viernes, 19 de agosto de 2011

Lindo piojoso

El lunes de esta semana, esperaba a mi mamá para ir a trabajar.
—Acabo de ver un perro, tan, pero tan maltratado en la carretera que hice a un lado el auto y me bajé a traerlo.  Se metió entre el monte y no logré agarrarlo. —Fue lo primero que me dijo cuando vino.
Metimos una caja y bolsas plásticas para, si fuera necesario, usarlas de guantes.  No lo encontramos.

El miércoles, regresando del trabajo, vi, entre las llantas de una camioneta, a un perrito en tan fatal condición que apenas le dije a mi mamá que disminuyera la velocidad mientras me bajaba.  No sé a que horas saqué las dos bolsas que llevaba de repuesto del lunes anterior (mamá siempre pierde las cosas y por eso llevaba un par extras), ni siquiera sé cual fue mi impulso a sacarlas, la mayoría de las veces que recojo a un perro callejero lo hago sin protección.
En lo que alcanzaba al can, escuché la voz de mamá que decía: —¡Ese es el perrito del que te hablé!

El perro, aunque cojeando, corrió para alejarse cuando entendió mi intención y yo tras él.  Los trabajadores de la municipalidad que estaban por ahí ofrecieron ayudarme.  Me contaron que el perro estaba en los alrededores desde el día anterior y que de mote le llamaron Toro.
Cuando vean la foto les causará tanta gracia como a mí.

El perro se rindió al llegar frente a la tienda, no le daban para más las fuerzas.  La tendera se rió al verme de nuevo, esta vez corriendo un perro, me reconoció del año pasado cuando anduve buscando el hogar de Prisci.
Lo metimos en la caja (como cosa rara no la habían sacado del auto) y lo llevamos al veterinario. 

Unas horas después me llamaban para que fuera por el perro.  No se podía quedar en el hospital.  Me pareció extraño, me ofusqué, me indigné.  Luego me explicaron que estaba cubierto de: ¡Piojos!
Tenían muchos huéspedes caninos y no había un lugar en donde lo pudieran aislar.
Me empezó a picar todo el cuerpo, me sentía infestada a pesar de los cuidados que había tenido.
Por la salud de mis perros, el ritual, luego que rescato un callejero es este: Lavo mis brazos, piernas y zapatos antes de entrar a casa, me aplico un líquido especial contra parásitos, entro sin tener contacto con mis perros, de inmediato lavo la ropa y me baño. Además, a este perro ni siquiera lo había tocado, gracias a las bolsas.
Así que reconozco que la sensación era mental.

El baño que le realizaron en la veterinaria lo había limpiado pero no por completo, se le tiene que seguir tratando, al igual que una infección en los ojos.  La cojera, resultado tal vez de que alguien lo tiró de lado, no presenta quebraduras.
Para quien no logre visualizarlo desde ahora, le digo: Cuando se reponga ¡Será un perro precioso!

Mi mamá lo ha nombrado Beto.  Como es pequeño y tranquilo lo ha aislado no sólo por los piojos, sino por los demás perros (agresivos) que tiene.
Al momento, el grupo Adopta a una Mascota ha colaborado promoviendo la adopción de Beto.

Estoy segura que encontrará un excelente hogar. 


Si desea información de Adopta una Mascota, sobre los perritos disponibles para adoptar escriban a: mascota_adopcion@yahoo.com o por medio de Facebook, perfil: Adopta una Mascota


Beto, fotografía tomada hoy
(Les juro que se ve mejoría de cómo estaba hace dos días)

sábado, 13 de agosto de 2011

Diagnósticos y tratamientos

Hace meses que Nova (la verdadera, la Cocker, por quien uso el seudónimo) está en tratamiento médico.  Primero le apareció una mancha en el lomo, a la que no prestamos mucha atención.  Luego una roncha en el cuello, a la que tratamos con medicamentos en crema que tenemos en casa.  No mejoró.  La llevamos a examinar y el veterinario le recetó antibiótico.  Se curó por unos días y luego le salieron dos ronchas.  El doctor conociendo que en casa somos responsables de seguir las indicaciones asumió que necesitaba un antibiótico más específico.  Se lo proporcionamos a Nova y el resultado fue el mismo. Y así continuamos una vez más.

Perseo murió y me imagino que por el estrés de este suceso la condición de la perra empeoró.  Hartos ya de los gastos de consultas y medicinas sin efecto duradero la llevamos de nuevo pero esta vez solicitamos un raspado de piel, la lógica nos dictaba que podrían ser hongos.  Nuestro doctor no estaba y su colega, aunque no muy convencido por nuestra solicitud, obtuvo la muestra.  Diez días después nos decía que había salido positiva a estafilococo y a un hongo llamado malassezia.  Además, el resultado definía cuáles medicinas eran las apropiadas pero sólo para la bacteria, por alguna razón en el laboratorio no habían sacado ese dato para el hongo.  Somos clientes y sabían que el costo extra lo pagaríamos.
Tuvimos que esperar una semana más.

El tratamiento adecuado tardó tanto en proporcionársele que el hongo aprovechó y lo que pudo curarse en dos semanas llevará, mínimo, dos meses.
Sé que los antimicóticos son muy fuertes para el hígado (podrían causar la muerte dependiendo de la salud de la mascota) y luego de esta experiencia no nos dejamos llevar por lo que el médico “considera” que está bien, así que a medio tratar la llevamos a sacarle muestras de sangre para chequear su funcionamiento hepático.  Hasta ahora todo bien, pero la mejoría va lenta, al menos sabemos que le estamos dando las medicinas correctas.

—¿Por qué el doctor no dudó que tuviera hongos? —pienso.  Recuerdo que él, al principio del problema (y también su colega) nos hablaron de reacciones alérgicas y se concentraron en ese tema.  Para nosotros (Rk y yo) fue más sencillo aceptar los primeros diagnósticos, fáciles y económicos de tratar ‹‹—Son sólo un par de ronchas —pensamos››.  Los doctores se equivocaron y nosotros también por consentir el mismo diagnóstico más de una vez.

Espero que esta experiencia les sirva para buscar más información sobre la dolencia de su mascota en caso necesario.

viernes, 5 de agosto de 2011

Musa (continuación)

El primer día que Musa llegó a casa,  Skippy se comportó como si no le importara su presencia.  En cambio la cachorra trataba de llamar su atención como fuera.
En ese entonces nuestro jardín era de unos 16 metros cuadrados, más grande que lo que ofrecen las casas hoy en día y con seguridad más pequeño que mis deseos.  Pero este espacio fue suficiente para que Musa corriera, corriera…y corriera.  Lo hizo en círculo por más de media hora y en todo ese tiempo Skippy estuvo al centro.   Al fin, la perrita se echó.

Puka continuó haciéndose la desentendida, ignorando a la nueva integrante de la familia, hasta que nosotros dejamos de prestarles atención, entonces Skippy la interrogó con la nariz.  La olfateó una y otra vez, la colocó boca arriba y siguió averiguando más sobre la perra negra.  Cada vez que Musa trataba de levantarse, la otra la empujaba y le demostraba quién tenía mayor jerarquía, brusca pero sin lastimarla.
Luego de revisarla, Skippy con cierta insolencia la dejó en paz.  Musa consideró que había hecho una nueva amiga y la persiguió por toda la casa, actitud que a Skippy le parecía irritable.

Tengo muy claro cual fue la manzana de la discordia, lo que no sé es cómo paró en el piso de la sala: una tortilla tiesa.   En cuanto Musa la vio caer fue por ella, Skippy observó desde el sillón en el que se había subido para que la cachorra dejara de hostigarla.   La nueva Cocker apenas había alcanzado la tortilla cuando Puka le cayó encima, se la arrebató con grosería y gruñendo.  Musa lloró, tal fue el susto que se orinó y  Skippy se subió de nuevo al sofá a mordisquear la dichosa tortilla; sabíamos que no le gustaba, de hecho, en menos de un minuto la abandonó. 

Días después vimos a Skippy enseñando a Musa cómo salir al jardín, en dónde estaba la comida y los juguetes.  Fue amable y cariñosa.  La cachorra desde el primer día había aprendido quien mandaba y fue suficiente para que respetara el espacio de la otra. 
Fue una amistad que duró hasta la muerte de Skippy.

Ahora veo a Musa con su cara casi blanca por las canas y me pregunto si añora esos días en que podía corretear y dormir a la par de su compañera.  ¿Pensará en su juventud, como lo hacemos los humanos y en la soledad por la falta de compañía de los de su misma edad?
Con dificultad camina hacia al jardín en los días soleados y se acuesta en el lugar de siempre, suspira, dormita y luego entra con el mismo paso cansado con el que salió.   Y yo, al verla así, la imagen que se me viene a la mente es la de esa cachorra que saltaba tanto que las orejas se abrían como alas, enmarcando un rostro de brilloso pelaje negro lleno de vida.