sábado, 30 de abril de 2011

Más allá de los cueros

Hace unas semanas escribí de Shilo, una perra callejera rescatada por una voluntaria de Adopta una mascota.  
Luego me enteré de Honey una Cocker color canela, a quien desde enero de este año la busca su familia humana.   

A pesar de los meses que han pasado los protectores de Honey no se dan por vencidos, continúan la búsqueda y solicitan colaboración para esto.    Así fue como la familia de la Cocker se contactó con Magda de Adopta una mascota, quien cuidaba a la rescatada.   
Me imagino que, mientras pedían ayuda para encontrar a su perra, vieron a Shilo y lograron ver más allá de los cueros a los que les hacía falta pelo por su problema de piel, la imaginaron sana y bella.    ¡La adoptaron! ¡Felicidades!

Siguen buscando a Honey y en el proceso cuidan a Shilo ahora nombrada Estrellita.   
Espero que la Cocker sea encontrada pronto y que muchos canes más tengan la suerte que tuvo Estrellita.   
Y ya que escribo mis esperanzas: ¡Que todos veamos más allá de la apariencia! En especial, por los perros que necesitan un hogar.


Y por si acaso la ven, buscan a:
Honey, Cocker Spaniel, se extravió el 20 de enero en Reformita, zona 12. Es color canela con parche blanco en el pecho.  Si tienen información el teléfono es: 55971809


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Servicio social:
Si desean adoptar una mascota escriban a: Adopta una mascota, lizavela75@yahoo.es

sábado, 23 de abril de 2011

La distracción

He estado pensando acerca de qué escribiría hoy pero el perro de un vecino me distrae.   Tiene tres días que está aullando, a ciertas horas, no todo el tiempo, menos mal; y juro que me pondría a llorar a la par de él, imaginando que lo dejaron sin más ni más en estas vacaciones, sino fuera porque sé que no es así.

El perro vive a dos casas de distancia de la mía pero, con las paredes delgadas y pequeños jardines que nos “dividen”, bien podría pensar que está a la par mía.
La primera noche que lo escuché me preocupé al pensar que lloraba por alguna dolencia o que le hacía falta alimento o agua.
Al día siguiente oí la conversación o tal vez sería más apropiado escribir: reclamo, que el vecino de atrás de la casa del perro hacía al “propietario”. ‹‹—Ese su perro no nos dejó dormir —dijo.››
La voz del molesto reclamante era tan alta que sólo tapándome los oídos era posible dejarlo de oír.  La respuesta no fue audible, al menos hasta mi casa.  Así me enteré de dónde provenía el llanto y además de que, ahí sí había un humano.  
Me sentí tranquila por el perro, aunque cada vez que comienza a llorar lo hace tan ahogado y ronco que da pena y sólo puedo pensar en consolarlo.

El aullido ha cesado por el momento.  Si continua será por dos días más, que deseo que no pasen, esta calma en la ciudad es una verdadera vacación.

viernes, 15 de abril de 2011

Y en cualquier vacación

El descanso de Semana Santa.   Vacaciones planificadas o viaje de última hora, pero el perro, muchas veces no está incluido.  Llevarlo a un hotel canino no es opción, es un costo que limita el paseo programado (según el “dueño”).   Así que, si bien le va al perro, alguien llegará a proporcionarle agua y alimento una vez por día, tal vez sea el primo o ese vecino extraño que apenas saluda.
Si no encontró a esa persona caritativa, que por supuesto se compadece del perro no del humano, con seguridad el can se quedará una semana encerrado, cubetas de agua y bolsa abierta de comida.  Créanme estoy siendo optimista, escribí cubetas no palangana, y de que sucede, sucede.

No sólo perros de casa son lo afectados, también los callejeros de la ciudad.  Algunos comercios y personas que suelen pasar a almorzar a casetas, no estarán para darles ese bocado sobrante.   No estarán los charcos de agua que provienen de garajes en donde lavaron el suelo o el carro.   La buena noticia en la ciudad: No habrán tantos perros atropellados.

Ninguna de las situaciones descritas debería de ocurrir.
Al tener un perro o cualquier mascota hay que recordar que son un miembro de la familia y debe tratársele como tal, no como un adorno caminante o un peluche que come. 
Y a los perros callejeros, aunque llevará tiempo lograrlo, hay que ayudar para proporcionarles una vida digna y mientras ese día llega: habrá que colaborar con castraciones. 

Son soluciones simples, lo difícil es que se divulgue.   He notado que a las personas les avergüenza más educar, que ver a un animal sufriendo.

Y aunque me siento como disco rayado, o una mala canción, de esas donde el verso se repite una y otra vez, de nuevo les dejo unos consejos para que ayuden a que los perros y cualquier otra mascota tengan calidad de vida.  Si pudieran seguirse todos sería fabuloso, pero con proponerse y trabajar con uno ya es bastante.
  • Adopte, no compre.
  • Castre a sus mascotas, o ayude con la castración del perro del vecino.
  • Done tiempo a organizaciones de ayuda a los animales.
  • Realice donaciones monetarias, alimento o medicina.
  • Ofrézcase como hogar temporal.
  • Ayude a encontrar hogares para animales en adopción.
  • Adopte a un perro callejero (son muy inteligentes, usted saldrá ganando).
  • Cuénteles a sus amigos estos consejos y convénzalo de seguir al menos uno.

viernes, 8 de abril de 2011

Laica

Hace unas semanas escribí que Milagro había muerto.  Para pensamientos prácticos esto significaría que hay espacio para otro perro, luego del luto.  Ahora relataré porqué esa idea es improbable:

Mi madre se mudó al lugar en donde ahora vive hace casi dos años ya.  Con desgano se acomodó lo mejor que pudo junto con Milagro.  La casa estaba descuidada, con apenas cerca perimetral y monte que llegaba al cuello.
A las dos semanas de estar viviendo ahí comenzó a llegar una perra sin hogar, con cara de Pitbull, manchas de Boxer, cuerpo de quién sabe qué y con la mejor disposición a hacer amistades.
La perra se acercaba a los barrotes que la separaban de Milagro lo más que podía.  Le movía y removía la cola, se le acostaba de panza y hacía miradas de inocencia eterna. 
Al principio, Milagrito era un hígado con patas, gruñía, ladraba y amenazaba a la intrusa.  Mi madre por sus ocupaciones y el cambio reciente no prestó atención y al ver que la otra sólo trataba de hacer amistad se limitó a proporcionarle comida cuando llegaba.  Era necesario, estaba desnutrida.

De decir: “la perra que viene”, “la chucha”, “la perrita”, a llamarla: “Laica” pasó en días, así como que a Laica le agarrara la tarde para irse de donde venía y de cuando en cuando comenzara a quedarse a dormir entre el monte de la propiedad.
Una noche, me contaron, que se escuchó en la calle una trifulca de perros.  Laica no llegó por dos días, mi madre se preocupó y con un par de trabajadores fueron a buscarla.  La encontraron al fondo de un pequeño puente, estaba atrapada y con heridas de mordidas.  Tuvo mucha suerte, era invierno pero no había llovido.   Sacarla requirió de mucho esfuerzo y creatividad.
Entonces fue cuando mamá entendió que había “adoptado” perra sin saberlo y resignada le colocó una casa canina.  

Laica se recuperaba de manera admirable, Milagro ya estaba menos molesta con su presencia.  Y luego de quince días en que dejé de ir a visitar a mamá y volví a ver a Laica, sólo me quedó decir: ‹‹Vas a necesitar periódico viejo, porque esta perra pronto va a parir››
Pensé que aún faltaba una semana, pero fue al día siguiente.   La idea que habíamos hablado días antes, de operar a la perra, por supuesto se pospuso.  Ella había llegado embarazada.

Para la felicidad de Milagro que fue una especie de niñera de perros, Laica tuvo siete cachorros y como en aquella canción infantil (que nunca entendí cuál era la gracia que se hubieran muerto todos) uno murió, a otro se lo robaron, otro fue adoptado y a los cuatro restantes, como las personas que decían querer uno no convencieron a mi mamá, se quedaron viviendo ahí.  Unos son peludos, otros pelo corto, de diferentes colores y alturas nadie creería que son hermanos.  Se han apoderado del espacio, ni un humano y menos un perro desconocido puede entrar a la propiedad.   Son dulces, con mamá.  Al menos está bien cuidada.
Así que como verán, por esa jauría territorial es más práctico no pensar en llevar otro perro. 
 

viernes, 1 de abril de 2011

Consentida pastora

Viendo una película entre estornudos, tos y dolor de cabeza (estúpida bronquitis), recordé las habilidades que tenía Consentida.
Siendo Cocker Spaniel, uno esperaría que la cacería de aves fuese lo que la atraía.  Sí y no.
Cony no tendría más de tres años, cuando a la casa llevaron una criadora, que para los que no saben qué es, es una estructura de metal en pisos que sirve para la crianza de pollos.  La que llevaron a casa era pequeña pero suficiente para ayudar a las necesitadas finanzas hogareñas.

Comenzó la crianza y también los pollitos escapistas que se salían para arrinconarse en las esquinas inalcanzables de las patas de la criadora.  Mi mami y yo nos estirábamos lo más que podíamos para alcanzar a las pelusitas amarillas que piaban y piaban.  En esos momentos a Cony se le encerraba por la idea que la perra bien podría, por sus nervios, morder a uno de los pollitos.  

La constancia con la que teníamos que realizar el “trabajito” nos hartó y dejamos de prestar atención a cada pollo que se salía y esperábamos a buscarlos hasta que sintiéramos que eran bastantes.  En uno de esos momentos se nos olvidó entrar a Cony y en cuanto nos agachamos a buscar a las aves, Consentida pasó, correteando una a mi lado, luego a otra y a otra, más rápido de lo que pude levantarme para evitarlo.   Cuando vi, la perra tenía a un grupo de pollos arrinconados contra una pared esperando por mí.   Ningún ave estaba lesionada, babeadas sí pero no más que eso.  Consentida se convirtió en una pastora de aves y en una excelente ayuda mientras la criadora estuvo ese año en casa.  

Y si a todo esto se preguntan: ¿Y que tiene que ver el recuerdo con la película? No lo sé, creo que vi un pato volando en ella.  Tal vez por ser ave me recordé de los pollos.  Quién sabe.  Al menos tengo el pretexto perfecto: tenía fiebre.