viernes, 30 de abril de 2010

Que no le gustaban

Khilde (seudónimo) y yo somos amigas desde la niñez, y cuando nos conocimos ella me dijo: “—No me gustan los perros.”  Yo no podía imaginar que a alguien no le gustaran así que no le creí. 
A ella  le daban permiso para quedarse en mi casa, y se quejaba de que Consentida la buscaba mucho.  Era tanto, que Cony dormía con ella aunque yo la llamara.  Me daba celos, pero yo quería ser una buena amiga, entonces no insistía mucho.  Khilde, se quejaba, por el espacio que ocupaba la perra, por los pelos y por las pulgas,  esto último, insisto  hasta la fecha que eran sus nervios.

Crecimos y a nuestros veinte,  por un par de años perdimos contacto.   Nos reencontramos  y entonces conocí a: Kuso, un Poodle negro muy consentido, que se convirtió en los  ojos de Khilde desde que se lo dieron.   Ella se admiró de que Cony estuviera todavía viva (Consentida para entonces sólo tenía 12) y yo me sorprendí porque ella tenía a Kuso.
Mi amiga se enteró que amaba a  los perros en cuanto se responsabilizó por uno, por más que dijera que no le gustaban sabía que no podía abandonarlo, era un ser vivo con necesidades físicas y emocionales, y ella le brindó todo lo necesario. 
Kuso le dejó a Poly, y al igual que su predecesor es amado.

No creo que todos deban tener un perro, pero estoy segura que quien decida compartir con uno  tiene que aceptar la responsabilidad como lo hizo mi amiga o decir: “No” antes de que llegue a su hogar.

Khilde hace unos días leyó lo que escribía de Cony, y me dijo “—Escribe como era que a mi no me gustaban los perros.”   Me causó gracia la frase. Hasta el momento no sé si era cierta la afirmación o era una  expresión aprendida, y ella tampoco lo sabe, pero ahora  no imagina su vida sin un can.

No hay comentarios:

Publicar un comentario