sábado, 28 de enero de 2012

Fresas

He estado arreglando las plantas que tengo en el balcón, la fresa ha invadido a las demás, cuando saca hijos busca un poco de tierra y ¡Zas! Otra matita.  Esta ha sido la única vez que no la planté en maceta, pensando en su comodidad y por ello olvidé que las demás hierbas podrían salir afectadas. 

Así que volviendo al diseño original, estoy colocando todas las matas de fresa en una gran maceta, esto me recordó la primera que sembré:   Creció y a su tiempo comenzó a sacar su primera flor; luego un fruto, primero diminuto y verde claro, con los días creció y se volvió naranja, y al final una preciosa fresa.  La vi y olía dulce, pero pude sentir que aún le faltaba, así que pensé en cosecharla al día siguiente y saborearla.
Con emoción, por probar esa primera fresa, regresé la siguiente tarde y para mi sorpresa no estaba.  ‹‹—Habrán sido los coronaditos que vienen, —pensé— O los zanates aprovechados››.  Pero había una segunda flor, tendría pronto otra oportunidad.

Fueron bastantes flores las que dio la mata, sólo que una por vez y en esas pasé varios días, esperando el fruto, a veces olvidando, pero siempre que regresaba por mi cosecha ya no estaba.
Le maceta estaba colocada en una pared que dividía el jardín del lavadero, de un lado tendría un metro y medio, pero del otro unos 75 centímetros.

Un día estando en el lavadero (el lado bajo), Greka llegó, no me prestó atención pero yo si la observé: Se acercó al área de la maceta, se paró en dos patas con cuidado de no tocar nada con sus patas delanteras y caminó mientras la olía, encontró una fresa lista y se la comió.  Con el mismo cuidado se sentó y se relamió.  Luego se fue a jugar moviendo su colita con satisfacción.

Así me enteré que, al igual que yo, mi perrita tenía debilidad por las fresas y que todo ese tiempo era ella quien se las comía. Greka continuó comiendo fresas mientras tuvo oportunidad, cosa que fue por mucho tiempo.

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