viernes, 23 de mayo de 2014

Crear sociedades empáticas

Por alguna razón tengo algunos recuerdos de antes de los tres, aunque siempre olvido en dónde dejo las llaves; puede ser que sean los momentos claves que formaron mi personalidad.  Entre esas evocaciones tengo una muy clara y sé que no llegaba ni a los cuatro años cuando sucedió: mi mamá  compró una lupa y me permitió usarla cuanto quisiera.  Las letras en el diccionario se veían grandes, podía observar los detalles de las hojas de las plantas y entonces entre investigación y juego quise ver a una hormiga.  Esta estaba en el jardín y yo comencé a seguirla con la lupa, mi mamá pasó, me vio, comprendió lo que yo hacía y me dijo: ¡Cuidado, la puedes quemar!  La luz del sol al atravesar el vidrio enfoca el calor.   

No me quedó clara la explicación, pero tampoco me interesaba lastimar a la hormiga aún así quería verla más grande y continué siguiéndola.  La hormiga caminaba en línea recta pero en cuanto entraba al área de la lupa, desviaba su camino.  Mi investigación se convirtió en experimento. ¿Por qué se alejaba? Y como no podía preguntarle, puse mi mano a nivel del suelo para imitarla  y coloqué la lupa unos centímetros  encima de mi mano.  Por unos segundos, nada. Otros segundos más y sentí calor. Un poco más y sentí como se quemó mi piel, como si un pequeño rayo me hubiera atacado.   Salí del jardín de inmediato, no por el dolor sino para evitarle más terror a la hormiguita que caminaba un poco más lejos y con prisa, y que seguro iba pensado en cómo escapar del terrible monstruo que quería quemarla viva. Yo no quería ser alguien malo, ni que me tuvieran miedo.  Para mi esa fue una pequeña quemadura, para la hormiga significaba la vida. 

Tal vez así nace la empatía, no me refiero a causarse uno un daño, sino ese primer deseo de conocer qué está sintiendo otro ser viviente sin importar si es otra especie y/o su situación es diferente a la de uno.

Por eso antes de realizar una acción  pregúntese si usted la aceptaría para sí mismo.
¿Y esto que tiene que ver con perros?
Todo y con todos los seres vivos, pero en este espacio me refiero a perros. No sólo lea los siguientes párrafos, siéntalos.

Sucede con muchos perros que “tienen” hogar y con todos los que no.  Pasan hambre, los parásitos se apoderan de ellos, a veces recorren grandes distancias para encontrar un poco de agua.  Las perras entran en celo y no sólo la naturaleza las obliga sino que no pueden huir ante los varios machos que las persiguen que también son guiados por instinto.  Luchan, unos ganan otros pierden quedando gravemente heridos y mueren por el golpe o peor: deshidratación y hambruna por no poderse mover.  No saben por qué están ahí, aquí, en este mundo del que probó dolores y agresiones por parte de seres de dos patas que a veces andan en aparatos que son aún más grandes y del que fueron tirados cuando eran pequeños o por el que la pata les cuelga desde que les pasó encima.  No saben  por qué un día tomaba leche de su progenitora junto a sus hermanos y al otro ya no fue así, tenían hambre y salieron de su escondite, el más pequeño no se animó; los demás con los días tomaron rumbo propio.

Algunos perros son sumisos, eso los ayuda a conseguir un pedazo de pan en lugares donde los de dos patas no son tan malos.  Otros sólo han aprendido maltratos: pateadas y gritos, tonos de voz que les han enseñado a que no son bienvenidos, ellos comprenden que por las buenas no sobrevivirán y se vuelven tan agresivos como sus entornos. 
Un día mueren, por tantas causas que hay o porque fue programado, al fin un trozo de pan para saciar varios días de hambre; se convierte en agonía de horas, muchos los ven retorciéndose, pero como si no los vieran.  Muchos los oyen aullar del dolor pero nadie se detiene.   

Como humanos pensamos y comentamos: el dolor extremo en un minuto es impensable ¿Se imaginan 5, 10 minutos, una hora, dos o más?

Al fin mueren y al  mismo tiempo en un lugar no muy lejano de ese, desde un autobús tiran un costal en el camino con una perra preñada; y un señor que vende perros deja en un barranco a los tres que no se vendieron, no le importa, ya ha nacido otra camada y al otro día los llevará a vender, entre sus compradores estará la mamá de aquel niño que se emberrincha porque quiere un cachorro, este  crecerá y ya no será peludito y comerá mucho, por eso le pagarán al señor de la basura para que se lo lleve.  Y la historia se repite y se repetirá.


Apoyemos las castraciones, apadrinemos a un perro sin hogar, tal vez no podrá cambiar por completo la vida de ese perro pero evitará que nazcan otros a repetir la triste historia.  Contacte a la asociación de su gusto y colabore por amor a los perros.
Logremos sociedades empáticas.

Nova A.S.G.

Parece que Quiché también ha entrado a mi lista de lugares no agradables, debido a la crueldad hacia los perros. Vean la nota:
https://www.facebook.com/Guatepets/photos/a.339879099421150.74918.245816282160766/638092716266452/?type=1&theater
Sé que a este paso pronto Guatemala completa será región no grata, pero quién sabe, tal vez a algún departamento se le ocurra tomar medidas positivas ante el manejo de la fauna urbana y aproveche el turismo nacional e internacional que eso puede atraer

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