viernes, 16 de julio de 2010

Salchicha escapista

Terminaron los partidos del mundial, con satisfacción para algunos y decepción para otros.  A mí, aparte de compartir emociones por los resultados, me dejó con el recuerdo de un perro café de raza Dachshund (Salchicha) que le regalaron a un huésped del vecino.
Se lo regaló un  fanático del Fútbol (aunque no creo que de los perros) en 1982, en temporada mundialista. Ya era un perro adulto y llegó con nombre: Maradona.

Cuando el muchacho no estaba (“el dueño”), el perro hacía de las suyas en la cuadra.  La puerta de donde vivía la abrían a cada momento y poco interés tenían los demás en cuidar que Maradona no se saliera.   Para colmo el perro estaba embobado por la sirvienta de esa casa y ella no escondía lo mucho que detestaba al Salchicha.   Yo, de metida, le pedía de favor que no lo dejara afuera y que cuando saliera, no le permitiera salir tras de ella.  
La mujer, me respondía con apenas gestos y se le notaba cierta satisfacción el causarme malestar.  No era personal, ella era así con todos: mala persona.

Un día la vi pasar de regreso, de algún mandado que había hecho.  Me preocupé cuando noté que abrió la puerta y Maradona no salió a recibirla.   Eso no era normal.  Le pregunté por el perro y con una sonrisa perversa me respondió:   ‹‹—Como siempre, me siguió.  Y luego lo vi correr atrás de la camioneta a la que me subí.  ¿Saber que se hizo?››  
Terminó de responderme, agarró una escoba y se puso a cantar mientras barría.  Podría jurar que sonrió cuando vio que se me aguaron los ojos.

Por mi edad tuve que esperar a mi mamá para que me llevara a buscar a Maradona.  Lo hicimos varios días pero nunca lo encontramos.     
¡Pobrecito Maradona!  

No se confíen, nunca sabrán lo que pasa en la mente de otros, cuiden a sus mascotas.

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