viernes, 23 de diciembre de 2011

Otra Navidad con perros

En serio, como escribí en el tema de este Año Nuevo 2011, el año pasado había comenzado a escribir un cuento de Navidad y no lo terminé.  ¡Sorpresa! Casi doce meses han pasado y ya me había olvidado de la historia.  Por supuesto que no seguí, tanto así, que lo he buscado para trabajar en él y hasta el nombre del archivo olvidé, por ahí está y ya lo encontraré pero en lo que sucede no los dejaré con el deseo de leer una anécdota relevante a las celebraciones.  

Pronto llegaría Navidad, la primera que celebraríamos casados con Rk.  Nuestra economía estaba, cómo decirlo, no apta para gastos decorativos de temporada; pero sí de algo soy culpable es que me gusta la Navidad, necesito verla puesta en casa.  Las opciones que teníamos eran decorar con moñas o conseguir los adornos más económicos que nos gustaran.  Fuera como fuera lo haríamos dentro de un presupuesto limitado. Como no soy hábil para que mis moñas se vean como en los almacenes, la decisión fue: adornos y de estos lo que se adecuaban: manzanas artificiales.   
La pequeña sala se miraba preciosa, en especial en la noche cuando las luces iluminaban el árbol y se reflejaban en el ventanal.  No podíamos pedir más.

Una semana antes de Noche buena, al anochecer, bajamos a conectar las luces al tomacorriente.  El alambre estaba ahí pero no tenía enchufe, revisamos y resultó que faltaba una gran parte de la serie de luces y lo que aún colgaba del árbol estaba masticado.   Sabíamos quien había sido la autora del crimen, no se había dejado ver en toda la tarde y cuando la encontramos estaba en su almohada todavía con la evidencia: Skippy.

Tuvimos suerte, la serie era pequeña e iluminaba sólo dos vueltas de abajo del árbol, así que la quitamos y a las demás luces las medio arreglamos.  Estaba desconectado pero pudo hasta morir si hubiera masticado los focos.  Pasado el susto y recordando que los perros son traviesos como niños y que de nosotros dependía su seguridad, todo estaba perfecto.  
Desde ese momento, durante el día el cable se escondía atrás del árbol y como lo encendíamos cuando estábamos en casa no hubo más problema

Todo se vio precioso, la Noche Buena fue una linda velada junto a Skippy, Musa y el resto de la familia. Además, teníamos otra historia que contar sobre Puka.  Y entre la plática de la noche hice una pregunta: ¿Alguien sabe de qué están hechas estas manzanas?  
Eran duras, no se quebraban al caerse, ni forzándolas (había probado con una, también hago travesuras).  Nadie supo responder.

Creo que aún no era el Año Nuevo, cuando mi curiosidad quedó satisfecha.  
Regresamos Rk y yo de una reunión y al encender la luz de la sala vimos que el árbol había sido cosechado hasta una altura más o menos de un Cocker Spaniel. Varias manzanas estaban regadas en el piso.
Llamamos a Skippy, quien llegó despreocupada, algo extraño cuando hacía algo mal.  Atrás de ella iba Musa, relamiéndose una y otra vez, en un momento dejó la lengua de fuera y no preguntamos más: esta estaba coloreada en tinte rojo.  
Nuestro consuelo fue que no se había intoxicado, tanto por el material como por el colorante que lamió de todos los adornos que tomó.  
(Por cierto, por una de las manzanas partida supe que eran de duroport, poliestireno, de una densidad más fuerte del que se usa en los cielos falsos y del que venden en las librerías).

A partir de entonces nuestros árboles navideños no se adornaban en la parte más baja, al menos hasta este año en que decidimos confiar en los Cuachuchitos.  Eso sí, atentos a que los adornos que colocamos ahí sean inofensivos, si en caso deciden agarrarlos.


¡Que tengan una Feliz Noche Buena! 

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