca la tristeza, me asfixia el desprecio, me estrangula el enojo.
Necesito oxigeno, más oxigeno, mucho oxigeno.
Observo de nuevo a los perros.  La expresión de su mirada, la dulzura, hay más humanidad en esos ojos que en mi o en muchas otras personas, al menos eso por ahora es suficiente para que yo vuelva a respirar.

Imágenes: http://www.guatepets.com/ByP.htm

viernes, 24 de septiembre de 2010

67,000

Debido a que el sábado pasado se operó a Montúfar para esterilizarla, busqué más información sobre el cuidado postoperatorio.  No soy una completa ignorante del tema, pero trato de actualizar mis pocos conocimientos y aprender más.
En la búsqueda encontré datos de reproducción canina. ¡Me alarmé! No es que no lo imaginara, pero hasta ahora lo analizo.

Estadísticas estiman que en seis años una perra puede producir: ¡67,000 descendientes!  

Otras indican 4,000 y 5,437 descendientes de una sola perra en siete años.
Me gustaría saber los métodos que utilizaron para llegar a esos números, ya que hay una gran diferencia, pero cualquiera que sea la cantidad, me parece extrema. 

Decidí hacer mis propios cálculos en la manera más sencilla de pensar:
Imaginé a una perra en su primer ciclo (tienen dos al año) en una suposición optimista donde solo tendrá 2 hembras.  Llegará al segundo ciclo de reproducción, sus hijas estarán en el primero, entonces entre todas al final de ese año tendrían seis hembras más. Un total de nueve perras que se reproducirán en el siguiente año, esto sin contar a los machos que nacerían. 
Hasta ahí, no parece que fuera tanto.   Pero como escribo, es sólo el dato de una perra en un año y con números irreales de natalidad, porque de perras de la calle he visto que nacen hasta nueve cachorros.
¡Con razón cada día hay más perros callejeros! Sin tomar en cuenta los abandonados por sus “dueños”

Insisto entonces, que la educación a las personas es la única manera que hay para reducir la población canina en el futuro.  Hablemos con nuestros amigos, compañeros de trabajo, gente que contratamos.  Que también ellos enseñen. 

  • Si se desea un perro: Adopte. Varias organizaciones están en Facebook el listado pueden verlo en:  http://www.guatepets.com/Listaorg.htm
  • Ayude a prevenir la reproducción, con ello el sufrimiento de animales. 
  • La esterilización o castración temprana tiene menores riesgos para la salud de la mascota. 
  • La inyección anticonceptiva de uso canino: No es 100% segura y no es la solución para largo plazo, ya que pueden  provocar alteraciones hormonales, infecciones urinarias y hasta piómetra. 
  • Patrocine la operación de la perra de un conocido, si es posible.
Los costos de esterilización en algunas veterinarias son elevados, pero también hacen descuentos.  Las asociaciones de ayuda para los animales en Guatemala realizan jornadas de castración y esterilización a bajo precio.  Y aunque no estén en jornada proveen ayuda para realizar estas operaciones (las mismas antes mencionadas).

Copié del enlace de homovegetus.cl los beneficios de una mascota esterilizada, lo único que deseo agregar a la lista es: Evitará que los descendientes sufran por vivir en un mal hogar o la falta de este.

Beneficios en Hembras:

  • Evita neoplasias, tumores y quistes hormona-dependientes (mamas y útero); los que pueden producir a cáncer. 
  • Evita la piómetra, que es una infección localizada dentro del útero. 
  • Evita enfermedades venéreas. 
  • Evita hiperplasia vaginal.
  • Evita embarazos psicológicos. 
  • Evita muerte en parto ó posparto. 
  • Evita descalcificación. 
  • Evita fugas y accidentes. 
  • Evita peleas y mordeduras.

Beneficios en Machos:

  •      Evita neoplasias testiculares en machos de avanzada edad
  •      Evita orquitis (inflamación del testículo)
  •      Evita hiperplasia prostática (crecimiento anormal de la próstata)
  •      Evita prostatitis (inflamación de la próstata)
  •      Evita adenoma perianal (cáncer alrededor del ano)

Ventajas de un Animal Doméstico Esterilizado:

  •      Más casero.
  •      Mejor guardián.
  •      Más saludable.
  •      Más longevo.
  •      Menos agresivo con su dueño.

Agrego los enlaces para quien desee leerlos:
http://vetzootec.ucaldas.edu.co/downloads/Revista1_5.pdf
“Se ha estimado que una hembra preñada junto con su descendencia en 6 años puede producir un total de 67.000 perros (Bögel, 1990).”
http://spayusa.org/media/pdfs/Dogs_Multiply_Pyramid.pdf
“67,000 descendientes de una perra en seis años”
http://www.homovegetus.cl/HVArgumentos%20pro%20esterilizaci%F3n.pdf
“Una perra normal con una vida reproductiva de seis años puede generar una prole de cien individuos con descendientes hasta 5432 en siete años”

http://www.straight-poop.com/2010/08/adopting-a-shelter-dog/
“A single unspayed dog and her descendants can produce over 4,000 puppies over the course of seven generations”


viernes, 17 de septiembre de 2010

Montúfar

Nombramos a la pequeña perra de la avenida hincapié: Priscy.  Le encontramos la mejor opción de hogar.  A los dos días pregunté por ella, me dijeron que no se le veía contenta por tener compañera, pero querían darle más tiempo.  En cambio, la otra perra de esa casa estaba feliz de tener una amiga.
Se me partió el corazón, Priscy es una perrita mimada, y en su casa ha de haber sido perra única.
Las personas la quieren, y desean continuar siendo su hogar temporal o permanente en el futuro, he de permitir que se adapte, pensé.  ‹‹Si veo que la perrita no es feliz, luego de un par de días más, le aviso y me dice que hacer›› me dijo don Carlos. 

Preocupada por los sentimientos de la perra, pero satisfecha de la solución, pensé que hasta allí llenaría la cuota, por algún tiempo, de perro recogido en la calle.  No fue así.
Fuimos con mi esposo al Centro Comercial Montúfar, una perra negra, peluda y flaca caminaba de la manera más humillada, tratando de encontrar comida.   Mi esposo escuchó decir a uno de los guardias que la sacaría a palos, mientras se sacaba el bastón del cincho.  Era en serio.   Resultado:   Perra negra, peluda y flaca dentro del carro.

La nombramos Neymi al principio, ya que buscando información de perros perdidos, vimos que tenía las características del anuncio de una perra, Pastor con Labrador, que se le perdió a una joven, hace más de un año.  Nos confirmaron que no es la anunciada.
Tratamos de llamarla entonces: Montúfar.  Sin embargo a ella parece gustarle más el primer nombre.    Eso sí, responde mejor cuando uno la llama: Chucha.

Salimos a los alrededores para ver si reconocía su casa (creo que miramos demasiada televisión).  La única reacción que tuvo, fue cuando se encontró con otra perra negra, mucho más flaca, casi en huesos (hasta me arrepentí de que no hubiera sido esa, porque necesitaba más ayuda). Esa perra era más tímida,  le tiene desconfianza a los humanos pero no a otros perros.  Sólo se acercó amigable a Montúfar y esta se comportó de igual manera.  Luego la huesuda salió huyendo (si de repente algún lector quiere ir por ella, estaba atrás del centro comercial, bien cuidada, sería una perra de lujo).
Como también colocamos volantes por Montúfar, en busca del “dueño”, un par de personas llamaron y la pidieron en caso no lo encontrara.  Pero siempre hay que tener cuidado de a quién se le da un perro.  Pueda ser que sean las mejores personas del mundo como puede que no.  No correré el riesgo de que su vida sea: Días bajo el sol con una cadena y una palangana de agua.  Aunque no siempre es así, suele suceder.

Solicitamos en algunos lugares ayuda para encontrar un hogar, pero es algo que llevaría tiempo, más por el tamaño mediano de la perra.  Por el espacio pequeño en el que está, comienza a crear una personalidad territorial que no conviene (en apenas una semana).  Nos dimos cuenta que urgía encontrarle una casa, entonces recurrimos a un conocido que vive fuera de la ciudad, sin esperanza de que la recibiera.  Para nuestra sorpresa, justo ahora puede adoptar uno, su perro más anciano recién murió.  La entregaremos luego de que esté recuperada, hemos decidido que mañana será operada para esterilizarla.  Estará aquí en casa al menos otros diez días.  Hay tiempo para que sea reclamada o para encontrar un mejor lugar que al que se irá  (siempre quiero algo mejor para los perros ¡La ambición!)

Hoy pregunte por Prisci, y me han contado que está bien, con mucho apetito y ya juega con la compañera.  ¡Eso es un triunfo para Prisci!  A mi, me hace falta, me encariñe rápido con la chiquita. 
Y aunque ahora reniego, del trabajo extra que nos hemos puesto, de  que el concentrado se terminó rápido, de que mis peludos están celosos y de tantas cosas más, dentro de poco también sentiré nostalgia por la bella perra negra, peluda (ya no flaca) así como la he sentido por otros. 

sábado, 11 de septiembre de 2010

Encontré perra en Avenida Hincapié, otra vez


Ayer nueve de septiembre, a media mañana, a lo lejos, adiviné que veía a un perro cruzando la Avenida Hincapié.   Con mi madre expresamos, con la voz chillona que se hace del miedo de pensar que algo malo pasar y que no se desea:  ‹‹¡Huy lo van a atropellar!››   Estábamos más cerca del perro aunque del otro lado de la avenida.   Y el perrito, desorientado y nervioso trata de regresar.  Una, dos, tres veces estuvo cerca de ser atropellado, y una más cuando un carro se le tiró encima. ¡Vaya que sí hay maldad!
Crucé en cuanto pude, mientras bocinaba para que el perro no pusiera una pata en el asfalto.  Llegué cerca del can, mi madre me alcanzó la pequeña bolsa con concentrado que cargo en el auto y de la que me había olvidado.   El olor llamó su atención y con tranquilidad dejé que se acercará a mí.   Un movimiento brusco y seguro que sale corriendo al peligro.  Lo subí, vi que era hembra y entonces recordé que algunos perros muerden, pero ella no.
Manejé en las cercanías por si se acababa de salir y la reconocían.  Luego de una hora decidimos traerla a casa, teníamos que trabajar y ya íbamos tarde.

Mi esposo y yo enviamos la información a foros y a las asociaciones de ayuda canina de Guatemala, para que me ayuden a encontrar al “dueño” pero quién sabe si es de los que buscan o sólo dicen: ‹‹—Se me perdió la perra, a saber dónde estará.››

Hoy me tomé el día para ella, la bañé, shampoo y tratamiento contra bichos.  Me sorprendió que su piel estuviera casi limpia.  Grasa de taller en el pelo tenía, pero eso me dio la idea que vivía cerca o en un taller.  Me esperancé en que sería más sencillo encontrar su hogar.
Luego salí y al llegar por donde la recogí, estacioné el auto y comencé a caminar hacia la colonia Santa Fe, con la perra, tocando timbres de casas, preguntando en tiendas y locales abiertos, mientras dejaba volantes.  Nada.   Pasé por el taller que está cerca.

—¿Usted sabe de quién es esta perrita?
—No.  Estuvo aquí ayer por la mañana.  Entró un rato y se echó.  ¿La bañó? ¿Verdad?  Porque tenía grasa cuando se fue. —Yo, respondí con un gesto y él siguió—: Pensé en quedármela, está bonita, pero como uno nunca sabe y a lo mejor conocía el camino.  Me la quedo si no halla al dueño.

Agradecí el ofrecimiento, pero la idea de que estuviera en un taller no me pareció y se lo dije.  Me respondió que a él le encantan los perros y que se la llevaría a su casa en donde tiene espacio y otra perra pequeña que es sociable, se harían compañía.   Me llama la atención.

En una tienda la señora detrás del mostrador, me ofreció darle un hogar, sus hijos desean mucho un perro, aunque luego de muchas preguntas por mi parte me dijo que ella no era tan aficionada a los perros, pero tampoco le desagradan.  ‹‹—Tengo espacio. Mis hijos están grandes, son responsables y cuidarían bien de ella, si la llevo.››
La propuesta parece buena, pero y si luego cambia de opinión.  Tengo que pensarlo bien.

No faltó la persona que me dijo: —¡Ay usted, perdiendo su tiempo por un chucho! —Me costó mucho no responder con el hígado y con calma dije: —Si todos perdiéramos el tiempo por un ser necesitado, el mundo no estaría como está.
Seguí buscando.

Salí de la colonia y me dirigí a las casas atrás de la gasolinera.   En una de las casas un señor se ofreció dar la información a conocidos y a los administradores de los edificios.   Por la educación de la peluda creemos que tal vez vivió en apartamento. 
Soy una grosera, me dijo su nombre, pero con el cansancio lo olvidé.   Él y la esposa fueron muy amables, hasta me ofrecieron una bebida, pero yo ya había comprado una gaseosa.  En estos tiempos, esos detalles casi no se ven.

Luego la señora que me vende el queso en la gasolinera me dijo que ella la adoptaba, también tiene suficiente lugar y a toda su familia le gustan los perros.  Tiene un Chow chow, me confesó que es bravo, pero lo tienen en un jardín aparte.
Si todos en su casa son tan dulces como ella, significa que tendrá amor pero… ¿Y si el perro Chow Chow se encuentra con la chaparra?

Terminé la búsqueda, y no me queda más que esperar que suene el teléfono por parte del dueño.   Si no es así, tengo que pensar en las tres propuestas, además, es tan linda que he de quitarme la idea de quedarme con ella.
Tengo cinco, por lo mismo: el tiempo y el espacio no serían los ideales.  No come mucho, pero hay que considerar posibles gastos médicos, más el tiempo, que no tengo, para que aprendan a aceptarla.   Juro que ya no cabe uno más en la cama.   Y creo que mis caninos votan con un rotundo ¡No, perros! (Ellos no saben que lo son)

Es mucha responsabilidad darla en adopción.  Está mimada, acostumbrada a estar adentro (la tengo aparte, para evitar confrontaciones con los míos, que me harían gastar en veterinario y en doctor por si me enfermo por el susto)
Cuando la bañé me pidió la toalla, avisa para que se le lleve a la grama para sus necesidades.  Lo ve a uno con esos ojos llenos de agradecimiento por sentirse segura, pero triste, por no poder compartir más abrazos, por no ser parte de la manada.  Y yo, sólo puedo consolarla diciéndole: Ya chiquita, trataré de hacer lo mejor para ti.
Espero lograrlo.


viernes, 3 de septiembre de 2010

Pasos, pedales y perros

Los paseos en el recorrido de Pasos y Pedales, se han vuelto parte de cada domingo desde que el recorrido fue programado.  Nosotros también asistimos al principio y por supuesto, los perros eran los más emocionados. 

Lo más normal era salir de casa con las tres perras muy bien peinadas (para que salieran coquetas), collares limpios y no faltaban las correas, pero ante todo, bolsitas para las heces.
Con las semanas se observaban cada vez más personas con sus canes y así mismo el descuido se hizo presente.   Con sorpresa aprendimos que no todos llevaban bolsa, y el paseo se convirtió, de una caminata tranquila a un paseo minado.  Cuidábamos nuestros pasos, los pasos de los perros y tratábamos de esquivar con la mayor distancia posible los deshechos, para evitarles a las nuestras, la tentación de olfatearlos o que los pisaran.
Volantes comenzaron a circular, para educar a las personas sobre basura y demás; desde entonces creo que sí aminoró la suciedad.  No sé cómo está ahora, tenemos meses de no ir.

Un detalle que sí ha quedado como tradición a estos paseos dominicales son los perros perdidos.
Sé de ellos seguido, por anuncios en carteleras de supermercados y cuando me cuentan amigos.   Perros de raza y sin raza, de todos tamaños, son buscados por sus “dueños” desesperados.  Hay información en e-mails circulantes, en la página Web de AMA, Facebook y no me extrañaría que también en Twitter.
¡Que triste!  un día de tranquilidad familiar convertido en semanas de angustia, o en un imprevisto para siempre adiós, por no utilizar una correa.
Sin importar lo entrenado que esté un perro, siempre estará la posibilidad de que salga corriendo: sociabilidad, curiosidad, miedo.  
Si personas se pierden, cómo no le puede pasar a un perro.

Este domingo al salir con su peludo amigo (el perro, no el humano) lleve un par de bolsas y: ¡No se arriesgue!  Vista a su perro con correa, hay de varios largos y estilos, con seguridad encontrará alguna que lo  haga ver a la última moda.
Y disfrute su paseo.

viernes, 27 de agosto de 2010

El Flaco Charly

Mis tíos me regalaron un Chihuahua, yo lo nombré Charly, los demás le decían Flaco.   Nunca me imaginé una raza tan nerviosa, al escuchar un ruido, se escondía debajo de la cama y ladraba como perturbado.  No había quién lo sacara de ahí. 
La debilidad que tenía Charly era Consentida, estaba enamorado.   Cony, pues, sí le gustaba el chaparro, aunque en su época de celo nunca se acercó a él.
No tengo muchos recuerdos con el perrito, porque no compartió conmigo, era como la historia frustrada de cuando tuve al gato.   Charly era de Consentida. 

El chihuahua vivió cuatro años por la Cocker, y también murió por ella.   En un arranque de celos atacó a Siervo, un perro dócil pero más grande (claro, cualquier perro era más grande) que no se dejaba y este, sin más, lo agarró justo antes que Charly lo tocara siquiera.
Eso fue suficiente, mi chihuahuita no tuvo oportunidad de llorar.  Fue más rápido que un instante, que una mirada.   Fue un accidente canino, Siervo lo mató sin querer, quebrándole el cuello.   Un golpe limpio, sin sangre y sin sonido.  
Lloré a mi perrito, por mi descuido, por sus celos, por no haberlo previsto.

Y ahora, una de las razones por las que camino a mis peludos con collar y cadena, es por si se acerca un perro loco, como el chihuahua, o los míos resulten ser los orates.  

viernes, 20 de agosto de 2010

Salud y Veterinarios

Muchas veces dejamos la salud en un segundo plano.  En lugar de ser previsores y e ir a chequeo con el médico, esperamos que un dolor fuerte (porque los suaves los dejamos pasar) nos advierta que tenemos que hacer una cita con el doctor.
Con las mascotas, la situación no es mejor.   Las visitas al veterinario son exclusivas para vacunaciones (si es que las hacen, no entraré en detalles) o cuando vemos al animal en mal estado: no comen, están letárgicos, se quejan al ser acariciados, etc.
Un buen protector (“dueño”)  llevará al enfermo de inmediato al doctor, este examinará a la mascota, si es una enfermedad de fácil diagnóstico le recetará el medicamento necesario y hasta ahí todos felices.   Pero qué pasa si no se cura.   Entonces pregúntese:
  • ¿Qué fue lo que lo decidió a ir a ese veterinario?  La mayoría responderá: la cercanía al hogar y el costo de la consulta.  Es lógico, lo hacemos con nosotros mismos.  No significa que esto sea malo, sólo que está limitando sus opciones.
  • ¿Sabe cuánta experiencia tiene el doctor?  Tenemos que recordar que por tener el título, no significa que lo sabe todo.  Y hasta los más experimentados pueden equivocarse.
  • Si ha ido por la misma razón más de dos veces, y la mascota no se cura ¿Por qué cree que será diferente una siguiente?  Tomando en cuenta que estamos tratando al animalito tal y como nos fue indicado.  

Durante mi vida he compartido con tantos perros que he aprendido a entender un poco más cuando están enfermos, y más o menos que tipo de atención necesitarán.  Por eso es que tengo en mi agenda cuatro contactos:  El veterinario de toda la vida, con la experiencia y sabiduría suficiente  como para haberme recomendado al doctor número dos, quien tiene una clínica con equipo necesario para grandes emergencias.  La clínica número tres, también recomendada por el primero, me es conveniente por la cercanía, aunque no tiene tanto equipo como la segunda, pero es ideal cuando el tiempo es primordial.   El cuarto contacto, es un doctor a quien otros veterinarios acuden para exámenes de laboratorio.   
No es que vaya con todos al mismo tiempo, como escribí: depende de la necesidad.   Ellos lo saben y respetan mi decisión.

Sugiero, que tengan al menos dos opciones en su directorio, entre ellas una clínica con un buen laboratorio. Recuerde, a veces gastamos más en medicina innecesaria por falta de un examen, además de poner en riesgo la vida del paciente.  Y esto vale, no sólo para animales, sino también para los humanos, porque nunca se sabe cuándo necesitaremos una segunda opinión. 

Infórmese de las enfermedades propias de la raza de su mascota.   Y ante todo, ayude a la salud de esta, con la vacunación apropiada, alimento adecuado, ejercicio y mucho cariño. 

viernes, 13 de agosto de 2010

Dos historias reales y cortas

La primera

Veo un perro mestizo, con lo que parece una sonrisa en su cara, cesando y ante todo tomando precauciones para cruzar la calle.   Con más lógica que muchos humanos, se sube la pasarela del boulevard Los Próceres y 20 avenida.  El semáforo me da suficiente tiempo para observarlo.  Al mismo tiempo, un señor que también quiso cruzar entre los vehículos, queda atrapado en el arriate central.   Tengo que avanzar, pero por el retrovisor miro al perro ya bajando hacia la banqueta, aplaudo su inteligencia.  El señor sigue entre las dos calles.


La segunda

El propietario-tendero de la farmacia cierra cuatro horas antes el local.   Por no ser algo que acostumbra a hacer le preguntan si todo está bien.   Con toda naturalidad responde: ‹‹—Mi perro ha estado enfermo estos días, con fiebre y sin comer, está en un hospital.   Recién me avisaron que ya lograron que recibiera alimento.   Así que cierro temprano para ir a pasar la tarde con él.›› 

viernes, 6 de agosto de 2010

Quien quiera un perro, que lo busque

Todos los días me tengo que repetir: No puedo rescatarlos a todos.   No me es sencilla la frase, y menos, cuando veo a un perro necesitado, dejarlo.  Pero en realidad no puedo, y sé que muchos amantes de animales pasan por lo mismo.  Hasta las pocas  asociaciones de ayuda a los animales tienen problemas de espacio y economía.

Hoy vi por la Colonia Santa Fe, un Cocker Spaniel, en una de esas rápidas vistas, que se dan mientras se maneja hacia el trabajo.  Considerando su tamaño tiene unos cuatro a cinco meses de edad.   El pobre animal tiene sarna en partes de su piel, y sin mucho adivinar no tiene un hogar.  Vagaba por las calles entre la Colonia mencionada y la Avenida Hincapié. 
No dejé de pensar en él en todo el día, preguntándome ¿Cuántas personas habrán optado por comprar un perro hoy? Porque era pura raza, porque era cachorro.  ¿Cuánto habrán pagado?  Estoy segura que el valor fue mayor que los costos de medicamento, que el Cocker sarnoso necesita.

No fue un buen día, ya que por la tarde, en la subida hacia el Centro Comercial Metro Norte desde la Calzada de la Paz, un perro Boxer adulto se adentraba al barranco, y lo que mi esposo confundió con un calcetín, era la pata trasera aplastada y morada por la que cojeaba.
Alguien pagó por ese perro. ¿A alguien se le perdió ese perro?

Como escribí: No fue un buen día, pero para mí, sólo por la impotencia de no poder hacer algo por ellos.  Quién sabe, tal vez mañana alguna persona que desea un cachorro de Cocker Spaniel, lo buscará y llevará a su casa.  Y tal vez, ese Boxer sea encontrado por quienes lo buscan.   Pero estos finales felices sólo suceden en los cuentos de hadas o cuando todos ponemos de nuestra parte.  

La conciencia no me dejó y fui a buscar al cachorro. Ya no lo encontré.

viernes, 30 de julio de 2010

La historia de Bobby Canalitos

Hace un par de días me contaron una historia, leída en un foro web, acerca de un perrito callejero que fue recogido el 26 de julio, en la carretera que va para Villa Canales.   Y como me quedó la curiosidad encontré la información.

Es un cachorro de color amarillo, pelo pegado, ojos color miel, con las patitas blancas a forma de zapatos. En su hocico una mancha blanca, que cae en simetría desde su frente, formando una gota que rodea su nariz.   Es un perro lindo, aunque en las condiciones que se encontraba no era tan obvio.

La bondadosa pareja que lo recogió, por lo que leí, vio a un ser necesitado.   Pensaron de inmediato en el sufrimiento que el animal sentía y sin meditar a las preguntas: ¿Cómo lo subo? y ¿Dónde lo tendré? Actuaron, le brindaron atención médica, alimento, refugio, cariño y un hogar.
Bobby Canalitos, es el nombre que le pusieron y con apenas cinco días desde que lo recogieron, en el foro describen que ya está más animado y juguetón.

Esta historia me recuerda que aún hay gente linda en mi país, que como humanos también somos capaces de hacer milagros para otros seres; y que hay quienes nos pueden inspirar, cuando realizan acciones sin esperar nada a cambio.

¡Felicidades a esa familia y a Bobby Canalitos!

Y como sé que les dará curiosidad, la información y fotografías las pueden encontrar en (si es que todavía está):

http://www.velocidadmaxima.com/forum/showthread.php?t=250929

viernes, 23 de julio de 2010

Terraza florida

En la última parte de mi recorrido de trabajo hoy, observé una casa, sencilla, linda, no por la construcción ya que su frente es un cuadrado con puerta y ventana.  Es la terraza, la que llama la atención,  con botes y cubetas usadas como macetas y que a su vez sirven de baranda, y en estas: geranios, rosales, un limonar y un naranjal cargado de frutos (nunca imaginé que se dieran de esa manera).   Y entre el colorido de las flores tres cabecitas caninas, no son de raza aunque se puede adivinar qué genes tienen.  Mueven la cola, fisgonean y por ahí veo a una anciana, les sonríe, los acaricia, y les sirve agua en una palangana.  

La imagen irradia tranquilidad, belleza y amor, es contagioso.  

Y por eso decidí escribir este tema, para no olvidarme de la sensación que me dejó y para animar a otros que busquen esas fotografías mentales, que les brindan paz.  Si creen que no las tienen, háganlas, están en todos lados: entre el caos, la indiferencia, y la monotonía, siempre hay un momento risueño que los animará.  En especial si hay un perro.

viernes, 16 de julio de 2010

Salchicha escapista

Terminaron los partidos del mundial, con satisfacción para algunos y decepción para otros.  A mí, aparte de compartir emociones por los resultados, me dejó con el recuerdo de un perro café de raza Dachshund (Salchicha) que le regalaron a un huésped del vecino.
Se lo regaló un  fanático del Fútbol (aunque no creo que de los perros) en 1982, en temporada mundialista. Ya era un perro adulto y llegó con nombre: Maradona.

Cuando el muchacho no estaba (“el dueño”), el perro hacía de las suyas en la cuadra.  La puerta de donde vivía la abrían a cada momento y poco interés tenían los demás en cuidar que Maradona no se saliera.   Para colmo el perro estaba embobado por la sirvienta de esa casa y ella no escondía lo mucho que detestaba al Salchicha.   Yo, de metida, le pedía de favor que no lo dejara afuera y que cuando saliera, no le permitiera salir tras de ella.  
La mujer, me respondía con apenas gestos y se le notaba cierta satisfacción el causarme malestar.  No era personal, ella era así con todos: mala persona.

Un día la vi pasar de regreso, de algún mandado que había hecho.  Me preocupé cuando noté que abrió la puerta y Maradona no salió a recibirla.   Eso no era normal.  Le pregunté por el perro y con una sonrisa perversa me respondió:   ‹‹—Como siempre, me siguió.  Y luego lo vi correr atrás de la camioneta a la que me subí.  ¿Saber que se hizo?››  
Terminó de responderme, agarró una escoba y se puso a cantar mientras barría.  Podría jurar que sonrió cuando vio que se me aguaron los ojos.

Por mi edad tuve que esperar a mi mamá para que me llevara a buscar a Maradona.  Lo hicimos varios días pero nunca lo encontramos.     
¡Pobrecito Maradona!  

No se confíen, nunca sabrán lo que pasa en la mente de otros, cuiden a sus mascotas.

viernes, 9 de julio de 2010

No tuvo nombre

Mi insistencia al fin logró que la idea de tener otro perro, luego de Popeye, fuera aceptada; y aunque no había preferencia por raza o tamaño, no fue fácil.   Lo pienso y en esos años no recuerdo haber visto perros callejeros (hubiera sido una manera de conseguir uno), alguno que otro caminando en las calles pero tenían un hogar, descuidado tal vez, pero lo tenían.

La búsqueda comenzó. De los conocidos, pocos tenían perros, mucho menos perras, era un tiempo en el que las hembras valían poco o nada.   Un día nos dijeron que en la colonia, una “Lassie” acababa de tener cachorros y aunque nosotros no sabíamos de razas de perros, esa resultaba familiar por los viejos programas televisivos: Rin Tin Tin, Lassie y Benji.
Fuimos a visitar a la señora de la perra Collie (luego supe que esa era la raza).  Con desgano confirmó lo de los perritos y de igual manera aceptó vender uno de ellos, a menor precio (lo que podía pagar mi mami) en cuanto estuvieran listos para dejar la camada. 

Fuimos una tarde por el cachorro.  Estaba muy flaco, desganado, y la señora dio la opción de ese o ese, porque los que quedaban ya eran de la familia.  Mi mami no quería llevarlo a casa, me explicó que estaba enfermo, pero le supliqué, le dije que no quería más regalos el resto del año y que con eso pagara el veterinario.  Accedió, molesta con la señora de los perros y conmigo por no entenderla, al día siguiente lo llevaría al doctor. 

El perro no amaneció vivo, ni siquiera creo que pasó la media noche.  Fue muy triste ver a aquel peluchito que no llegó ni a tener nombre, muerto; y más, saber que murió por parásitos y que con seguridad sufrió.
Aprendí lo importante que es desparasitar a las mascotas, a gatos, perros, cuando están criando y en toda la adultez.   ¿Por qué ese cachorro no fue desparasitado? no lo sé. A la madre también debieron darle una dosis. ¿Lo habrán hecho? Quién sabe.
Lo que sí sé es: Veinticinco centavos, que costaba el desparasitante, podrían haber hecho que esta historia tuviera un final feliz.

No olviden desparasitar a sus mascotas, no es costoso y es tan sencillo como darle una pastilla dentro de una salchicha.

viernes, 2 de julio de 2010

Lamidas al despertar

Me desperté esa mañana emocionada.  La frustración de cómo deseaba pasar mis quince años, en comparación de lo que tendría ya se me había pasado.  Era un simple día entre semana para los demás, pero para mí era especial. 

No había terminado de salir de las sábanas, cuando la puerta de mi dormitorio se abrió: Consentida entró, con una rosa en el hocico.  Saltó como siempre a la cama a llenarme de besos, mientras yo agarraba la flor, que para entonces caía encima de mí.    Nos quedamos jugando en la cama un buen rato, hasta que llegó mi mami a darme mi abrazo. 

Algunas mañanas, si estoy adormitada pero consiente puedo repetir ese momento, la sensación y los olores que sentí quedaron grabados en mi memoria, al fin y al cabo las lamidas, no tengo que recordarlas, porque los bisnietos de Consentida siempre me despiertan así. 

viernes, 25 de junio de 2010

Blacky

Era el año de 1999.  La última novedad en Guatemala era la apertura de PriceSmart, sin nada por hacer y a pesar de la llovizna, como buenos Chapines fuimos a ver qué había de bueno.

Circulábamos en el vehículo buscando parqueo, criticábamos de que en Guatemala no hay mucho en qué distraerse y en eso vimos a un perrito, negro y peludo deambulando entre los carros.  Buscaba contacto humano, sólo veía que lo observaban y se dirigía hacia esa persona.   Vimos los gestos de desprecio que le hacían y no nos faltó escuchar: ‹‹—¡Quite chucho!››
Me dio miedo que lo atropellaran, pero si se iba, con seguridad se atravesaría el periférico y sería peor.   De todas maneras ¿qué se podía hacer? y siguiendo el ejemplo del resto de los chapines que vimos, también nosotros nos hicimos de la vista gorda, al pasar a pie junto al perro.
Entramos al almacén, comparamos precios, calidad, agradecimos la disponibilidad de objetos que no deseábamos y mientras lo hacíamos, la cochina conciencia me molestaba.
Salimos un par de horas después, ya de noche y con aguacero.   El perro, aunque ahora empapado, seguía igual: pidiendo cariño.   Mi esposo y yo apenas nos vimos y me dijo: ‹‹—Súbelo al carro, le puede pasar algo peor.››

En casa nos dimos cuenta que era cachorra y hembra. La alimentamos y le proporcionamos un nido.
A la mañana siguiente llamé a un Santuario de Animales. Días antes había leído una entrevista del refugio que queda camino a Chimaltenango, y me había quedado con el recorte de la publicación.   No tenían espacio.   Luego de un par de horas, me llamaron de nuevo, había una posible solución: Tenían una familia que deseaba adoptar un perro, pero no podían para pagar los costos de esterilización (que es la condición para la adopción).
Nosotros en casa, no es que nos sobrara, pero con gusto aceptamos con tal que la perrita tuviera un hogar. 

Un par de días después, la llevé con el médico referido. La ingresé como Blacky, en los hospitales es necesario que se les de un nombre, no quise hacerlo antes para no encariñarme, por cierto, no resultó y mucho me costó calmar mis lágrimas al entregarla. 

Aún tengo muy claro lo feliz que se veía la cachorra, allí comenzó la historia del resto de su vida, cuando la fue a traer su nueva familia.

viernes, 18 de junio de 2010

La gracia de tiritar

Los perros, al igual que los humanos, tiritan sus dientes por frío: post operatorio o baja temperatura en el ambiente; pero también lo hacen cuando convulsionan en ataques de epilepsia; y algunas veces en el periodo de celo en las hembras o los machos al sentir el olor de una perra en ese ciclo.

La primera vez que vi y escuché a un perro sonando los dientes fue a Consentida. Era un frío diciembre, yo también temblaba a pesar de los suéteres que tenía encima, y por lo mismo no tuvieron que decirme qué hacer: la arropé como a un bebé, y cesó.
Ese mes, todos nos la pasamos abrigados, que Cony se me acercara con sus dientecitos sonoros, se volvió habitual.  Ella llegaba, y yo, mientras la arropaba mimándola, le decía: —¿Tiene frío mi nena? Ya mi muchachita, ya vas a estar calientita.   

La práctica hace al maestro, así que cuando el clima mejoró, la perra se había entrenado en el arte de solicitar caricias chasqueando los dientes.  El sonido ya no era leve, ni el movimiento tan rápido y los cobertores no le duraban ni un minuto encima, pero ella conseguía lo que deseaba: más caricias y halagos que siempre.  La falsa acción era tan graciosa, que comencé a hacerle burla tiritando al mismo tiempo, y de igual manera ella aprendió a imitarme.   Con el tiempo sólo tuve que decir la palabra: “frío” para que comenzara a castañear sus dientes.

Todavía hoy en día, quienes la conocieron, me dicen: —¡Que lista era la perra!  Le decías que había frío y ella comenzaba a tiritar.

Entonces he de agregar al primer párrafo: también lo hacen por gracia.

viernes, 11 de junio de 2010

La bondad puede enseñarse

Ayer recibí un e-mail en el que solicitan ayuda para costear la operación de un perrito. 
Apareció frente al colegio Kipling, cansado, hambriento y herido.  No es spam, es un mensaje real, conozco a la persona que envió el correo y que trabaja ahí.  
De parte del colegio cubrirán los gastos de hospitalización pero deben reunir los Q2000.00 para la cirugía de cadera que necesita el can, si no lo hacen tendrán que dormirlo.  

La acción de entrarlo y llevarlo al veterinario es bondadosa, cualidad que casi ya no se ve. Pero lo que me da más esperanza en un mejor futuro es el ejemplo que les están dando a los estudiantes de ese colegio, porque además de la instrucción académica, les están enseñando valores humanos, como el respeto por la vida, compasión y generosidad.   

Mientras escribo pienso, en lo ideal que sería que todos los colegios dieran la oportunidad a sus alumnos de realizar actos de caridad, al menos una vez por año.   O que cada clase, colocara una alcancía para que los estudiantes aportaran de cuando en cuando y al final del año escolar donaran lo recolectado a la caridad de su predilección.
¿Qué tan diferentes seríamos los Guatemaltecos si todo este tiempo se hubiera hecho?
Si alguien lo hace: ¡No se olviden de las asociaciones caninas!

Espero que el perro se recupere y tenga una agradable vida rodeado de sus nuevos amigos.

Más información del perrito encontrado en Colegio Kipling: Noticia Junio 10 en  www.guatepets.com/ENoticias.htm


Lunes 14 de Junio:
El día de hoy me informaron que ya no se llevó a cabo la cirugía. El perrito murió en la clínica veterinaria, debido a los golpes internos que llevaba. 

viernes, 4 de junio de 2010

Recordatorio

El lunes, en un noticiero veo los reportajes del fin de semana pasado: Los daños de la arena volcánica que había caído la noche del jueves 27. Tormenta Tropical Agatha. Guatemala inundada. Personas que se han quedado sin casa, sin siembras, sin nada.
En la televisión, las noticias pasan escenas tomadas el domingo: Lluvia y lodo.  Escucho algo que dicen sobre el Cenma, pero mi atención se enfoca en el fango moviéndose.  El camarógrafo parece que notó lo mismo y realizó un acercamiento. Es un perro, todavía cachorro, esquelético, tratando de salir, de respirar, de vivir.

Para mí,  esa imagen es un recordatorio del constante sufrimiento de los animales abandonados: hambre, frío, dolor; en especial en momentos como este.

viernes, 28 de mayo de 2010

Un perro vecino

Los vecinos de la colonia en donde viví mi infancia, tenían dos perros de avanzada edad,  uno de ellos era un Viejo Pastor Inglés y el otro (no recuerdo con exactitud que raza era, aunque Boxer es lo que me viene a la mente) murió un año después que mi Popeye.
Para hacerle compañía al Pastor compraron otro can.  Este no era de raza, su hocico alargado le negaba ser reconocido como un Labrador negro.

No sé, si sería por el recuerdo de mi perrito o que la caricatura estaba de moda pero también lo nombraron Popeye.  Él era un perro malhumorado, no le hacía caso a nadie en su casa, y cuando se salía en esos descuidos del portón, menos. A doña Juanita, la vecina, era a la que le prestaba un poco de atención a lo que ella decía, pero al final el perro decidía qué hacer.   
Popeye, sin embargo, tenía cierta debilidad conmigo, y por su comportamiento hacia mí yo lo consideraba cariñoso y obediente, nunca me gruñó y siempre me obedeció.

Con los años nos mudamos, y sólo lo vi  las pocas veces que llegábamos a visitar los vecinos, luego supe que había muerto de anciano.

Hace un mes fuimos con mi mamá a la colonia, ahora tiene las cuadras cerradas y un único ingreso con garita,  las casas ahora viejas, se ven de aspecto triste.  Buscamos a los antiguos conocidos y en ese momento nos enteramos que doña Juanita había fallecido hacía pocas semanas.
En cuanto lo supe, recordé con cariño, las varias veces en que la señora tocó el timbre de mi casa y dijo: —Doña Carmencita, me haría el favor de decirle a la nena: Si puede salir para que entre a Popeye. Porque se salió otra vez.