viernes, 26 de abril de 2013

La mudanza

La casa en donde vivíamos recién casados con Rk fue construida a gusto propio, al menos el que pudimos pagar.  No era grande y el jardín tampoco pero las paredes que nos separaban de las vecindades eran altas, en serio, altas; así que teníamos mucha privacidad y ante todo yo sentía que mis hijas caninas estaban seguras en cuestiones de vecinos que no gustaran de los perros. Pero, todo tiene un imperfecto y en el caso de la casa, era el frente, por la cuadra y por los amantes de lo ajeno.
Mi mayor pena era que sucediera lo que había pasado en la casa de mi madre a la vecindad antes del robo, imagínense la preocupación que sentí al ver que sí podía pasar. 
Pocos meses después se presentó una oportunidad y la tomamos sin medir otra consecuencia más que la vivir seguros con nuestras perritas, y la tomamos.  Cambiamos una preocupación por otra pero esta explicación no es tema de este blog.

Nos mudamos con ilusión por lo nuevo y con tristeza por la antigua casa.  En el proceso de adaptación, la inquietud de la poca privacidad que tendría por paredes de altura normal entre jardines vecinos, me hacía dudar.  También el hecho de que no hay portones, eso significaba menos espacio de libertad para mis hijas caninas.   Pero resultó que sólo eran ideas mías, las perras se preocuparon de ver en donde colocábamos la cama y se echaron a dormir. 
Pensando en Skippy, Musa, Greka y cualquier otro perrito que tuviéramos en el futuro, más la nostalgia de la casa que dejamos, imaginaba posibles problemas, el balcón: se tirarían; al ser un lugar nuevo: ladrarían; que era posible ver por una ventana hacia la calle: ansiedad; y otros detalles como esos.   Al pensar en cada posibilidad también ideaba una solución.   Me adelantaba a los hechos pero más valía prevenir.

Sembramos árboles de poca raíz que servirían de cerco de altura, estos han crecido y no nos dieron la privacidad que soñaba, pero sí la suficiente y el sonido de los Chopos movidos por el viento nos da una paz a todos que no planeamos.  El diminuto balcón no era tan peligroso como pensaba y tanto las perras originales que se mudaron con nosotros, como los que han crecido aquí,  encontraron en él un espacio para divagarse.  A la ventanita se le recubrió con una pantalla que le da un toque decorativo y no invita a observar desde ella.
Mis perras estaban tan tranquilas con la mudanza que mis vecinos se enteraron de que teníamos perros casi un año después y eso que ninguna familia de las casas que nos rodean tiene mascotas.

Con los años han surgido pequeñeces que fuimos solucionando conforme se presentaron, y han sido más que todo para evitar ansiedades a mis caninos.  Perros tranquilos y felices, vecinos satisfechos.  

Y como en otros días, mientras yo escribo los coludos se dedican a tomar el fresco en el otro balcón que queda a pocos pasos de mi escritorio, esperando a que me les una. Así que con permiso, hasta una próxima




Nova A.S.G.

viernes, 19 de abril de 2013

Reeducación

Mi dulce Grekita,  consentida y amada por todos; al fin y al cabo era la más pequeña y por eso la tratábamos como una princesa, humanos y perras.  Pero Greka no era una princesa soberbia, la Cocker tenía una educación innata que hizo que nosotros, sus padres humanos, nos avergonzáramos de nuestro comportamiento.

Sería la familiaridad, las prisas, la juventud, qué sé yo, pero en algún momento perdimos la costumbre de darnos las gracias al terminar de comer y eso que estábamos recién casados. Sólo nos sucedía en privado y no nos hubiéramos percatado de no ser por Greka.  Como siempre (luego de aprender por Grekita que así debía ser) a nuestras perritas les manteníamos sus platos servidos, y cuando nos sentábamos a comer ella también lo hacía.  Terminábamos, recogíamos la mesa y también la pequeña Cocker, se alejaba de la comida, tomaba agua y se acercaba a cada uno de nosotros, llamaba nuestra atención con suaves ladridos hasta que la cargábamos o nos postrábamos ante ella y entonces nos daba una suave lamida.  Rk, Skippy, Musa y yo recibíamos las gratitudes de nuestra consentida.

Un día Rk me dijo: ¿ya te diste cuenta? ¡Greka da las gracias y nosotros no! 
Por supuesto que desde ese momento volvimos a la regla básica.  Una vez más nuestras hijas caninas nos reeducaban.  Cukita (Greka) es ahora un angelito, pero sus educados genes sobrepasaron la muerte, porque sus hijos han sido igual de formales y agradecidos.

Menos mal tuvimos la suerte de tener una encantadora de humanos, y a sus hijos como hermosos recordatorios.

viernes, 12 de abril de 2013

Abril de color naranja

¿Sabían que abril es el mes que se ha designado como el mes de la prevención de la crueldad contra animales? Yo no, hasta hace pocos días.  Claro que la propuesta ha sido puesta en marcha en Estados Unidos y para apoyar hasta algunos edificios vestirán de naranja, de hecho en Manhattan (acabo de investigar) el día 10 realizaron eventos para impulsar el Go Orange for Animals

Es importante que este tipo de acciones se propaguen alrededor del mundo, como está sucediendo en Latinoamérica y por que así me he enterado. No es sólo el hecho de vestir naranja y ver algunos listones, es la difusión educativa al respecto que se genera por ello.
La crueldad puede comenzar con acciones simples y hasta inocentes, como adquirir una mascota sabiendo que no se puede mantener o dejar que el niño patee al perro porque consideran que el golpe no es duro.   Y por supuesto que hay acciones más crueles.

Investiguen al respecto y si lo desean vistan, coloquen listones en su auto, pinten su casa de naranja, pero ante todo tengan información para educar a otros cuando les pregunten la causa de la obsesión repentina del color naranja.  


sábado, 6 de abril de 2013

Pretextos o verdades

Tengo un balcón frontal en la casa, es tan angosto que apenas caben los perros, y por eso sólo ellos lo usan.  Al menos es un lugar en el que ven pasar la vida ajena y se distraen; una especie de de teatro con función constante de reality show.   La única condición que les tenemos es que no ladren o se les cierra el acceso.

La ventana, siempre y cuando hay humanos, está abierta; un ruido en la calle y salen corriendo a sentarse a ver la causa.   Durante el día, los transeúntes pueden verlos y a veces las visitas de los vecinos se detienen a observar la graciosa fila canina.  Por la noche la historia es otra porque no salen del todo, entre más tarde es, menos cuerpo sacan.  Así que cuando hay reunión o sólo voces que matan el silencio en la calle, entre las cortinas apenas asoman las cabecitas para observar quién está interrumpiendo el sueño.  En la madrugada cualquier voz se escucha y ha sucedido que son pláticas amenas o discusiones.  Estas últimas son las que me ponen nerviosa, las personas están enfadadas y podrían mal interpretar desde afuera la cortina medio levantada.  Podrían pensar que somos unos vecinos metiches.   

A veces me pregunto si llegará un día en que vengan a mi casa a reclamar porque creen que fisgoneamos en la ventana.   
Y más curiosidad si quien lo pregunte creerá la verdad:  "Lo lamento no éramos nosotros (los humanos) fueron mis perritos".  Se parece al pretexto: “Hice la tarea pero mi perro se la comió”.   ¿Ustedes lo creerían?




Feliz fin de semana.
Hasta la próxima, Nova A.S.G.