Con los
años hemos logrado tener una buena cantidad de juguetes, gracias a nuestros
cuidadosos caninos. Quién diría que podían jugar con ellos sin
destrozarlos. Sí, hay algunos que están
más remendados que una cobija creada por abuelitas, pero en general la mayoría
a sobrevivido a esas edades en que destrozar es el motivo de vida de un
cachorro, talvez porque arremetieron contra sillas y paredes pero eso es otra
historia.
Más que
escribir sobre el uso que les han dado, hoy me dedicaré a algunos de los
juguetes que tuvieron nada aptos y que los describían como adecuados.
El primero
fue un peluche con forma de mapache, al tocarlo se sentía firme pero el relleno
le permitía que pudiera doblar sus extremidades. La verdad era un muñeco muy lindo y cuando lo
compramos estaba en el área de mascotas y la etiqueta lo indicaba, aparte de
las advertencias que luego aprendí a
entender que cuando dicen: “no es masticable, no se deje al alcance sin
supervisión y está hecho con pequeñas partes que pueden ahogar”, entonces no se
debe comprar. Un juguete para perros es
para ser mordido, para que se entretengan cuando uno no está y usualmente lo
romperán y podrían tragarse algunos de los componentes. Este peluche entró en las fauces de Skippy
y duró algunos días intacto, hasta que un colmillo encontró el punto débil y
comenzó a dejar regadas miles de pequeñas pelotitas de plástico. Sentí interminable la limpieza y continué
encontrando esas piezas por varios días, ante cada encuentro sólo pensaba:
menos mal que no lo rompió mientras jugaba con la cabeza hacia arriba; como
suelen hacer los perros al morder.
El segundo
era un bello peluche hipopótamo color crema, el forro era suave y
delicado. Me encantó cuando lo toqué y
no lo pensé dos veces al comprarlo. La
etiqueta era grande y se la quité antes de dárselo a Musa, entonces se vio el plástico cocido en la
cabeza. Me pareció peligroso porque el
pedazo transparente podría llamarle la atención para “despulgarlo” y por eso nunca
se los di a mis perritas. Creo que me
tocó el juguete colado sin supervisar y sé que muchas veces los canes se
entretienen con objetos más dañinos, pero no me arriesgué.
El peor de
todos los juguetes, ahora que lo recuerdo, fue una tontera de mi parte
comprarlo, no imaginar lo que podía suceder y agradezco que el incidente
sucediera cuando estaba con ellos. Era
una especie de pelota, bueno, como una jaula redonda color rosa y adentro tenía
un cascabel que atraía al juego. Era de
plástico pero no tan duro como para que un cachorro la rompiera ni tan suave
como para que perdiera de inmediato la forma si la agarraban. Un poco más grande que una pelota de tenis y
creí imposible, por el tamaño de mis cachorros, que en ese momento
pudieran morderla y sólo podrían rodarla.
La puse en el nido y todos se volvieron locos de felicidad, corrían
atrás de ella, la movían con la cabeza o las patitas. Fue muy divertido. Llegó la hora de la comida y entonces se las
quité. El cascabel no me terminaba de
convencer, si estaba adentro significaba que podía sacarse y eso me ponía
nerviosa, y pensé en dejarla con ellos sólo bajo mi cuidado. Dos días más y continuaba el juego, el diseño
decía ser para perros y parecía funcionar. Como el cascabel me daba curiosidad la tomé
para ver si el riesgo que imaginaba era real y jugueteando con la “pelota” en
mis manos, en 10 minutos la bolita metálica se salió por uno de los
espacios, posiblemente ampliado por el uso.
Me dio tristeza pensar que el sonido que les encantaba a mis
Cuachuchitos ya no lo escucharían, pero estarían seguros y por eso no lo volví
a colocar. Un día después me sorprendí
de que la falta no les importaba y que seguían jugando con el rosado
juguete. Esta vez cometí la imprudencia
de dejárselos, porque ya no me preocupaba el cascabel.
La
siguiente mañana mientras les preparaba su alimento, los fuertes aullidos de
uno de los cachorros me asustó. Subí más
rápido que nunca y vi que la que aullaba aterrorizada era Nova y veía a su
hermana. Keyla tenía trabado el juguete entre sus finos colmillos y se notaba
asustada por no poder mover la mandíbula. Me llevé a la perrita a otro dormitorio, los
gritos de Nova nos ponían más nerviosas.
Me costó zafar a Keyla para no lastimarla, me preocupaba el dolor que
sentía por tener la boca abierta por más de cinco minutos y mientras desenredaba
sus dientes y colmillos trataba de pensar de qué otra manera podía quitársela
sin dañar a mi cachorra; pero entre la
pequeña perra un poco más calmada al estar conmigo y la ayuda que le dí, no sé
cómo, soltó el juguete.
Regresé a
Keyla al nido y se fue correteando y moviendo la cola para agarrar un peluche,
pero se detuvo a ver a Nova al igual que todos sus hermanos, porque mi pequeña
seguía gritando de la impresión. La
abracé por un buen rato y la consolé más de lo que me tocó hacer con su
hermana.
Poco a poco
van aprendiendo porqué soy tan sobreprotectora con mis perritos, pero más
importante es que ustedes, identifiquen por medio de mis experiencias los posibles
peligros a los que los exponemos sin saberlo, y si ya lo sabían o hasta ahora
lo saben, díganselo a otros para evitar accidentes y perritos heridos.
Sean
felices, hagan feliz a su perro y colaboren en la vida de perros sin hogar.
Hasta la
próxima,
Nova A.S.G.
Se me
olvidaba, durante este mes de marzo del 2014, la Municipalidad de Guatemala con
el apoyo de patrocinadores realizarán ferias de adopción de mascotas los días
domingos en la Plaza Cristóbal Colón (frente a canal Fox, avenida Las Américas
entre zona 13 y 14), cada domingo serán diferentes asociaciones las que se
presentarán con algunos de sus adoptables, 2 de Marzo, las asociaciones
presentes: Mascotas X Amor y AGMA.
Para quienes usan Facebook: www.facebook.com/Guatepets entre las publicaciones encontrarán la
información.