Hace unos
meses, le escribí a un amigo que preguntó por Musa: ‹‹¡Qué, ella nos va a
enterrar a todos en casa! A pesar de su poca salud, sigue protestando
y moviendo la cola. Ya sabe, desde hace varias Navidades decimos: Esta
será su última celebración. Y ahí sigue. Recién cumplió 15 años y
creo que la veré cumplir 16.››
Me equivoqué.
Hace un par de meses, cuando me operaron, el reposo que debía hacer lo hice a medias. Musa se enfermó en esos días y debí ayudarla para tenerla lo más cómoda posible. Cargándola para llevarla a realizar sus necesidades, alimentándola con cuchara, en fin estar al pendiente por completo de ella.
Los medicamentos ya no le eran efectivos y pensé que para aliviar su dolor tendríamos que dormirla. Era la última opción y para tomarla teníamos que estar seguros que no se recuperaría como el médico y la lógica afirmaban.
Luego de una semana en total debilidad y un par de días sin querer aceptar alimento le hablé: ‹‹Bien Musita, mañana lunes iremos a la veterinaria. Estás muy enferma y no quiero que sufras más. Es hora de la despedida.››
Ese lunes por la mañana, decidí una vez más tratar de darle de comer y mi gran sorpresa fue que lo hizo. No como enferma sino como lo hambrienta que estaba. Dio un par de pasos por su cuenta y al llevarla a orinar pudo sostenerse por si sola. Una semana más se llevó para recuperarse y seguir siendo la perrita anciana que era.
El colmo de su recuperación fue que comenzó a oír, sus cataratas desaparecieron y comenzó a pasar más tiempo con nosotros cuando estábamos en la cocina. Se le notaba al menos tres años más joven.
Un mes más pasó con nosotros, haciéndonos recordar sus buenos y malos tiempos.
La hora le llegó por si sola y el domingo 16 de octubre murió.
Adiós perrita negra, adiós Mamush.
Me equivoqué.
Hace un par de meses, cuando me operaron, el reposo que debía hacer lo hice a medias. Musa se enfermó en esos días y debí ayudarla para tenerla lo más cómoda posible. Cargándola para llevarla a realizar sus necesidades, alimentándola con cuchara, en fin estar al pendiente por completo de ella.
Los medicamentos ya no le eran efectivos y pensé que para aliviar su dolor tendríamos que dormirla. Era la última opción y para tomarla teníamos que estar seguros que no se recuperaría como el médico y la lógica afirmaban.
Luego de una semana en total debilidad y un par de días sin querer aceptar alimento le hablé: ‹‹Bien Musita, mañana lunes iremos a la veterinaria. Estás muy enferma y no quiero que sufras más. Es hora de la despedida.››
Ese lunes por la mañana, decidí una vez más tratar de darle de comer y mi gran sorpresa fue que lo hizo. No como enferma sino como lo hambrienta que estaba. Dio un par de pasos por su cuenta y al llevarla a orinar pudo sostenerse por si sola. Una semana más se llevó para recuperarse y seguir siendo la perrita anciana que era.
El colmo de su recuperación fue que comenzó a oír, sus cataratas desaparecieron y comenzó a pasar más tiempo con nosotros cuando estábamos en la cocina. Se le notaba al menos tres años más joven.
Un mes más pasó con nosotros, haciéndonos recordar sus buenos y malos tiempos.
La hora le llegó por si sola y el domingo 16 de octubre murió.
Adiós perrita negra, adiós Mamush.
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