viernes, 30 de diciembre de 2011

Celebración de Año Nuevo

En lo que respecta al año nuevo y al año que está a punto de caducar soy infantil.  Los imagino como el sabio anciano a punto de retirarse y el joven inexperto que pronto gobernará.
Por eso, al comenzar a escribir el último tema de este año, me imaginé escribiendo sobre las tristezas que el anciano me causó con las muertes de las mascotas de la familia: Tillo (del que no escribí ya que no era un perro, ni siquiera una mascota convencional), Milagro, Perseo, y Musa, así como un par de rescatados: Oso y Laica II.  Pero para ser justa, también tendría que comentar las satisfacciones que tuve al ayudar a más de un perro (Horus, Beto, Chico y a otros por ahí). 
Sería aburrido, repetitivo y no sería del todo sincera, porque aún siento que el año 2011 me quedó debiendo.
Ya no puedo reclamar, el viejo se va y yo me quedo esperando a que tenga la decencia de avisarle al 2012, lo que le faltó redimir.  A no ser que, también le falle la memoria a estas alturas.

Y pensando en esos años que, uno cree que quedaron en deuda, recuerdo que tuve ya un año similar, fue cuando murió mi abuelita en un mes de noviembre.
El 31 de diciembre, mi madre no estaba para celebraciones y se acostó temprano. Yo no tenía edad suficiente para salir, ni las ganas; tampoco quería estar ahí, triste y recordando las festividades del año anterior.  Pero no tenía opción.
Las lágrimas seguían mojando mi cara, aunque nadie me oía llorar, lo evitaba.    La iluminación era una vela, me imagino que lo hice para no molestar a nadie.   Tenía una taza de ponche ya frío, mientras esperaba sentada en la cama, a que pasara el tiempo.
Vi el reloj una vez más y al mismo tiempo la cohetería resonó en las calles.  Era la media noche.   Consentida mi bella Cocker, de inmediato brincó a mis piernas para que la protegiera pero yo lo sentí como el mejor abrazo de Año Nuevo que jamás tuve.
El gato, celoso de la atención hacia Cony, también fue a rozarse en mi espalda.   Se ganó un par de lamidas (de la perra) y un gran abrazo de mi parte. 
Pasamos horas jugando en silencio, ellos me hicieron reír y olvidar, hasta que en algún momento me quedé dormida. 
Sé que a muchos no les parecerá gran cosa, pero es un grato recuerdo de cómo un gato y una perra iniciaron una celebración.


¡Feliz Año Nuevo 2012!

viernes, 23 de diciembre de 2011

Otra Navidad con perros

En serio, como escribí en el tema de este Año Nuevo 2011, el año pasado había comenzado a escribir un cuento de Navidad y no lo terminé.  ¡Sorpresa! Casi doce meses han pasado y ya me había olvidado de la historia.  Por supuesto que no seguí, tanto así, que lo he buscado para trabajar en él y hasta el nombre del archivo olvidé, por ahí está y ya lo encontraré pero en lo que sucede no los dejaré con el deseo de leer una anécdota relevante a las celebraciones.  

Pronto llegaría Navidad, la primera que celebraríamos casados con Rk.  Nuestra economía estaba, cómo decirlo, no apta para gastos decorativos de temporada; pero sí de algo soy culpable es que me gusta la Navidad, necesito verla puesta en casa.  Las opciones que teníamos eran decorar con moñas o conseguir los adornos más económicos que nos gustaran.  Fuera como fuera lo haríamos dentro de un presupuesto limitado. Como no soy hábil para que mis moñas se vean como en los almacenes, la decisión fue: adornos y de estos lo que se adecuaban: manzanas artificiales.   
La pequeña sala se miraba preciosa, en especial en la noche cuando las luces iluminaban el árbol y se reflejaban en el ventanal.  No podíamos pedir más.

Una semana antes de Noche buena, al anochecer, bajamos a conectar las luces al tomacorriente.  El alambre estaba ahí pero no tenía enchufe, revisamos y resultó que faltaba una gran parte de la serie de luces y lo que aún colgaba del árbol estaba masticado.   Sabíamos quien había sido la autora del crimen, no se había dejado ver en toda la tarde y cuando la encontramos estaba en su almohada todavía con la evidencia: Skippy.

Tuvimos suerte, la serie era pequeña e iluminaba sólo dos vueltas de abajo del árbol, así que la quitamos y a las demás luces las medio arreglamos.  Estaba desconectado pero pudo hasta morir si hubiera masticado los focos.  Pasado el susto y recordando que los perros son traviesos como niños y que de nosotros dependía su seguridad, todo estaba perfecto.  
Desde ese momento, durante el día el cable se escondía atrás del árbol y como lo encendíamos cuando estábamos en casa no hubo más problema

Todo se vio precioso, la Noche Buena fue una linda velada junto a Skippy, Musa y el resto de la familia. Además, teníamos otra historia que contar sobre Puka.  Y entre la plática de la noche hice una pregunta: ¿Alguien sabe de qué están hechas estas manzanas?  
Eran duras, no se quebraban al caerse, ni forzándolas (había probado con una, también hago travesuras).  Nadie supo responder.

Creo que aún no era el Año Nuevo, cuando mi curiosidad quedó satisfecha.  
Regresamos Rk y yo de una reunión y al encender la luz de la sala vimos que el árbol había sido cosechado hasta una altura más o menos de un Cocker Spaniel. Varias manzanas estaban regadas en el piso.
Llamamos a Skippy, quien llegó despreocupada, algo extraño cuando hacía algo mal.  Atrás de ella iba Musa, relamiéndose una y otra vez, en un momento dejó la lengua de fuera y no preguntamos más: esta estaba coloreada en tinte rojo.  
Nuestro consuelo fue que no se había intoxicado, tanto por el material como por el colorante que lamió de todos los adornos que tomó.  
(Por cierto, por una de las manzanas partida supe que eran de duroport, poliestireno, de una densidad más fuerte del que se usa en los cielos falsos y del que venden en las librerías).

A partir de entonces nuestros árboles navideños no se adornaban en la parte más baja, al menos hasta este año en que decidimos confiar en los Cuachuchitos.  Eso sí, atentos a que los adornos que colocamos ahí sean inofensivos, si en caso deciden agarrarlos.


¡Que tengan una Feliz Noche Buena! 

sábado, 17 de diciembre de 2011

¡Seis!

Hoy es el sexto cumpleaños de mis hijos caninos.   
Es extraño celebrar a tres y pensar en el faltante.   Él era el parrandero, le gustaba la bulla y los regalos, no se quedaba quieto y por eso el año pasado de todas las fotos no salió ninguna en la que estuvieran juntos.  
Es muy raro sonreír con lágrimas nostálgicas mientras recuerdo a Perseo.

Este año la celebración ha sido tranquila, pero les dedicamos todo el tiempo a ellos.   Llevar y traer para que les hicieran su corte de pelo, que buena falta les hacía.  Y aunque no los acompañamos como siempre, hubo que esperarlos mientras comenzaban a trabajarlos y los terminaban.  ¡Han quedado preciosos!
Se les ha dejado a que hagan la caminata a su paso: con prisa. Cosa que no entiendo ¿A dónde quieren llegar tan rápido?  
Se la han pasado a gusto, lo sé porque ahora duermen como angelitos roncadores.

No son los únicos cansados, nosotros los humanos también hemos quedado rendidos. Pero el mejor regalo de cumpleaños será el que viene en cuanto deje de escribir:  Anidar junto a ellos, como les gusta.


¡Feliz Cumpleaños Gecko, Keyla y Nova!

sábado, 10 de diciembre de 2011

Jugando con la Navidad

Esta anécdota es tan vieja que hasta la había olvidado.   Hace unos momentos, tratando de pensar en el tema de hoy, mientras miraba las luces del árbol de Navidad la recordé.

Yo era una adolescente, mi abuela había muerto el año anterior y dispuesta a que no murieran con ella las tradiciones navideñas (ya que mi mamá aunque le gustan, es práctica y no dedica tiempo a las decoraciones), planeé con anticipación la realización del árbol y nacimiento para el poco espacio del que disponía.

Le llevé la idea a un carpintero de la armazón del árbol: Una pirámide cuadrangular de 1.80 metro de alto y que no tuviera forro alguno.  Me la entregó en dos días y me cobró sólo por no regalármela.
La forré en luces dejando parte de una cara descubierta y luego coloqué un par de lazos de pino en la misma forma.  El nacimiento lo armé dentro del “árbol” y hasta la fecha me siento muy satisfecha de cómo quedó. Para mí, era resplandor y olor navideños, en un pequeño espacio.

En ese entonces tenía a Consentida, a Beba (una perrita que murió unos meses después) y a mi gato que, con vergüenza les digo lo llamábamos Bullshit, tanto insistieron mis amigos en llamarlo así que no entendía su verdadero nombre: Wealthy. 

Regresé a casa una tarde, iba a entrar al área donde tenía la decoración, cuando escuché alboroto, me asomé por la ventana para observar la causa:  Consentida corría en círculos, persiguiendo su cola; Beba, ladraba adentrando su cabeza en el árbol y cuando la sacó, vi a Bullshit adentro del nacimiento, tirando hacia afuera con sus patas los pastorcitos, casitas y ovejas.
Entré de inmediato y todos los peludos desaparecieron al instante. Verifiqué los daños que al final sólo fue desorden.  La recreación de un pueblo había sido la afectada, parecía que un tornado había azotado la región.

Esa noche, las dos perras y el gato dormían juntos al pie del árbol, mientras yo los miraba mover sus patas y bigotes imaginando que soñaban a cómo jugaron con la Navidad.
Las luces de colores, iluminaban las áreas que habían quedado sin desarmar, al igual que las partes del desastre; porque no lo reacomodé, Beba y Bullshit le habían dado un toque de realismo que me pareció natural.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Primos peludos

Hace una semana vinieron mis sobrinos, uno de ellos, de tres años, no paraba de lloriquear, asustado por el ímpetu de mis perros, quienes insistían en acercársele entre más él lo evitaba.   El niño se alejaba, lloraba y gritaba ¡ya me tenía cansada!   Mi hermana no lograba que él se calmara.
Entiendo que él se sintiera así ya que los perros a los que está acostumbrado son grandes y bruscos, cuando le hacen cariño se paran en dos patas y por supuesto lo hacen caer. 
Así que no sabiendo cómo callarlo, ya que no iba a alejar a mis peludos sólo por que él pataleaba, le dije: —Deje de gritar, entre más lo haga más lo buscarán.
Esto no tranquilizo del todo al niño pero me dio suficiente tiempo de silencio para agregar:  —¿Por qué se porta así?  Ellos son sus primos, ellos sólo quieren jugar con usted.  Son mis hijos, solo que son narizones y de orejas largas.  Tranquilícese.

La cara que puso mi sobrino es inexplicable, se me quedó viendo mientras asimilaba lo que le había dicho: “Primos, hijos”.  Poco le faltó para preguntar:  ‹‹—¿Sabe usted que son perros?››
Sin embargo se calló, dejó que sus coludos primos se le acercaran, lo olieran, los acarició y luego los canes se fueron a jugar por otro lado.  El niño ya no gritaba y todos recobramos la paz.   Un momento después, el infante se fue a ver televisión cerca de los perros y no le importó que se sentaran a su lado.

Yo también quedé sorprendida del resultado, no esperé que esas palabras fueran tan eficientes, ni imaginé que fueran las adecuadas.

Me queda la duda, si ahora los considera familia, en su próxima celebración de cumpleaños: ¿Debo llevar a los Cuachuchitos?

Hasta una próxima y feliz fin de semana.

viernes, 25 de noviembre de 2011

En el Museo

El domingo pasado, mi madre y yo, asistimos a un evento en el Museo Miraflores organizado por AMA (Asociación amigos de los animales).  Era para llevar a los perritos que se encuentran en hogar temporal y que los posibles adoptantes tuvieran la oportunidad de enamorarse de ellos, conocer su historia y ver sus personalidades.   Llevamos a Chico pero llegamos tarde.   Leí el e-mail de invitación apenas el día anterior al evento y a pesar de reprogramar nuestras actividades (diferentes para las dos) sólo logramos llegar creo que después de las cuatro de la tarde.  Sin importar la hora, lo llevamos para que tal vez tuviera una mínima oportunidad de tener un hogar, deseo que me imagino que se quedará como eso: un deseo.
Yo quiero que suceda, pero conociendo la realidad con respecto a adopciones de perros mestizos y ancianos, sus probabilidades son tan mínimas que no me queda más que aferrarme a la idea de que siempre ocurren milagros.
Mi mamá, en cambio, tiene los pies sobre la tierra.  Ella me dijo:
—Al menos servirá para que Chico salga a pasear y cambie de ambiente por un momento.   

Sin embargo, el poco tiempo que estuvimos ahí también sirvió para algo más: Mi madre se dio cuenta de que muchas personas ayudan a más de un perro.  Cuando vimos a algunos con varios perros ella les decía: ‹‹—Sí, es difícil. ¿Verdad? Yo tengo nueve en casa.›› Sé que lo decía para descargarse mentalmente del numerito, pero a ella le impresionaron algunas de las respuestas: ‹‹—Yo he llegado a tener hasta doce, todos mestizos —respondió uno y otro dijo: —Ahora tengo siete, uno más y me sacan de casa.››
También había perros que son de raza o se ven como si lo fueran y aún así cuesta que los adopten, imaginen las probabilidades de Chico.
Un perro llamó la atención de mi madre, sus características de lengua azul y melena lo identificaban como una mezcla de Chow Chow con raza grande. Ella me preguntó sobre la raza y le respondí que eran muy fieles y dulces pero que tenían fama de agresivos, iba a corregir está última palabra por malhumorados cuando el protector del perro, quien escuchó mi frase, saltó a la defensa: ‹‹—No, no. Él es el perro más dócil que existe, se lleva muy bien con otros perros y personas. —Y agregó en broma—: Le puedo dar un certificado escrito si lo desea.››
Me encantó la efusividad que tuvo al hablar de las cualidades del perro, que eran reales como pudimos observar mientras estuvimos ahí.

No tuvimos la oportunidad de ver a muchos perros y conocer historias, como dije, llegamos tarde, pero fue agradable compartir por un breve momento las colas en movimiento, hocicos sonrientes y alegría canina.  
Chico no se pudo resistir ante una perra linda y juguetona y sin importarle que ella estuviera castrada, él gimoteó sus mejores piropos.
Caminó del auto al Museo y viceversa con mucha educación, en el carro se comportó como un experto y al primer lloriqueo que tuvo, entendió que debía callarse con un simple: No.

Al menos pudimos observar que Chico no es agresivo ante otros canes, eso que aún no está castrado (no es nuestra prioridad por el momento por el área en donde está, hasta que encuentre un hogar.  Tenemos que pensar en los costos de alimento de todos los peludos y me preocupa por anciano).
Él es dulce y a pesar que se nota que no está acostumbrado a las caricias, se deja querer el viejito cholco.  Ha subido de peso, tanto así que se le hicieron un par de hoyos extras en su collar y ahora su mirada está llena de alegría.

P.D.: Nunca olviden las bolsas para recoger las necesidades de sus perros y gracias Suzanne (directora de AMA) por darme una para Chico, ya que yo las olvidé en el auto ¡ups!



Chico, emocionado por ir al Museo

sábado, 19 de noviembre de 2011

Skippy con botas

Buscando entre mis archivos encontré esta imagen.  Creo que luego de escribir varias veces acerca de la tremenda personalidad de Skippy, no me queda más que darles una muestra para que la visualicen.

La foto original fue tomada sin problema.  Para lo único que esa perra se quedaba quieta era para modelar frente a una cámara, aunque ella prefería las tomas de perfil (es en serio).
No tengo la menor idea del porque era tan sencillo fotografiarla, a diferencia de Musa con quien preferí no insistir ya que siempre salía corriendo.  
Saludos y que tengan un feliz fin de semana.


viernes, 11 de noviembre de 2011

Adopte un perro

Al escribir en este espacio he tenido la oportunidad de conocer, aunque sea por medio virtual, a personas que se preocupan por el bienestar de los animales.  Son muchas, algunas lo hacen de manera individual y otras creando y formando parte de asociaciones.   Son parte de la búsqueda de una solución para los animales maltratados y abandonados.   A todos ellos: ¡Gracias!

Pero a pesar que hay tantos voluntarios a favor de los derechos de los animales, no son suficientes, porque la cantidad de animales necesitados, supera por cientos de miles a las asociaciones.  
Una de estas organizaciones da una solución matemáticamente simple: 

Huellitas Guatemala (Perfil de Facebook):
"La matemática y la lógica son exactas, somos 16 millones de personas que vivimos en este país, si tan solo 4 millones de personas adoptaran a un peludo de las calles, se acabaría este problema y el sufrimiento para ellos, abre tu corazón y se parte del cambio. Voluntario de Huellitas."


Mientras eso pasa, continuemos entonces difundiendo y colaborando con adopciones o donando para las campañas de castración.
O bien, rescate usted a su propio perro de la calle, ese que ve todos los días frente a la tortillería o arrinconado en una acera, temblando de frío, esperando a que pase la lluvia para buscar alimento.   
No seamos indiferentes al sufrimiento animal.

Si desea apoyar a alguna de las organizaciones a continuación una lista de las que tengo conocimiento:


Adopta a un perro sin hogar
http://www.facebook.com/pages/Adopta-a-un-perro-sin-hogar/106879362701690?sk=info

Adopta una mascota
http://www.facebook.com/pages/Adopta-una-Mascota/151110388240980?sk=info

Asociación Amigos de los Animales -AMA-
www.amigosdelosanimales.org.gt

AWARE GUATEMALA
www.animalaware.org

Huellitas Guatemala
http://www.facebook.com/profile.php?id=100002428984235&sk=info

HUELLAS EN XELA
http://www.facebook.com/album.php?aid=28732&id=100001027001948#!/pages/Huellas-En-Xela/140614449309699

MINI REFUGIO DE ROSI ZETINO
http://www.facebook.com/profile.php?id=100001492735179&sk=info

PAZ ANIMAL GUATEMALA
http://www.facebook.com/pages/Paz-Animal-Guatemala/141463249234488

viernes, 4 de noviembre de 2011

Chico

Ayer jueves 3 de noviembre, vi a un perro caminando con lentitud en la empinada carretera regresando de Boca del Monte.
Pero eso de ver un perro callejero no es extraño en nuestro país.  

Prosigo. Yo llevaba cierta prisa y no debía detenerme, los trabajos a destajo no se repiten seguido.  Así que lo pasé en mi auto, esperando encontrarlo a mi regreso para, aunque fuera, brindarle comida y agua.   
Continúe viéndolo por el retrovisor y él que, al principio iba en la orilla, siguió caminando de manera errática hacia el medio de la calle, muy cerca de una curva.  Deseé que volviera al borde del camino pero el sol y el cansancio lo vencieron.  Se echó a media calle.

Dejé el auto y fui por él.   Era un anciano, sus canas y cataratas lo indicaban.   Me acerqué con cuidado, no quería asustarlo y a la vez tenía que saber qué carácter tenía.  Me vio con dulzura y con cierta resignación. Su mirada me dejó saber que hasta ahí llegaba todo su esfuerzo por vivir.
Su condición no era muy diferente a la de otros perros callejeros, era lo que le habían hecho lo que me hizo enfurecer, entristecerme y lamentarme por él.  
Su color café y rayas oscuras me recordaron a Fiestero y por esas mismas características alguien en algún momento de su vida le cortó las orejas y la cola para hacerlo parecer como de raza.  Trato de no pensar de qué manera le realizaron las “cirugías”.  
Su cara también tenía viejas cicatrices de peleas con otros perros.   Y aún así, es de los perros más dóciles que he conocido.

Lo cargué y lo llevé conmigo, todavía tenía la esperanza de llevarlo en el auto mientras iba por los datos del trabajo, pero apestaba tanto que no había avanzado ni un kilómetro cuando me quité la idea.   

Ahora está en casa de mi mamá (por supuesto ya bañado).  Lo hemos nombrado Chico, no tiene mucho espacio debido a los demás perros territoriales que he mencionado en las anécdotas de otras semanas, sin embargo tiene un refugio y hace lo que tanto deseaba: dormir con tranquilidad.

Si desea adoptarlo y demostrarle que un ser humano también es capaz de dar amor, deje su comentario y me contactaré con usted.


viernes, 28 de octubre de 2011

Dormir o no dormir

No, no hablo del insomnio, es sobre la eutanasia.  Palabra que, todos los que tenemos mascotas hemos oído. Un tema que la mayoría no quiere en sus pensamientos y una decisión que muchos no deseamos tomar.  Pero llega el día y debemos enfrentarnos a hacerlo o no.

En estos dos últimos meses en los que, Musa se enfermó (más de lo normal), busqué información.  No es sencillo decidir por otro que no se puede expresar al igual que uno, que ha llegado su momento de morir, o me explico: disponer cómo morirá.

Habiendo leído y releído acerca de los químicos que usan y de lo que, sólo entendí la mitad, pero quedándome muy claro que cuando se hace de forma correcta es casi instantáneo e indoloro luego de su aplicación; me dediqué a leer experiencias de otros, sobre las razones por las que fue realizada o no.
Un hombre escribió (lo que recuerdo) que la columna de su Pastor Alemán tenía problemas avanzados.  No podía subir o bajar gradas y caminar le causaba dolor.  No era tan anciano a mi punto de vista, aunque los veterinarios consideran que ocho años en un perro y más por ser raza grande, significa vejez.  El perro pronto cumpliría nueve.  El protector pensaba que si su condición seguía empeorando pronto tendría que dormirlo.  
Sin juzgar (no conozco las condiciones en las que vive), este relato me dejó más dudas que respuestas: Cuando alguien decide dormir a un perro enfermo o anciano ¿Es por compasión o es para evitar el trabajo extra que la mascota requiere?

En otro blog me encontré con que el autor estaba en total desacuerdo con la eutanasia, porque él sabía de casos en los que las personas dormían a sus perros porque se irían de viaje, se cambiaban de casa, por viejos o enfermos.  En sus palabras se leía coraje y se entendía la rabia.  Hablaba del tema con fervor: ¡No se hace!
Medité en las frases y con seguridad digo: Si tengo que cambiarme de país me voy con todo y chuchos, son mis hijos.  Y si no se puede, no voy.
Dormirlo, porque el perro es anciano, no lo he hecho y no lo haría. 
¿Porque es anciano y enfermo?…
Volvió la confusión.  ¿Quién soy para decidir una muerte? ¿Quién soy para permitir sufrimiento en una vida?

Otra historia era de una señora que tuvo que dormir a su perra.  La mascota tenía cáncer terminal.  ‹‹No quería hacerlo, pero era lo más humano por hacer››, decía.
Tampoco me ayudó.  Cuando se ama no es fácil dejarlo ir, pero ¿hasta donde ese amor se convierte en egoísmo? Y nos aferramos tanto que seríamos capaces de no ver el dolor.  
La señora de este relato consiguió desprenderse para evitarle mayor sufrimiento a su perra.  ¿Cómo se logra?

Pensando en las dudas que tenía por lo que había leído, cuidábamos a Musa tratando de hacer lo mejor por ella, no por nosotros.
No fue sencillo atenderla, porque era dedicarle tiempo específico, claro,  tampoco fue difícil.
Había que llevarla a hacer sus necesidades, esperar; los primeros días de su enfermedad, sostenerla mientras lo hacía.  Darle alimento especial que pudiera masticar, al principio hasta con cuchara y vigilar que los jóvenes Cuachuchitos no la asaltaran.  Correr hacia ella cada vez que ladraba, aunque a veces lo hacía sólo para pedir compañía.  
Hubo un momento en que decidimos llevarla a dormir.  Se le dijo que el lunes la llevaríamos y ese lunes por arte de magia se recuperó.  Pensarlo de nuevo en caso necesario, imaginamos que sería más difícil, porque ¿cómo saber que no se recuperaría de nuevo? Pero en la última recaída, considerando su estado y edad pensábamos llevarla justo el día en que murió.  Ya no fue necesario.

Para esta decisión no hay una única respuesta, tampoco blanco y negro.  El amor a la vida no debería negar una muerte tranquila.  Y ofrecer el sueño perpetuo no siempre es por evitar dolor.
Cada quien debe aprender a conocerse para saber si las razones, por las que se hace o no, son las correctas. 

viernes, 21 de octubre de 2011

Adiós Musita

Hace unos meses, le escribí a un amigo que preguntó por Musa: ‹‹¡Qué, ella nos va a enterrar a todos en casa!   A pesar de su poca salud, sigue protestando y moviendo la cola.  Ya sabe, desde hace varias Navidades decimos: Esta será su última celebración.  Y ahí sigue.  Recién cumplió 15 años y creo que la veré cumplir 16.››
Me equivoqué.

Hace un par de meses, cuando me operaron, el reposo que debía hacer lo hice a medias.  Musa se enfermó en esos días y debí ayudarla para tenerla lo más cómoda posible.  Cargándola para llevarla a realizar sus necesidades, alimentándola con cuchara, en fin estar al pendiente por completo de ella.
Los medicamentos ya no le eran efectivos y pensé que para aliviar su dolor tendríamos que dormirla.  Era la última opción y para tomarla teníamos que estar seguros que no se recuperaría como el médico y la lógica afirmaban.
Luego de una semana en total debilidad y un par de días sin querer aceptar alimento le hablé: ‹‹Bien Musita, mañana lunes iremos a la veterinaria.  Estás muy enferma y no quiero que sufras más.  Es hora de la despedida.››

Ese lunes por la mañana, decidí una vez más tratar de darle de comer y mi gran sorpresa fue que lo hizo.  No como enferma sino como lo hambrienta que estaba.  Dio un par de pasos por su cuenta y al llevarla a orinar pudo sostenerse por si sola.  Una semana más se llevó para recuperarse y seguir siendo la perrita anciana que era.
El colmo de su recuperación fue que comenzó a oír, sus cataratas desaparecieron y comenzó a pasar más tiempo con nosotros cuando estábamos en la cocina.   Se le notaba al menos tres años más joven.

Un mes más pasó con nosotros, haciéndonos recordar sus buenos y malos tiempos.
La hora le llegó por si sola y el domingo 16 de octubre murió.

Adiós perrita negra, adiós Mamush.

sábado, 15 de octubre de 2011

De salones a salones

Hace unos días me contó un amigo lo que le sucedió a su perrito Poodle. Cuando se lo regresaron del salón canino (uno conocido en su área), vio que el perro iba medio dormido.   Una débil disculpa acompañada de una receta médica, fue lo que le hizo comprender que el animal estaba sedado. Entonces observó que su perro tenía varios puntos entre cadera y vientre.  Tenía un nudo tan grande en la pierna que se confundieron y le cortaron un "pedacito" del pliegue, esa fue la explicación. 

Varias historias de este tipo he escuchado que pasa en los salones caninos.   Este caso, es una negligencia, porque al mínimo corte la sangre avisa y este perro tiene más de cinco puntos.  Aún así es de los que tienen solución, hay salones de donde se les ha escapado el perro y a veces no los encuentran (sé de algunos a los que les sucede seguido y la gente sigue llevando ahí a sus perros).

Entiendo que no todos puedan acompañar a sus perros, pero piénselo dos veces antes de dejarlo en un lugar.  Observen a los empleados, qué tan dependientes son del celular, entre más lo usen menos atención prestarán a su trabajo, esto puede resultar en una herida, perdida de un ojo (también lo he escuchado), quemaduras de piel (la rasuradora, por el uso, calienta las cuchillas) y hasta la posibilidad de que se ahorquen por dejar al perro solo amarrado a la mesa por mucho tiempo.
 
No en todos los lugares pasan estas situaciones, algunos están diseñados con doble o triple puerta por si en caso un can trata de escapar.  Y los empleados no sólo son habilidosos en su trabajo sino que les gusta lo que hacen.  Conozco lugares así, de hecho a uno de ellos llevo a mis chiquitos de vez en cuando; por supuesto, en mi caso, sea la razón que sea los acompaño.

Recuerden que no toda la culpa es de los salones, también es del cliente, por permitir un mal servicio, por quedarse callado y en especial por regresar al mismo lugar semanas después.

viernes, 7 de octubre de 2011

Musa y la lechuga

A Musa, en su juventud, se le veía como una perra no muy ágil.  Aún estando delgada parecía gordita. Muy pocas veces logramos mantenerla en peso bajo, de todas formas tampoco llegó a ser obesa.  Pero tal vez su constitución física nos hacía pensar que ella no podía realizar ciertas cosas, como por ejemplo, no se subía a las sillas del comedor aunque se lo pidiéramos.

Un sábado, hace más de once años, había lavado y secado las hojas de una lechuga, la picaba para tenerla lista para la ensalada.  Estaba en la cocina dando la espalda al comedor, de donde provenían unos ruidos raros: roce de tela y luego raspones en madera. Skippy estaba a mis pies, eso era suficiente como para que no me importara cualquier sonido, ella era la traviesa.   Considerando a Musa una perra bien portada no tenía motivo para sospechar que hacía algo malo. 

No cabe duda, estaba entretenida.  Terminé y cerré el recipiente plástico en el que había colocado la lechuga, mientras lo hacía me volteaba hacia la refrigeradora, desde donde se veía el comedor y ahí sobre la mesa, vi a Musa.
Fueron segundos los que la miré pero entendí que llevaba ratos porque los sonidos eran de sus patas sobre parte del mantel que quedaba en la mesa y sobre la madera.
Me daba la espalda, pero en cuanto grité ¡Musa! y no sé que más, la perra brincó del susto.  No tengo idea que pretendí hacer, asustarla o fue que levanté los brazos por el enojo, pero como tenía el trasto plástico en las manos, al levantarlas, la lechuga salió volando por todos lados.   No había cerrado bien
la tapa.   Estaba muy enojada, tenía que lavar un mantel, barrer, trapear y empezar de nuevo con la ensalada.
Musa quiso saltar pero en la mesa también había lechuga así que muy relajada se puso a comer, mientras, yo limpiaba agachada asumiendo que la perra había salido corriendo.  Cuando me levanté, ella continuaba, con descaro, masticando.  Volví a gritar su nombre y se esfumó, no la vi el resto del día.

Pasado el enojo inicial, mientras limpiaba me reía de mi estúpida reacción, que fue la causa de mi doble trabajo.  Y también me reí de lo baboseada que me tenía la perra.

viernes, 30 de septiembre de 2011

Las temporales de Elba

Recién, en la búsqueda de un hogar para Beto, Lissy, una de las voluntarias de Adopta una Mascota, me puso en contacto con Elba.  Una amiga de ella deseaba darle  hogar temporal a Beto y sí todo resultaba bien con la perrita que tiene lo adoptaría.   
Aunque al final el perrito se fue con otra familia, la comunicación que mantuvimos con Elba en esos días, hizo que nos conociéramos un poco más.

Así fue como me enteré que ella también tiene perros para dar en adopción en su casa.   Me contó que una de las perritas es tan territorial que ya ni siquiera hace el intento de conseguirle otro hogar.  Me dijo: ‹‹Ella está bien aquí, no me arriesgo a que por su carácter la traten mal.››

Entre las perras que Elba cuida, está Eva de cuatro años, llegó embarazada y dio a luz a 8 perritos.  De todos ellos sólo Eva está pendiente de ser adoptada.   Telesa de cuatro años y Mici (su recuperación, de la sarna con la que Elba la recibió, es sorprendente) de cuatro meses también esperan  la oportunidad de tener un hogar.

Hoy no ha sido una historia, es un pedido de ayuda, porque así como estas perritas muchos perros más necesitan ser adoptados. 



Si desean adoptar a alguna de estas perritas pueden escribir a: elbalacetex@gmail.com

sábado, 24 de septiembre de 2011

Travesuras de Musa

Luego de la tremenda Skippy, las travesuras de Musa no fueron gran cosa.   Eso sí, después de ver lo bien que se portaba, me agarró desprevenida las pocas veces que realizó alguna. Estas son un par de las que me acuerdo:

Regresamos con Rk de cenar con unos amigos y al ver el piso de la sala lo veo forrado en pequeños, sí muy pequeños papeles de colores.   Parecía pica pica, del que se usa para los cascarones de carnaval.   Todavía vi a Musita echada al pie del sillón recortando con sus dientes lo que quedaba de una revista.  Skippy observaba la escena (creo que sonreía), con su mirada me decía: ‹‹Ves, ella también rompe cosas.››
Era una revista de productos de Disney que había guardado para mandar a pedir una colcha que tenía bordada a cuatro perros de la película: Los 101 Dálmatas.
Para entonces no tenía Internet y necesitaba la página que tenía los códigos para realizar el pedido.  Encontré la mitad de la hoja y recuerdo que así la envié toda masticada, sólo agregué una nota: ‹‹Espero acepten la orden en estas condiciones ya que mi perra se comió el resto.››
Todavía tengo la colcha que vino dos meses después.

Otra vez, estaba sola en casa y para relajarme un poco escogí mi música favorita, me coloqué los audífonos y me puse a escuchar las canciones que tanto me gustaban.  Ponía un CD tras otro.  De cuando en cuando, desde donde estaba, miraba a Skippy dormitando en un sillón y atrás de otro en el suelo, alcanzaba a ver a Musa echada, no la cara pero el lomo y las patas traseras, entonces yo le hablaba y ella estiraba su cuello y así le miraba su rostro feliz mientras movía la colita; luego volvía a su posición y continuaba, según yo, durmiendo.
Al fin de unas quince melodías me levanté y entonces pude ver a Musita.   Ella estaba echada muy entretenida, deshilando con afán la alfombra de centro de la sala.   Me enojé muchísimo, más porque lo hizo frente a mí, la regañé y vi que no me entendió.  Se le notaba orgullo por la manera en que deshizo la mitad del tapete.
Y es que he de decir, yo no lo hubiera hecho mejor si hubiera tratado.  Fue un trabajo dedicado.  Si yo hubiera tenido la mitad de paciencia de Musa habría tejido la alfombra de nuevo.   Tuve la intención de hacerlo, pero luego de un par de meses que pasó guardada en una bolsa, ocupando espacio, la regalamos para colchón de un perrito.

Y ahora que he escrito estas, me acuerdo de más travesuras pero otro día se las contaré.

sábado, 17 de septiembre de 2011

El refugio de Rosa Zetino

Hace unos días leí en una red social que Rosa Zetino no puede continuar con el refugio, debido a la economía y sobrepoblación de los perros.  Y solicita que se difunda la noticia para encontrar hogares adecuados para ellos.
Triste noticia, pero me imagino que para que haya considerado esa opción es porque ya no tiene otra.  

Y para quien no sepa quién es Rosa Zetino les cuento: 
Ella es una mujer Guatemalteca que, se ha dedicado por más de cuatro años a rescatar perros callejeros, en especial los que no tienen raza, que padecen de algún impedimento ya sea por nacimiento o por accidentes que sufrieron mientras vivían en las calles.
A los perros los tiene en su casa y son más de 70.  Tiene de todos los colores, tamaños y edades.   
Debido a la cantidad que ayuda, pasa el mayor tiempo atendiéndolos y los pocos ingresos económicos se van con rapidez para el pago de alimentos y cualquier otra necesidad de los canes.
Su labor es tan admirable que han realizado reportajes y televisivos para dar a conocer su refugio y así ayudarla a recaudar fondos, pero estos (los pocos que llegan) son momentáneos y la necesidad es perenne.

La primera vez que leí sobre ella fue en el año 2009, para entonces tenía 59 animales.   Ha logrado dar en adopción a algunos, pero el número de sus rescatados crece, no sólo por la irresponsabilidad de las personas que no castran a sus animales, sino también porque le cuesta encontrar hogares que deseen adoptar a perros sin raza como los que ella ayuda.  

Entonces ahora es nuestra oportunidad de ayudar también. Ella ya ha realizado el trabajo más difícil: Rescatarlos. Dedicar su tiempo, dinero y espacio para cuidarlos.
Podemos colaborar adoptando o realizando donaciones mientras ubica a los perros que aún le quedan.
Pueden comunicarse con ella al teléfono 58262728 o por medio de Facebook bajo su nombre.

Y al ver un animal necesitado tengan presente las palabras de Rosa Zetino:

"El reportar a un animal que necesita ayuda NO ES UNA FORMA DE AYUDAR...
Ayudas si le das hogar temporal, ayudas si le das comida, agua y no esperas que alguien lo haga por ti.
Ayudas si te tomas el tiempo necesario para encontrarle un hogar bueno, aunque esto pueda tardar meses incluso años.
Ayudas si dejas de preguntar: ¿Qué raza es? y decir: Yo lo adopto/yo lo cuido.
¿Y tu, realmente ayudas?"

sábado, 10 de septiembre de 2011

El Rodesiano

Fuimos a votar a media mañana y satisfechos regresamos a casa.   Mi esposo manejaba y yo de copiloto, un movimiento proveniente de las calles de la zona 14 llamó nuestra atención, un perro grande corría o mejor digo galopaba sin preocupación, atravesándose la avenida Las Américas hacia la zona 13.  Entre cerramos los ojos, por el golpe inminente que asumimos le daría la camioneta que iba adelante de nosotros.   Ese chofer resultó ser de los pocos que sí aprecian las vidas de los perros y todavía vimos el bus tambalear por el giro que le dio para evitar pegarle al can que, ni cuenta se dio.

Rk dobló en la cuadra hacia donde el perro se dirigió y en la banqueta lo encontramos parado, con la lengua de fuera y algo desorientado.  —‹‹Llevémoslo.  Este anda perdido›› —me dijo Rk.
No respondí, con el auto detenido frente al perro, me bajé y dije: ‹‹Entra››.  Lo hizo, se sentó en el sillón de atrás y fue cuando observé en realidad que tan grande era el animalito que acabábamos de recoger.   A pesar de lo amigable que era, creo que es la primera vez que he sentido cierto temor por un perro.   Tal vez fue su tamaño lo que me impresionó, la mirada o cierto gesto; pero no mereció mi desconfianza.

En casa revisamos la cadena que llevaba al cuello, un eslabón extra y colgante nos advertía que una medalla había sido perdida.  Le tomamos fotos, imprimimos volantes y salimos de nuevo a recorrer Las Américas con todo y “perrito”.  
En el camino mientras preguntábamos si lo reconocían, un señor nos dijo: ‹‹¡Pero que bello Rodesiano!››.  Nunca había oído de la raza antes y por lo que nos explicaron, en el auto llevábamos a todo un ejemplar.

El martes, día que todos ya laboraban sin excepción, llamamos a veterinarias; ninguna tenía por paciente a un perro así.  Tres días más pasaron y ni señas de encontrar a la familia.  La comida de un mes de nuestras perras apenas alcanzaría para terminar la semana, porque nuestro invitado tragaba igual que su tamaño.
Lo sacamos un par de veces más para ver si reconocía alguna área en especial, lo llevamos hasta carretera a El Salvador y lo que aprendimos fue que el perro se emocionaba con todo.

Fue una semana cansada, tanto física como emocional. Teníamos que estar muy atentos al abrir la puerta de la sala para evitar enfrentamientos con las Cockers, sostenerlo en lo que entraba o salía uno de los autos para que no se escapara.  
Estaba a punto de perder la esperanza de encontrar a los protectores del Rodesiano, cuando por necedad volví a llamar a las veterinarias.  En una de la zona 14 tuve la suerte que me contestara el doctor y no la asistente como la primera vez.  Le expliqué lo del rescatado y me dijo que sí, él tenía un paciente de esa raza.  Me pidió mis datos, volvería a llamar luego de comunicarse con la familia del perro, tal vez era el de ellos.

Unos minutos después llamaron por teléfono.  Daban al perro por perdido porque siempre regresaba y si no, tenía la medalla al collar. Amonesté con cierta delicadeza a la persona con la que hablaba: ‹‹¡Por poco lo atropellan! No dejen que se salga. Mire que ha sido difícil encontrarlos, porque se le ha de haber caído la medalla.››
Como dije, tuve suerte y también el perro, los dueños se habían rendido desde antes de buscarlo asumiendo que tenía la información de su hogar.   Luego me contaron que también la veterinaria fue avisada, acerca de la pérdida: la asistente había tomado el mensaje.

Fueron a traerlo y luego de verificar que sí era de ellos, sin recibir recompensa (como siempre hacemos) a pesar de ser ofrecida , ni pago por alimento (algo que sí debimos solicitar por lo que comió) entregamos al grande y dulce perro llamado Zulu.





viernes, 2 de septiembre de 2011

Lindo piojoso II (La adopción)

Lindo Piojoso, le puse de apodo al perrito encontrado el 17 de agosto. Beto, lo llamó mi mamá para que lo identificaran en la veterinaria y Gizmo, el nombre que Liza Vela (una de las voluntarias de Adopta una Mascota) mencionó como el ideal para el perrito.  Este último fue la mejor ocurrencia.

Beto tuvo suerte, las chicas de Adopta una Mascota le encontraron hogar en tiempo récord. Y es que eran tres las opciones, al final la decisión se consideró en base a quién estaba dispuesto a llevárselo de inmediato a casa como estaba, que continuara el tratamiento; y que ofreciera adopción segura, sin condiciones.

La urgencia de entregarlo era por los perros grandes, Beto se sentía mejor y podría intentar salirse del área segura, además me harían una  operación en esos días y por lo mismo no iría a ver su progreso y vigilar que lo estuvieran cuidando como se debía, al menos por dos semanas.
M. Inés lo adoptó, con piojos o sin piojos, ella lo quería ya.  

En lo que lo llevábamos al punto de entrega, Beto fue muy entendido.  Vio la caja y le dije: ‹‹Adentro, que te llevo con tu nueva familia.›› Él entró, se acomodó y en el camino realizó un intento de salirse de ella, del que desistió cuando le hice una seña indicándole la caja.  
Los perros rescatados tienen una inteligencia extraordinaria y es lamentable que la mayoría de las personas no lo sepan o no lo crean, porque entonces habría menos perros callejeros.

De no ser porque en casa se está tratando el problema de piel de una de mis hijas caninas, si no Beto se habría quedado aquí (para evitar contagiarlo a él y que él contagiara a la mía).  Hubiera costado mucho, porque los Cuachuchitos son malcriados, territoriales, en fin.  Pero el tamaño del perrito lo hacía posible.

Llegamos al lugar, adoptante y contacto esperaban ansiosas la llegada de Beto. Desde que lo vieron las jóvenes lo abrazaron, lo mimaron y lamentaron la condición en la que estaba.   Luego de conocernos en persona y dar la poca información que sabía del perrito, nos despedimos.   Es de las veces que me porté más fría, sé que si le hacía un solo cariño era suficiente para llevarme a Beto de regreso.

Cinco días después, según me dijo M. Inés, él juega todavía con reserva, y a pesar de sus problemas piel y la cojera de una pata (con la que ya no se apoyó más desde que lo revisaron, según me dicen)  no deja de seguirla y me imagino venerarla.
¡Bien por ti Beto! ¡Felicidades M. Inés Por tu nuevo fan!


Gracias a todos los que hicieron posible que Beto tenga a partir de ahora, una vida feliz.



Apenas 6 días después de su rescate

Historia pendiente (del viernes 26)

El viernes pasado, debido al reposo obligatorio por una operación (apenas un día después), no hubo relato, consejo ni regaño; o sea no escribí nada. Hoy, pues, me pongo al día.

Las pláticas con nuestros amigos tienden a llegar al tema de los perros (no creo estar develando un secreto).  De hecho, he notado que hacemos un esfuerzo para no seguir hablando de ellos, tanto nosotros como nuestros amigos; pero no falta la historia canina y esta es de una de esas pláticas.

Hablando de lo desgraciadas que son algunas personas, respecto al trato a las mascotas, con bebidas en mano y rostros indignados, Roberto tomó la palabra:

‹‹¿Se acuerdan de Gustavo? Bueno a él también le gustan los perros.  Y por su trabajo, hace poco, fue a casa de un señor, no sé si a cobrar o a vender.   Resulta que, mientras esperaba que el señor llegara, lo atendió la esposa.  En lo que hablaban, haciendo tiempo, contó que se apareció una perrita que estaba flaca de lo peor y por pelo tenía un solo mechón.
—¿Y esa perra? ¿Está enferma o es así —dice que preguntó.
—¡Ratos que está enferma la chucha! Es que no hemos tenido tiempo —le respondió la señora.
—¡Pobrecita! ¿No la han podido llevar al veterinario?
—No.  No hemos tenido tiempo para ir a perderla.  Y a mi marido siempre se le olvida comprar veneno —dijo la vieja.
—¡Ah! ¿Qué? ¡No!  Sabe qué, mejor démela si está pensando hacer eso.

Total, que salió de ahí con perra y maldiciendo a ese tipo de gente, si es que se le puede llamar así.
Vieran que bonita es la perrita, ahí la tiene en su casa y la está tratando mientras le encuentra un hogar.››

viernes, 19 de agosto de 2011

Lindo piojoso

El lunes de esta semana, esperaba a mi mamá para ir a trabajar.
—Acabo de ver un perro, tan, pero tan maltratado en la carretera que hice a un lado el auto y me bajé a traerlo.  Se metió entre el monte y no logré agarrarlo. —Fue lo primero que me dijo cuando vino.
Metimos una caja y bolsas plásticas para, si fuera necesario, usarlas de guantes.  No lo encontramos.

El miércoles, regresando del trabajo, vi, entre las llantas de una camioneta, a un perrito en tan fatal condición que apenas le dije a mi mamá que disminuyera la velocidad mientras me bajaba.  No sé a que horas saqué las dos bolsas que llevaba de repuesto del lunes anterior (mamá siempre pierde las cosas y por eso llevaba un par extras), ni siquiera sé cual fue mi impulso a sacarlas, la mayoría de las veces que recojo a un perro callejero lo hago sin protección.
En lo que alcanzaba al can, escuché la voz de mamá que decía: —¡Ese es el perrito del que te hablé!

El perro, aunque cojeando, corrió para alejarse cuando entendió mi intención y yo tras él.  Los trabajadores de la municipalidad que estaban por ahí ofrecieron ayudarme.  Me contaron que el perro estaba en los alrededores desde el día anterior y que de mote le llamaron Toro.
Cuando vean la foto les causará tanta gracia como a mí.

El perro se rindió al llegar frente a la tienda, no le daban para más las fuerzas.  La tendera se rió al verme de nuevo, esta vez corriendo un perro, me reconoció del año pasado cuando anduve buscando el hogar de Prisci.
Lo metimos en la caja (como cosa rara no la habían sacado del auto) y lo llevamos al veterinario. 

Unas horas después me llamaban para que fuera por el perro.  No se podía quedar en el hospital.  Me pareció extraño, me ofusqué, me indigné.  Luego me explicaron que estaba cubierto de: ¡Piojos!
Tenían muchos huéspedes caninos y no había un lugar en donde lo pudieran aislar.
Me empezó a picar todo el cuerpo, me sentía infestada a pesar de los cuidados que había tenido.
Por la salud de mis perros, el ritual, luego que rescato un callejero es este: Lavo mis brazos, piernas y zapatos antes de entrar a casa, me aplico un líquido especial contra parásitos, entro sin tener contacto con mis perros, de inmediato lavo la ropa y me baño. Además, a este perro ni siquiera lo había tocado, gracias a las bolsas.
Así que reconozco que la sensación era mental.

El baño que le realizaron en la veterinaria lo había limpiado pero no por completo, se le tiene que seguir tratando, al igual que una infección en los ojos.  La cojera, resultado tal vez de que alguien lo tiró de lado, no presenta quebraduras.
Para quien no logre visualizarlo desde ahora, le digo: Cuando se reponga ¡Será un perro precioso!

Mi mamá lo ha nombrado Beto.  Como es pequeño y tranquilo lo ha aislado no sólo por los piojos, sino por los demás perros (agresivos) que tiene.
Al momento, el grupo Adopta a una Mascota ha colaborado promoviendo la adopción de Beto.

Estoy segura que encontrará un excelente hogar. 


Si desea información de Adopta una Mascota, sobre los perritos disponibles para adoptar escriban a: mascota_adopcion@yahoo.com o por medio de Facebook, perfil: Adopta una Mascota


Beto, fotografía tomada hoy
(Les juro que se ve mejoría de cómo estaba hace dos días)

sábado, 13 de agosto de 2011

Diagnósticos y tratamientos

Hace meses que Nova (la verdadera, la Cocker, por quien uso el seudónimo) está en tratamiento médico.  Primero le apareció una mancha en el lomo, a la que no prestamos mucha atención.  Luego una roncha en el cuello, a la que tratamos con medicamentos en crema que tenemos en casa.  No mejoró.  La llevamos a examinar y el veterinario le recetó antibiótico.  Se curó por unos días y luego le salieron dos ronchas.  El doctor conociendo que en casa somos responsables de seguir las indicaciones asumió que necesitaba un antibiótico más específico.  Se lo proporcionamos a Nova y el resultado fue el mismo. Y así continuamos una vez más.

Perseo murió y me imagino que por el estrés de este suceso la condición de la perra empeoró.  Hartos ya de los gastos de consultas y medicinas sin efecto duradero la llevamos de nuevo pero esta vez solicitamos un raspado de piel, la lógica nos dictaba que podrían ser hongos.  Nuestro doctor no estaba y su colega, aunque no muy convencido por nuestra solicitud, obtuvo la muestra.  Diez días después nos decía que había salido positiva a estafilococo y a un hongo llamado malassezia.  Además, el resultado definía cuáles medicinas eran las apropiadas pero sólo para la bacteria, por alguna razón en el laboratorio no habían sacado ese dato para el hongo.  Somos clientes y sabían que el costo extra lo pagaríamos.
Tuvimos que esperar una semana más.

El tratamiento adecuado tardó tanto en proporcionársele que el hongo aprovechó y lo que pudo curarse en dos semanas llevará, mínimo, dos meses.
Sé que los antimicóticos son muy fuertes para el hígado (podrían causar la muerte dependiendo de la salud de la mascota) y luego de esta experiencia no nos dejamos llevar por lo que el médico “considera” que está bien, así que a medio tratar la llevamos a sacarle muestras de sangre para chequear su funcionamiento hepático.  Hasta ahora todo bien, pero la mejoría va lenta, al menos sabemos que le estamos dando las medicinas correctas.

—¿Por qué el doctor no dudó que tuviera hongos? —pienso.  Recuerdo que él, al principio del problema (y también su colega) nos hablaron de reacciones alérgicas y se concentraron en ese tema.  Para nosotros (Rk y yo) fue más sencillo aceptar los primeros diagnósticos, fáciles y económicos de tratar ‹‹—Son sólo un par de ronchas —pensamos››.  Los doctores se equivocaron y nosotros también por consentir el mismo diagnóstico más de una vez.

Espero que esta experiencia les sirva para buscar más información sobre la dolencia de su mascota en caso necesario.

viernes, 5 de agosto de 2011

Musa (continuación)

El primer día que Musa llegó a casa,  Skippy se comportó como si no le importara su presencia.  En cambio la cachorra trataba de llamar su atención como fuera.
En ese entonces nuestro jardín era de unos 16 metros cuadrados, más grande que lo que ofrecen las casas hoy en día y con seguridad más pequeño que mis deseos.  Pero este espacio fue suficiente para que Musa corriera, corriera…y corriera.  Lo hizo en círculo por más de media hora y en todo ese tiempo Skippy estuvo al centro.   Al fin, la perrita se echó.

Puka continuó haciéndose la desentendida, ignorando a la nueva integrante de la familia, hasta que nosotros dejamos de prestarles atención, entonces Skippy la interrogó con la nariz.  La olfateó una y otra vez, la colocó boca arriba y siguió averiguando más sobre la perra negra.  Cada vez que Musa trataba de levantarse, la otra la empujaba y le demostraba quién tenía mayor jerarquía, brusca pero sin lastimarla.
Luego de revisarla, Skippy con cierta insolencia la dejó en paz.  Musa consideró que había hecho una nueva amiga y la persiguió por toda la casa, actitud que a Skippy le parecía irritable.

Tengo muy claro cual fue la manzana de la discordia, lo que no sé es cómo paró en el piso de la sala: una tortilla tiesa.   En cuanto Musa la vio caer fue por ella, Skippy observó desde el sillón en el que se había subido para que la cachorra dejara de hostigarla.   La nueva Cocker apenas había alcanzado la tortilla cuando Puka le cayó encima, se la arrebató con grosería y gruñendo.  Musa lloró, tal fue el susto que se orinó y  Skippy se subió de nuevo al sofá a mordisquear la dichosa tortilla; sabíamos que no le gustaba, de hecho, en menos de un minuto la abandonó. 

Días después vimos a Skippy enseñando a Musa cómo salir al jardín, en dónde estaba la comida y los juguetes.  Fue amable y cariñosa.  La cachorra desde el primer día había aprendido quien mandaba y fue suficiente para que respetara el espacio de la otra. 
Fue una amistad que duró hasta la muerte de Skippy.

Ahora veo a Musa con su cara casi blanca por las canas y me pregunto si añora esos días en que podía corretear y dormir a la par de su compañera.  ¿Pensará en su juventud, como lo hacemos los humanos y en la soledad por la falta de compañía de los de su misma edad?
Con dificultad camina hacia al jardín en los días soleados y se acuesta en el lugar de siempre, suspira, dormita y luego entra con el mismo paso cansado con el que salió.   Y yo, al verla así, la imagen que se me viene a la mente es la de esa cachorra que saltaba tanto que las orejas se abrían como alas, enmarcando un rostro de brilloso pelaje negro lleno de vida.

viernes, 29 de julio de 2011

Musa

Skippy estaba sola.  La madre, Consentida había muerto.   Su duelo, como lo comenté en Tristeza canina, fue casi inaguantable, pero no era para menos, ahora que lo veo desde otra perspectiva.
En esos días muchos cambios sucedieron en la vida de Skippy, cambio de casa, la falta de su compañera canina y días sin mí, cuando me fui de luna de miel; no fueron muchos y estuvo bien cuidada, pero me imagino que fue estresante que el mundo como lo conocía cambiara tanto en un par de meses.

Rk y yo logramos controlar hasta cierto punto la tristeza de la perra pero seguía faltando algo…, alguien.  Y Musa llegó a casa, todavía cachorra, Cocker y negra como los pecados.  Preciosa.
Ella salió de una de esas tiendas de mascotas, no la querían y por eso pasó a ser parte de nuestra familia.  Aunque admito que si hubiéramos pensado en tener otro perro no se nos hubiera ocurrido adoptar, no había tanta información sobre los perros sin hogar y no se les veía tanto como ahora y éramos ignorantes al respecto.

Musa era educada, graciosa y juguetona pero tenía un defecto: Tosía como un tuberculoso.  Los que nos la dieron nos recomendaron que fuéramos a la tienda en donde había sido adquirida, tenía “garantía”.   No entendimos el concepto, no era un electrodoméstico, así que asumimos que cubrirían los gastos de veterinario.   No fue así, una frase simple explicó qué significaba la palabra: ‹‹Tráiganla de vuelta, con gusto se la cambiamos.›› ¡Qué horror!  Sólo tenía un par de días con nosotros pero ya la amábamos. No tuvimos que pensarlo. Rk y yo ni siquiera nos vimos para responder al unísono: ¡No!

Ella es el ejemplo perfecto de lo que pasa con muchos perros que son vendidos de esa manera.  Nacen enfermos, alguien los devuelve o regala.  En su caso ella tuvo la oportunidad de ser parte de una familia, no todos la tienen.
Y como la historia ya se convirtió en enseñanza, prometo que luego continuaré relatando anécdotas sobre Musa.

sábado, 23 de julio de 2011

Ventas indecorosas

Hoy vi una fotografía tomada en una calle atrás de Novicentro, cerca de la iglesia Las Charcas.  Es de un camión de fletes y adentro tiene jaulas con perros de diferentes razas y la mayoría son cachorros.  Los perros están a la venta y ese es el modo que utilizan para comercializarlos. 
Sé que no es la primera vez, los he visto antes y están ahí desde hace años.  Los “comerciantes” saben que más de algún perro se les venderá cada día, porque causarán ternura, lástima o por un berrinche; pero ante todo, están seguros que venderán porque no faltará el comprador que lo haga por ignorancia.

Estas “personas” que lucran de esa manera, venden y seguirán vendiendo porque alguien compró y otros comprarán.  Les aseguro que si nadie adquiriera un animal con ellos en al menos un año, no seguirían.   Ya que con buena intención de brindarle un hogar aunque sea a uno de esos cachorros causa que la madre siga pariendo y pariendo y…
Los perros que no venden siguen con ellos para volverse reproductores, tengan en cuenta esto: No son perros que sean amados y que estén bien alimentados.  Son sólo máquinas para hacer más perros y con eso dinero.

Por eso escribí ignorancia, aunque tal vez debí decir falta de imaginación.  Ya que uno debería pensar: ¿Y de dónde sacan tantos cachorros? Aparte de ver las condiciones en que están.
Pero el desconocimiento no se limita a no querer pensar en el mal trato que les dan a los padres caninos o a los cachorros, el comprador no se imagina que al adquirir un animal que salió de esas condiciones también lastimará sus bolsillos en los años venideros.
Me explico: un cachorro, comprado de esta manera, con seguridad nació de la cruza entre padres e hijos o entre hermanos, y usted lo ve y es un pura raza, es precioso ¿Pero se imagina los problemas que ese perro tendrá?  Físicos o mentales, o hasta ambos.
Por ejemplo: Si cierta raza tiene tendencia a la sordera, la posibilidad de que el perro nazca sordo será mayor si los dos padres comparten los mismos genes.   Igual sucederá si es nervioso, agresivo, con displasia, de piel débil etc.
¿Y quién creen que pagará los costos de tratamiento? (claro si es una persona responsable).
No se fíe de la garantía que le ofrecen, a esos vendedores no les interesa el cariño que usted tenga por el animal, para ellos es un negocio, un producto que puede ser reemplazado (si es que lo hacen).
Y aclaro: No digo que estas personas sean criadores (cosa con la que tampoco estoy de acuerdo debido a la cantidad de malos protectores y mascotas abandonadas), de hecho estos no quieren ser confundidos con las “personas” que comercian con los perros de esta manera. 

Hay una frase que escuché de un documental de Cesar Millan: ‹‹Al comprar un cachorro que sale de una fábrica de perros, sólo se está dejando lugar para que se comercialice la siguiente camada.››

He escrito las razones por las que no se debe adquirir un perro de “comerciantes” como los descritos al inicio, ya las sabe.  Ahora de usted depende…

viernes, 15 de julio de 2011

Ángel personal

Hace quince años falleció Consentida, mi primera Cocker, la grande, la bella; ella era el reflejo de mi niñez.
En ese momento me pareció doloroso pero normal, me habían dicho que a sus doce años era anciana y que sólo los perros bien cuidados llegaban a semejante edad.   Ahora sé que no es una regla y que con mejores cuidados desde temprana edad, hubiera vivido más tiempo.

Una llovizna fue suficiente.  Se resfrió.  Se complicó en bronquitis y gastroenteritis.   Con seguridad lo hubiera logrado si no hubiera padecido del corazón.  El suero que necesitaba para reponerse fue el que no soportó.

De cualquier manera, luego del susto que me había dado un par de años antes cuando dejó de respirar, sabía que su muerte estaba cerca y por eso en cada oportunidad que tuve le demostré todo el afecto que sentía. 

Al final no le gané a la muerte, pero no me quedó nada más por expresar, ni por hacer.   Sólo me lamento no haber estado a su lado cuando falleció, pero ella estaba en el hospital y murió a las cinco de la mañana.  Si la hubiera tenido en casa, el resultado hubiese sido el mismo pero yo sentiría culpa de que no tuvo mejor atención.  Eso sería peor, pensar en que tal vez se pudo salvar.
Consentida fue mi primera hija canina, una gran amiga, consejera y confidente.  El convivir con ella formó, en parte, mi carácter. 
Aun recuerdo su personalidad, sus lamidas y su olor, ese olor a cachorro y adulto que era muy de ella.  A veces, cuando sueño con ella, mi cerebro me consiente y siento su aroma; al hacerlo siento paz y felicidad.

Solía decirle que era mi ángel personal, aún lo creo, porque a pesar de que lleva tantos años enterrada todavía la siento cerca de mí.

viernes, 8 de julio de 2011

Escuchaba atenta

¿Han notado que hay perros que ponen más atención a ciertas cosas que a otras?
Consentida solía hacerlo al escuchar a mi mamá.

Mi madre es una persona que se basa en los números: ¿Cuánto gana? ¿Cuánto gasta? Si se hace esto, se obtendrá lo otro.   Y por supuesto: Calculadora en mano, cosa que no siempre le sirve ya que se adelanta al resultado y ella continúa en lo suyo.
Así que, en mi adolescencia cuando vivía con ella, por veces llegaba a la habitación y me decía: ‹‹Vamos a hacer cuentas y te voy a decir qué es lo que pienso.››
Yo prestaba atención los primeros cinco minutos, después me ponía a pensar en otras cosas y sin interesarme por lo que hablaba asentía con la cabeza. 
Luego me di cuenta que Consentida sí se interesaba (a diferencia mía), seguía con la mirada la boca de mi mamá, se ponía tan atenta que poco le faltó que la interrumpiera para que le explicara algún dato.  ¡La perra se entretenía de una manera asombrosa!
Cuando entraba mi mamá con la calculadora, la perra de inmediato se subía al sillón y se sentaba a escucharla.


¿Qué pensaba Cony?  ¿Era la verborrea numérica la que le atraía?  Por supuesto nunca lo sabré, pero mamá si supo que era mejor hablarle a la perra porque parecía entenderla mejor que la hija (yo).

viernes, 1 de julio de 2011

Mamá a la orden

Regresando a las anécdotas de años atrás, continúo con Skippy.   Sí, era traviesa, pero también leal como suelen ser los perros.   Aún así nunca logramos que jugara como los demás canes.  ‹‹—¡Trae la pelota, Skippy!›› Y ella salía corriendo atrás de la bola, la agarraba, nos hacía ademanes y se iba corriendo con ella.   Creo que el juego para ella era: Agarren ustedes la pelota, si me alcanzan.
Nos dimos cuenta que el te lo tiro y me lo traes, no era lo suyo.  Tampoco lo fue la búsqueda, sí encontraba lo que se le pedía pero nunca lo sacó de los escondites en donde colocábamos los juguetes, sólo señalaba por un par de minutos, se aburría y se ponía a saltar en la cama.  A veces ella los cambiaba de lugar y éramos los humanos los que resultábamos buscando.

Consentida en cambio, realizaba todos los juegos y se enorgullecía de su habilidad, también nosotros.  Puka (como ya he mencionado que se le llamaba también a Skippy de cariño) se vengaba al ver que su mamá nos complacía, tomaba impulso y corría para empujarla como si fuera un profesional de football americano contra su adversario.  No tienen idea de las veces que se la quité del camino.

Una única orden aprendió en su juventud Skippy.  Ni siquiera se la enseñamos, lo supimos por casualidad.   Salimos un día al jardín a jugar con las dos perras, Puka siempre adelante y lo normal era que Cony saliera con nosotros.  Esa vez Consentida se atrasó, tal vez se quedó tomando agua o buscando un juguete.   Al ver que ella no venía dijimos:  ‹‹—Skippy ¿Y su mamá? Vaya por su mamá.›› La joven Cocker, de inmediato, corrió hacia adentro y al minuto regresó jalando la oreja de la madre, quien venía no muy convencida de la manera en que era tratada.
La acción la siguió realizando todas las demás veces que se lo solicitamos y se le notaba que le causaba placer.  No estoy segura que lo hacía por complacernos, sino por jalonear con pretexto a Consentida.

Así era mi Skippy, entendida cuando quería y la mayoría de las veces no quiso.

viernes, 24 de junio de 2011

Tristeza canina

Antes de vivirlo, no había pensado en cómo los perros se sentían luego de la muerte de un compañero canino.
Consentida fue la primera perra en mi casa que tuvo de compañía a su hija Skippy.  Cuando Cony murió, fui muy egoísta en pensar sólo en mi dolor y no razoné al principió el porqué de los cambios de humor que Skippy tenía.
Ya he relatado que esta perra fue el modelo del porqué a los Cocker Spaniels se les llama locos.  Ella iba más allá de la palabra traviesa, era destructiva.   Pero nunca pensé que su carácter podía empeorar.

Al morir su mamá, se ensañó con todo y todo el tiempo.  Desgarró cortinas, tiraba adornos y llegó al colmo de realizar sus necesidades dentro de casa, algo que no había hecho desde cachorra.   ¡Era frustrante!
Un día Rk llegó del trabajo y desde la calle escuchó los aullidos de Skippy.  Entró a casa enfadado pero en silencio para observar a la perra ¿Por qué aullaba?
El enojo se convirtió en lástima al ver que Puka (también así la llamábamos de cariño) estaba sentada al pie de la cama viendo la foto de su mamá que tenía al frente.  Ella sufría y nosotros no le dábamos consuelo.   Nuestra actitud cambió, prestamos más atención y la situación con Skippy mejoró en días, en especial cuando llegó Musa  
Cuando Greka, la mamá de mis Cuachuchitos murió, Skippy se dolió también, para entonces tenía catorce años y recién había sido operada de un tumor en el páncreas, pero esa vez se enfocó en cuidar de los cachorros, ellos tenían dos meses y me imagino que sabiéndose abuela  decidió compartir la maternidad de los huérfanos, conmigo.

Los Cuachuchitos no sintieron tan fuerte la pérdida de su mamá, ella no había podido cuidarlos debido a lo enferma que estaba y al estar tan jóvenes no reconocieron la muerte. Pero un año después, cuando Skippy murió a sus quince años,  la lloraron.  Perseo rascaba la tumba aullando y enseñándonos el lugar.  Nova entró en negación y los otros dos no quisieron salir al jardín.   Fue muy doloroso para nosotros, humanos, observarlos y no encontrar la manera de explicarles que así es la vida, en especial porque Puka ya era anciana.

Ahora con la muerte de Perseo son cuatro canes los dolientes.
Nova, de nuevo entró en negación, seguida de días de furia; todavía tiene sus momentos de mírame y no me toques y hasta de no me mires. 
Keyla, es más tranquila.  Se nota que extraña a su hermano pero no en cambios bruscos, casi se podría decir que acepta la muerte sin exagerada preocupación.
Musa, sin ver ni oír, estoy segura que olió que el perrito que más la cuidaba y quería, murió.  Aún así, lo busca por veces.  Ella, por la artritis no sube las gradas, igual se acerca a ellas a ladrar, para ser oída en el segundo nivel, sólo a él llamaba y sé que a él es a quien busca.
Gecko, el otro único macho, mi sorpresa más grande.   Se la pasaban compitiendo, siempre querían comer del mismo plato, marcar el mismo árbol (a veces sólo salían a marcarlo uno tras otro hasta que alguno se cansaba). Deseaban el mismo juguete, se gruñían y mantenían distancia uno del otro a excepciones de cuando pasaba el perro vecino y uno entraba a llamar al otro para que lo acompañara a ladrar.   Era una relación de me estorbas y caes mal pero te quiero.  Gecko es a quien la tristeza se le nota y mucho.   Come y por momentos se queda en espera de que lo empujen del plato, como no sucede se cambia de plato, luego se rinde y se echa en el cojín.  El uso de hueso limpia dientes ya no lo usa tan seguido, pareciera que no es gracioso que Perseo, quien esperaba a que terminara de usarlo, no esté.   Pero la mayor muestra de su pena son los juguetes.  Gecko juega un rato con ellos luego los lleva al jardín y los deja en donde Perseo está enterrado.  A veces se queda esperando ¿una respuesta? ¿Una acción? No sé.

Veo en mis perros, el reflejo de mis sentimientos ante la perdida de Perseo, pero no es que actúen así porque esa energía les transmito.  Ellos también han perdido a un ser amado.   Pero estoy consiente que de Rk y de mi depende que ellos sean felices y por eso los apoyamos con caminatas, juegos, amor y lo que podamos ofrecerles mientras aprendemos a entenderlos más. 

viernes, 17 de junio de 2011

...Cuatro

Una práctica que realizamos en casa, justo antes de salir, es contar los perros que tenemos a la vista.  A Musa no se le incluye en el conteo, desde hace unos años ella no se acerca a la puerta al menos que se le obligue con correa.  Será la ceguera, falta de fuerza por la edad o simple sensatez.  Así que sabemos que, a la hora de salir, Musa estará en su cojín o tomando el sol en el patio.  

Con los Cuachuchitos es otra historia.  No es que se escapen al ver la puerta abierta, es que tienen la costumbre de esconderse y quedarse encerrados en dormitorios o closets.   Entonces para evitar que se queden donde no deben, contamos y si alguno hace falta revisamos hasta encontrarlo y asegurarnos que está bien.

Uno, dos, tres.   Parte de mi sigue pensando en el número cuatro.   En una milésima de segundo pienso: ¿Y ahora en dónde se metió Perseo? Y en el mismo instante recuerdo que no debo buscarlo.   No tengo más un cuarteto de jóvenes Cockers.
El dolor que me ha causado la muerte de mi perrito regresa y la falta de sus ojos traviesos hace que los míos, no puedan contener las lágrimas.  

Mañana, tal vez, no lloraré tanto como ayer y sonreiré ante el recuerdo de sus malcriadeces, su ladrido ronco y sus movimientos felices.  

Uno, dos, tres…, en voz alta. Cuatro, pensaré. 






sábado, 11 de junio de 2011

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El viernes pasado antes de ir a casa de Horus, llevamos a Perseo, uno de nuestros Cuachuchitos, al veterinario.
Tenía días de estar enfermo, no era raro en él, tenía problemas digestivos.  Se le dio su medicamento y tuvo cierta mejoría pero seguía extraño y por eso lo llevamos a revisión.
A simple vista, a pesar de lo decaído que estaba, la doctora nos indicó que entre todo lo que le pasaba, era normal su condición. Y para mejor diagnóstico le sacaron muestras de sangre.

El sábado por la mañana, la agitación que Perseo tenía era más fuerte, revisé sus ojos y encías.  Estaban pálidas, nuevo síntoma.  Lo primero que se me ocurrió fue hepatitis y sin terminar de pensarlo mí esposo y yo lo subimos al auto para llevarlo al hospital.   

Sólo cuatro cuadras faltaban para llegar, un par de minutos que se convirtieron en una eternidad cuando la vida me falló.   Nunca lo imaginé, aún puedo sentirlo acostado a mis pies esperándome a que termine de escribir.   Mi querido Perseo.

De nada sirvieron los intentos de resucitación, ni las mías mientras llegábamos, ni las del personal del hospital.  El equipo médico sólo demostró la falta de signos vitales.
Ni en un millón de años se me hubiera ocurrido que ese sábado, mi esposo y yo, íbamos a tener que escoger en qué parte del jardín colocaríamos el cuerpo de nuestro perrito.   
Persy Persy.  Mi siempre Perseo.

sábado, 4 de junio de 2011

Horus

Apenas una semana hace que, el perro que confundí con Onyx, fue rescatado.  Entre la pena de ver al pobre animal en tan desgraciada condición, a mis amigos adoptantes no les quedó más que bromear: ‹‹En la foto que enviaste, se miraba mejor. ¡Que baboseada nos diste!››
Y es cierto, en las fotografías no capté la realidad, aunque eso ya no es importante ahora.   

Me contaron que los otros dos perros (un Gran Danés y una Chihuahua) que tienen, aceptaron al refugiado sin mayor problema. Lo llevaron con la Doctora Veterinaria con la que asisten, quien donó sus servicios.  Los costos de medicamentos se sumaron a la cuenta de alimentación, ya que por lo desnutrido que está el concentrado no le apetecía del todo y hubo que estimularlo con proteínas más agradables.   
‹‹Lo llamaremos Horus›› me dijo Olga por teléfono, yo que sólo pienso en perros y sus formas, a primera oída lo confundí con Anubis.  
‹‹Ya hace el intento de ladrar a los extraños, aunque apenas le sale la voz.››

Hoy fui a la casa de mis amigos, me sorprendió ver lo repuesto que está.  Mueve la cola con facilidad, se comportaba como si allí hubiera vivido toda su vida.  Es sociable y cariñoso. Sigue flaco pero no como estaba, por lo mismo tendrán que esperar al menos un mes para castrarlo.
Es un respondón, se le regañó por tomar una galleta de la mesa (esa comida sí le apeteció) y se puso a refunfuñar, no fue agresivo pero sí expresó su desacuerdo al haberle negado la acción.

No todo es perfecto, Horus comienza a reponerse y eso significa que su personalidad comenzará a sobresalir.   Entelerido y todo, hay indicios de que es un perro dominante y comienza a hacérselo saber  a Cronos el Gran Danés, quien por su parte es pacifista y no le dará con facilidad, oportunidad de pelea, por ahora.

Tomé una fotografía viendo al perro desde arriba para que puedan observar como está.  Tienen que recordar que a pesar de cómo se ve, él estaba peor.  Horus es un lindo perro que alguien decidió abandonar, tal vez hasta lo dejaron donde se le encontró para que muriera.  

Hay cosas que no tienen solución, pero esta no es una de ellas, sólo es necesario tener la determinación de ayudar.