sábado, 3 de diciembre de 2011

Primos peludos

Hace una semana vinieron mis sobrinos, uno de ellos, de tres años, no paraba de lloriquear, asustado por el ímpetu de mis perros, quienes insistían en acercársele entre más él lo evitaba.   El niño se alejaba, lloraba y gritaba ¡ya me tenía cansada!   Mi hermana no lograba que él se calmara.
Entiendo que él se sintiera así ya que los perros a los que está acostumbrado son grandes y bruscos, cuando le hacen cariño se paran en dos patas y por supuesto lo hacen caer. 
Así que no sabiendo cómo callarlo, ya que no iba a alejar a mis peludos sólo por que él pataleaba, le dije: —Deje de gritar, entre más lo haga más lo buscarán.
Esto no tranquilizo del todo al niño pero me dio suficiente tiempo de silencio para agregar:  —¿Por qué se porta así?  Ellos son sus primos, ellos sólo quieren jugar con usted.  Son mis hijos, solo que son narizones y de orejas largas.  Tranquilícese.

La cara que puso mi sobrino es inexplicable, se me quedó viendo mientras asimilaba lo que le había dicho: “Primos, hijos”.  Poco le faltó para preguntar:  ‹‹—¿Sabe usted que son perros?››
Sin embargo se calló, dejó que sus coludos primos se le acercaran, lo olieran, los acarició y luego los canes se fueron a jugar por otro lado.  El niño ya no gritaba y todos recobramos la paz.   Un momento después, el infante se fue a ver televisión cerca de los perros y no le importó que se sentaran a su lado.

Yo también quedé sorprendida del resultado, no esperé que esas palabras fueran tan eficientes, ni imaginé que fueran las adecuadas.

Me queda la duda, si ahora los considera familia, en su próxima celebración de cumpleaños: ¿Debo llevar a los Cuachuchitos?

Hasta una próxima y feliz fin de semana.

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