viernes, 27 de agosto de 2010

El Flaco Charly

Mis tíos me regalaron un Chihuahua, yo lo nombré Charly, los demás le decían Flaco.   Nunca me imaginé una raza tan nerviosa, al escuchar un ruido, se escondía debajo de la cama y ladraba como perturbado.  No había quién lo sacara de ahí. 
La debilidad que tenía Charly era Consentida, estaba enamorado.   Cony, pues, sí le gustaba el chaparro, aunque en su época de celo nunca se acercó a él.
No tengo muchos recuerdos con el perrito, porque no compartió conmigo, era como la historia frustrada de cuando tuve al gato.   Charly era de Consentida. 

El chihuahua vivió cuatro años por la Cocker, y también murió por ella.   En un arranque de celos atacó a Siervo, un perro dócil pero más grande (claro, cualquier perro era más grande) que no se dejaba y este, sin más, lo agarró justo antes que Charly lo tocara siquiera.
Eso fue suficiente, mi chihuahuita no tuvo oportunidad de llorar.  Fue más rápido que un instante, que una mirada.   Fue un accidente canino, Siervo lo mató sin querer, quebrándole el cuello.   Un golpe limpio, sin sangre y sin sonido.  
Lloré a mi perrito, por mi descuido, por sus celos, por no haberlo previsto.

Y ahora, una de las razones por las que camino a mis peludos con collar y cadena, es por si se acerca un perro loco, como el chihuahua, o los míos resulten ser los orates.  

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