sábado, 15 de octubre de 2011

De salones a salones

Hace unos días me contó un amigo lo que le sucedió a su perrito Poodle. Cuando se lo regresaron del salón canino (uno conocido en su área), vio que el perro iba medio dormido.   Una débil disculpa acompañada de una receta médica, fue lo que le hizo comprender que el animal estaba sedado. Entonces observó que su perro tenía varios puntos entre cadera y vientre.  Tenía un nudo tan grande en la pierna que se confundieron y le cortaron un "pedacito" del pliegue, esa fue la explicación. 

Varias historias de este tipo he escuchado que pasa en los salones caninos.   Este caso, es una negligencia, porque al mínimo corte la sangre avisa y este perro tiene más de cinco puntos.  Aún así es de los que tienen solución, hay salones de donde se les ha escapado el perro y a veces no los encuentran (sé de algunos a los que les sucede seguido y la gente sigue llevando ahí a sus perros).

Entiendo que no todos puedan acompañar a sus perros, pero piénselo dos veces antes de dejarlo en un lugar.  Observen a los empleados, qué tan dependientes son del celular, entre más lo usen menos atención prestarán a su trabajo, esto puede resultar en una herida, perdida de un ojo (también lo he escuchado), quemaduras de piel (la rasuradora, por el uso, calienta las cuchillas) y hasta la posibilidad de que se ahorquen por dejar al perro solo amarrado a la mesa por mucho tiempo.
 
No en todos los lugares pasan estas situaciones, algunos están diseñados con doble o triple puerta por si en caso un can trata de escapar.  Y los empleados no sólo son habilidosos en su trabajo sino que les gusta lo que hacen.  Conozco lugares así, de hecho a uno de ellos llevo a mis chiquitos de vez en cuando; por supuesto, en mi caso, sea la razón que sea los acompaño.

Recuerden que no toda la culpa es de los salones, también es del cliente, por permitir un mal servicio, por quedarse callado y en especial por regresar al mismo lugar semanas después.

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