viernes, 6 de agosto de 2010

Quien quiera un perro, que lo busque

Todos los días me tengo que repetir: No puedo rescatarlos a todos.   No me es sencilla la frase, y menos, cuando veo a un perro necesitado, dejarlo.  Pero en realidad no puedo, y sé que muchos amantes de animales pasan por lo mismo.  Hasta las pocas  asociaciones de ayuda a los animales tienen problemas de espacio y economía.

Hoy vi por la Colonia Santa Fe, un Cocker Spaniel, en una de esas rápidas vistas, que se dan mientras se maneja hacia el trabajo.  Considerando su tamaño tiene unos cuatro a cinco meses de edad.   El pobre animal tiene sarna en partes de su piel, y sin mucho adivinar no tiene un hogar.  Vagaba por las calles entre la Colonia mencionada y la Avenida Hincapié. 
No dejé de pensar en él en todo el día, preguntándome ¿Cuántas personas habrán optado por comprar un perro hoy? Porque era pura raza, porque era cachorro.  ¿Cuánto habrán pagado?  Estoy segura que el valor fue mayor que los costos de medicamento, que el Cocker sarnoso necesita.

No fue un buen día, ya que por la tarde, en la subida hacia el Centro Comercial Metro Norte desde la Calzada de la Paz, un perro Boxer adulto se adentraba al barranco, y lo que mi esposo confundió con un calcetín, era la pata trasera aplastada y morada por la que cojeaba.
Alguien pagó por ese perro. ¿A alguien se le perdió ese perro?

Como escribí: No fue un buen día, pero para mí, sólo por la impotencia de no poder hacer algo por ellos.  Quién sabe, tal vez mañana alguna persona que desea un cachorro de Cocker Spaniel, lo buscará y llevará a su casa.  Y tal vez, ese Boxer sea encontrado por quienes lo buscan.   Pero estos finales felices sólo suceden en los cuentos de hadas o cuando todos ponemos de nuestra parte.  

La conciencia no me dejó y fui a buscar al cachorro. Ya no lo encontré.

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