sábado, 23 de noviembre de 2013

Pocos segundos

Las acciones de otros pueden hacer del día de uno el mejor o el peor, al igual que las acciones de uno afectan a otros.
Habiendo realizado mi trabajo, salí hoy a media mañana con Nova para llevarla a un tratamiento por sus problemas de piel.   Era un día soleado y me prometía felicidad por un par de actividades que tenía en mente al regresar a casa.  Como algunas otras veces, me equivoqué.

Por alguna razón, en el camino que recorría, el tránsito estaba pesado; no es usual a esa hora, y por eso fue una casualidad que lograra ver aún lejos de mí, al otro lado de la carretera, a un perrito colocho, pequeño y blanco corriendo en la orilla, en donde debería haber banqueta pero no la hay.  Corría desubicado y temeroso.   Avancé para estacionar y recoger al perro y  mientras lo hacía hice señas a los autos que venían en la otra vía para que se detuvieran.   Ver que el animalito se desvió hacia el medio de la calle justo cuando se acercaba un camión me paralizó, pero el perro volvió a la orilla.   Atrás del camión venía un pick up negro, grande y con lo vidrios polarizados de tal manera que no se miraba quién manejaba, pero seguí haciendo señas mientras me bajaba del auto.   No entiendo, por qué pasó lo que pasó.  El pick up paró por un segundo y el perro le quedó enfrente.   Y luego el pick up prosiguió la marcha haciendo rodar al canino por la parte de abajo del vehículo, lo vi levantarse aún abajo, el conductor paró de nuevo por un segundo, no entiendo qué pensó y decidió avanzar, esta vez sin detenerse y le pasó encima una llanta al perro.   Para ese momento los demás autos de ambas vías se habían detenido ante mi solicitud ya fuera del auto, sólo ese conductor decidió que la impaciencia por unos segundos valían más que la vida de un ser viviente.  

Corrí hacia el perrito, todavía lo escuché llorar y vi que del dolor se levantó en dos patas y se dejó caer en mis brazos que fueron los que lo recibieron cerca del asfalto.  Lo llevé a mi auto, lo coloqué en mis piernas para poder manejar y que Nova no lo molestara.  Increíblemente,  aún vivía y me dolió pensar en lo que él estaba sufriendo.   Otro auto se estacionó frente a mí y una joven fue a preguntarme si podía ayudar en algo, pensando que él estaba bien porque también lo vio pararse en dos patas. Yo no arranqué imaginando que eran quienes lo habían perdido, y ante el ofrecimiento acepté porque llevaba a Nova.   Sin embargo sólo era la intención de la joven y en lo que los pasajeros de ese auto decidían, para no perder más tiempo sólo confirmé con señas un “no” y tan rápido como era posible fui a la veterinaria, esperando que la Doctora estuviera.   No es lejos, no es cerca; eso depende de la necesidad, seis minutos no es mucho para llegar a donde uno quiere, pero son eternos en especial cuando se siente que una vida se va.  
La luz en sus ojos se apagó antes de que lográramos llegar.  Pude verlo y sentirlo, no hubo más dolor en él, sólo quedó el mío por ser testigo, por no comprender porqué el conductor que lo atropelló tomó esa decisión, por no poder hacer más.

Aún con esperanza, porque no lo sé todo y podría haberme equivocado (deseaba tanto estar equivocada), se lo di a la Doctora para que lo diagnosticara. Pero no había signos, ella tampoco podía hacer algo por el perro.   Había fallecido.

Tomé un par de fotografías por si alguien pregunta en los siguientes días por un perro similar por esa área (no las publicaré), y comencé a buscar en dónde enterrarlo.   Muy fuerte y estoica me habrán notado los que me vieron, así sé que me veo en estas situaciones pero por dentro me desarma saber que hoy fue un mal día por la decisión de otro.  Me entristece y lloro por la falta de humanidad que hay en algunas personas.  Si no se puede hacer un bien, al menos no se debe hacer una mala acción.   

Agradezco a la Doctora Alejandra por su atención y a Arlen que me dio un lugar para enterrarlo.   Y saben, agradezco también a los chóferes de camiones de volteo y buses extraurbanos que se detuvieron con educación y paciencia e impidieron el paso a otros mientras yo recogía al peludito

Pocos segundos de paciencia eran los que se necesitaban para que continuara la vida del perrito, el pequeño French Poodle  de quien  su historia tal vez nunca conoceré, sólo su final.


Amen, protejan a sus perros y ayuden a uno necesitado.

Hasta la próxima,
Nova A.S.G.


Pd.
Si ven a un perro corriendo temeroso, rescátenlo si les es posible.
Si ven a alguien corriendo a un perro, ayuden a que el can pueda ser rescatado. No es sencillo agarrarlos.  Pidan ayuda a otros transeúntes o conductores, no piensen en los que tal vez no deseen colaborar, déjese sorprender de quienes lo hacen.
Si ven a un perro cerca de su vehículo, deténgase y si no desea o puede ayudar al menos espere a verlo por el retrovisor a unos metros antes de proseguir.
Los perros no saben cuánto daño causa un auto, no tienen el concepto de atropello, en especial los que recién se han escapado de una casa.  Detenerse un par de segundos no hace que el perro razone cuál camino tomar o quitarse de enfrente de un auto.  
Piense que la mentalidad de un perro al encontrarse en lugares desconocidos y transitados es como la de un infante de dos o tres años. 
¿Sabían que, ante la ley, la ignorancia de un delito no es excusa? También tenemos que aprender que: la ignorancia no es excusa para la maldad y la falta moral.  
Y cuando tomen decisiones recuerden: No hagan lo que no desean que les hagan. 

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