sábado, 24 de abril de 2010

Hunter se despidió

Hace más de dieciocho años tuve la oportunidad de empezar a construir mi casa, que a pesar de ser pequeña y sencilla, me llevó cuatro años la construcción básica.
Ahí conocí a Hunter, a Canche y Colocho, este último rara vez salía y los tres eran de la misma familia. 
Cuando llegaba, Hunter y Canche me amenazaban con ladridos por la invasión de la calle, yo en cambio los llamaba y alguna vez traté de acariciarlos a pesar de que no se dejaban.
Canche era más desconfiado y agresivo, sus rasgos eran algo así como un Golden Retriever arrepentido y tenía el tamaño de un Springer Spaniel.  Hunter, un poco más alto que Canche era pelo pegado negro, con unos brochazos de color café en la cara y en la punta de la cola, de carácter tímido pero no miedoso.  Colocho era el menos alto de los tres, negro, peludo y pues… colocho.

Me mudé a la casa recién terminada, y Canche ya no estaba, había muerto por envenenamiento.  Hunter era el guardián de la cuadra, y yo me mantenía al tanto de él porque pensé que lo descuidaban.
Un motorista salía por las mañanas y el perro se dejaba ir a las llantas, el señor le tiraba patadas (sin darle) para que se alejara;  un día salí a enfrentarme al de la moto (mi punto de vista es: Los humanos molestan a los perros) y fue cuando don Bartolo se presentó como el “dueño” del can.   La familia cuidaba de un terreno cercado con postes y alambres, y  tenían allí su casa temporal desde hacía años. 

Con los meses me gané al perro, me salía a esperar, saludaba, lamía, nos encariñamos.  De vez en cuando llevaba una bolsa de concentrado pequeña para que repartieran entre Hunter y Colocho, porque no era con lo que los alimentaban y los canes lo aceptaban como golosina.  Un par de veces pasé unos días sin verlo, una era porque estaba enfermo y la otra se había peleado con otro can.  También la hija de don Bartolo una vez llegó preguntando por el perro, no lo habían visto en dos noches, lo habían buscado por todos lados y no lo encontraban; en casa en ese momento salimos por igual en la búsqueda, lo encontraron a dos cuadras con una perra en celo.

Diez años viví en esa cuadra y cambié de casa, me despedí de plantas, vecinos y con mucho dolor de mi amigo canino.  Aún así lo visitaba cuando podía, para darle un abrazo, o llevarle concentrado y que no me olvidara.
Soñé a Hunter y a Colocho, jugaban conmigo, la pasábamos muy bien en el sueño, luego un hombre lo llamaba, sentí que Hunter me decía adiós y siguió al individuo mientras subía una colina, a Colocho no lo dejaron acompañarlos.   Desperté.
A los tres días fui a visitar a mi amigo, don Bartolo salió y me contó que había muerto la noche en que lo soñé.  El señor lloró al darme la noticia  y yo a la par de él.  No sé cómo fue, pero Hunter se despidió de mí.

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