viernes, 8 de octubre de 2010

Tigre Fiestero

Nos mudamos a una granja, y por falta de cercas, para que no se perdiera, Consentida se quedó viviendo con mi abuelita.   Las visitaba seguido, pero igual me hacían falta las dos.
El lugar no era cómodo, o bonito, pero lo bueno de la adolescencia es que entre los estudios y sin las preocupaciones de adulto, uno encuentra como pasarla bien con lo que le gusta, y en este caso fue compartir el espacio con caninos.

Había en la granja varios perros de los trabajadores, o al menos eso pensé por algunas semanas.  Cuando preguntaba: ¿Y ese, de quién es?  No recibía respuestas concretas, pero no presté atención, luego supe que eran perros que se quedaban ahí a falta de tener un hogar.
Nadie decía nada al principio, se preocupaban porque se les sacara a la calle.  Por supuesto eso no pasó, y entre el pedido de concentrado para pollos, se agregó comida para perros (aparte que se ganaron la castración sin solicitarlo).  

El perro que más cariño me hacía, era flaco como un galgo, con una oreja parada y la otra caída, color café con rayas oscuras.  Al saludar, lo hacía tan exagerado que lo llamé Fiestero.  Para cuando supe que lo llamaban Tigre (más apropiado por sus colores) era demasiado tarde, yo ya no me acostumbré. 
Fiestero se convirtió en mi sombra de inmediato y los demás perros alrededor pronto se sumaron al séquito.   Llegó un momento en que me daba vergüenza, no por la variedad de formas de los perros (a ninguno se le adivinaba una raza) si no por la cantidad que me rodeaba. 

Algunas veces me tocó ir en autobús extra-urbano al colegio.  Para tomarlo tenía que caminar un kilómetro hacia la carretera principal.   Dejando a un lado mis quejas por el hedor de axilas o por lo apretados que los usuarios íbamos (sentados o parados), mi preocupación era Fiestero.   Él me llevaba a la parada y luego regresaba a la granja.  Yo lo regañaba, amenazaba, ignoraba; pero el perro sentía la responsabilidad de acompañarme.   Se le encadenó, se le encerró, pero nada lo detuvo.

Una vez en una cuadra un perro grande, nos amenazó.   Fiestero, tranquilo, siguió a mi lado mientras nos alejábamos.  Toda esa semana me tocaría ir en bus y apenas era lunes.  El martes, la misma historia, pero otro perro  se unía a nuestro agresor.  Igual el día siguiente, sólo que está vez, al ser tres los bravucones se nos acercaron más.   Sabía que no debía correr y mientras pudiera ser el escudo de Fiestero, no me importaba.
Qué hacía él, cuando regresaba sólo. No lo sé, nunca lo vi golpeado. 

La situación se ponía difícil y no podía cambiar el recorrido.   Estaba en parciales y tenía que asistir al colegio.   El jueves tomé mi bolsón y me escabullí del perro.
Satisfecha iba, porqué él se había quedado, cuando escuché patas en la tierra.   Era Fiestero corriendo para alcanzarme, pero no estaba sólo.  Por primera vez, los demás perros que se habían regalado en la granja lo seguían, Negra, Canelo, Negro y Mocho (los que eran de los trabajadores no asistieron).
La cuadra de los abusones era la siguiente.  Traté de que se regresaran, pero ellos adelantaron su paso.   Entonces intenté alcanzarlos.   ¡Los dos grupos caninos ya se enfrentaban! No de manera física, sino con ladridos, amenazando con posturas y gruñidos.  No pasó a más, el alborotador inicial se hizo para atrás y sus amigos lo siguieron.   Fue la última vez que nos amenazaron.  
Al regresar de los estudios, todos los perros estaban en casa, se les notaba una mirada triunfal.   Pero la verdad tuvimos suerte, buena y mucha. 
Leo lo que escribo y yo misma no puedo creer lo que pasó.  Reviso la anécdota, para quitar cualquier exageración y me doy cuenta que en todo caso omití describir el miedo que tuve.
El grupo de perros, murió con los años por vejez.   Me enseñaron mucho y gracias a ellos logré adaptarme a un lugar en el que no deseaba vivir. 

Siempre recordaré que la tarde anterior al enfrentamiento, vi a Fiestero compartiendo más tiempo con los demás perros.  Casi diría que secreteaba.   ¿Cómo les dijo a los otros que quería ayuda?  ¿Hasta dónde llega la comunicación canina? 
Los amantes de los perros, por ser observadores de estos, siempre expresamos lo inteligentes que son, pero limitamos esa inteligencia a referencias humanas.  

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