viernes, 28 de octubre de 2011

Dormir o no dormir

No, no hablo del insomnio, es sobre la eutanasia.  Palabra que, todos los que tenemos mascotas hemos oído. Un tema que la mayoría no quiere en sus pensamientos y una decisión que muchos no deseamos tomar.  Pero llega el día y debemos enfrentarnos a hacerlo o no.

En estos dos últimos meses en los que, Musa se enfermó (más de lo normal), busqué información.  No es sencillo decidir por otro que no se puede expresar al igual que uno, que ha llegado su momento de morir, o me explico: disponer cómo morirá.

Habiendo leído y releído acerca de los químicos que usan y de lo que, sólo entendí la mitad, pero quedándome muy claro que cuando se hace de forma correcta es casi instantáneo e indoloro luego de su aplicación; me dediqué a leer experiencias de otros, sobre las razones por las que fue realizada o no.
Un hombre escribió (lo que recuerdo) que la columna de su Pastor Alemán tenía problemas avanzados.  No podía subir o bajar gradas y caminar le causaba dolor.  No era tan anciano a mi punto de vista, aunque los veterinarios consideran que ocho años en un perro y más por ser raza grande, significa vejez.  El perro pronto cumpliría nueve.  El protector pensaba que si su condición seguía empeorando pronto tendría que dormirlo.  
Sin juzgar (no conozco las condiciones en las que vive), este relato me dejó más dudas que respuestas: Cuando alguien decide dormir a un perro enfermo o anciano ¿Es por compasión o es para evitar el trabajo extra que la mascota requiere?

En otro blog me encontré con que el autor estaba en total desacuerdo con la eutanasia, porque él sabía de casos en los que las personas dormían a sus perros porque se irían de viaje, se cambiaban de casa, por viejos o enfermos.  En sus palabras se leía coraje y se entendía la rabia.  Hablaba del tema con fervor: ¡No se hace!
Medité en las frases y con seguridad digo: Si tengo que cambiarme de país me voy con todo y chuchos, son mis hijos.  Y si no se puede, no voy.
Dormirlo, porque el perro es anciano, no lo he hecho y no lo haría. 
¿Porque es anciano y enfermo?…
Volvió la confusión.  ¿Quién soy para decidir una muerte? ¿Quién soy para permitir sufrimiento en una vida?

Otra historia era de una señora que tuvo que dormir a su perra.  La mascota tenía cáncer terminal.  ‹‹No quería hacerlo, pero era lo más humano por hacer››, decía.
Tampoco me ayudó.  Cuando se ama no es fácil dejarlo ir, pero ¿hasta donde ese amor se convierte en egoísmo? Y nos aferramos tanto que seríamos capaces de no ver el dolor.  
La señora de este relato consiguió desprenderse para evitarle mayor sufrimiento a su perra.  ¿Cómo se logra?

Pensando en las dudas que tenía por lo que había leído, cuidábamos a Musa tratando de hacer lo mejor por ella, no por nosotros.
No fue sencillo atenderla, porque era dedicarle tiempo específico, claro,  tampoco fue difícil.
Había que llevarla a hacer sus necesidades, esperar; los primeros días de su enfermedad, sostenerla mientras lo hacía.  Darle alimento especial que pudiera masticar, al principio hasta con cuchara y vigilar que los jóvenes Cuachuchitos no la asaltaran.  Correr hacia ella cada vez que ladraba, aunque a veces lo hacía sólo para pedir compañía.  
Hubo un momento en que decidimos llevarla a dormir.  Se le dijo que el lunes la llevaríamos y ese lunes por arte de magia se recuperó.  Pensarlo de nuevo en caso necesario, imaginamos que sería más difícil, porque ¿cómo saber que no se recuperaría de nuevo? Pero en la última recaída, considerando su estado y edad pensábamos llevarla justo el día en que murió.  Ya no fue necesario.

Para esta decisión no hay una única respuesta, tampoco blanco y negro.  El amor a la vida no debería negar una muerte tranquila.  Y ofrecer el sueño perpetuo no siempre es por evitar dolor.
Cada quien debe aprender a conocerse para saber si las razones, por las que se hace o no, son las correctas. 

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