sábado, 10 de agosto de 2013

Cachorros dominantes

Por lo general los cachorros interactúan con la madre y sus hermanos mientras crecen.  En esta fase aprenden límites propios y los de los demás por medio del juego, los mordiscos,  las riñas y la madre los corrige cuando es necesario.  Así comienzan a formarse personalidades de acuerdo a los genes, la educación y el ambiente.  Luego cuando son separados de la madre y son adoptados por los humanos, las personas les enseñan las “reglas” de la nueva familia: qué pueden agarrar, morder, en dónde dormir, etc.
Con los perros que son rescatados de la calle y luego adoptados es bastante sencillo que se adapten a las nuevas costumbres.  Toda su vida se han basado en las jerarquías de la manada con la que compartían.  Tal vez en algunos casos serán escapistas, dependiendo de las rutinas que llevaban en su anterior vida, pero con el tiempo, paseo y adiestramiento por parte de adoptante esto cambia y como escribí no todos son así, sino vean el caso de Circe que ella no se aleja de nosotros aunque esté suelta.

Cuando tomé el rol de mamá de los cachorros, por no tener tiempo para razonarlo, ni siquiera lo consideré, los eduqué como un adulto lo hace con un niño y vaya problema el que causé.  
Desde la primera semana se notaba quién era Alfa, y aunque un etólogo canino me dijo que no existen las hembras Alfa, sigo en la idea de que Keyla lo era, ¿es?  No sólo era la más grande, también se imponía ante sus hermanos, armaba y unía al grupito, lideraba con facilidad. No causaba problemas y de hecho se llevaba muy bien con Nova, la otra hembra quien era en extremo tímida y la segunda más pequeña de la camada.  Mimo y Perseo, eran más o menos del mismo tamaño (no tan grandes como Keyla) y competían entre sí.  Pero quien llevaba la peor parte era Gecko, el más pequeño de todos.  Él era dulce y tranquilo, por lo mismo en las trifulcas en el nido siempre salía volando, no lo dejaban comer, agarrar los juguetes y en los retozos paraba en líos con los demás.
No sabían competir por el mejor puesto para tomar la leche ya que fueron criados con biberón, no hubo mamá canina que les diera una reprimenda y en cuanto ellos comenzaron a movilizarse y ver el mundo por si mismos, usaban toda la fuerza que tenían.   No me pareció justo y comencé a regañarlos y separarlos en situaciones que normalmente la madre sólo les hubiera dejado aprender o si mucho, a darles un hocicazo para calmarlos.

Entonces lo que logré fue que nunca aprendieran cuándo detenerse, abstenerse y terminar la pelea.  Convertí a todos mis cachorros en dominantes, con conflictos fraternales sin resolver.   La parte más difícil (me lo explicó el mismo etólogo) es que al ser de la misma edad siempre necesitarían demostrar su autoridad ante el otro.   Y para rematar en mis errores, los sobreprotegí.  No dejé que interactuaran con otros perros más que entre ellos, me daba miedo que los lastimaran o les contagiaran alguna enfermedad.  Cuando miraba otros perritos de inmediato cargaba a mis chiquitos, como pudiera y esta es la mejor manera de evitarles la sociabilidad.   Ahora que ya están grandes he trabajado con ellos para adaptarlos al mundo real, un mundo en el que ellos no son los más fuertes pero los resultados son apreciables cuando están separados; unidos es como tener un grupito de combate.  Con otros perros son agresivos, pero no muerden a menos que se sientan agredidos, el problema es que con la manera en que ellos se acercan, intimidan y  reciben de respuesta gruñidos, ahí comienza el lío si lo permito.  Me imagino que por eso fue diferente con Circe, siendo de personalidad sumisa y acostumbrada a grupos de  perros en la calle, no le fue difícil aceptar la brusquedad de mis chiquitos. De ellos no recibió una sola mordida, varias reprimendas sí, pero sin daño físico.  Y ella no respondió agresivamente en ningún caso.

A los seis años las personalidades de mi hijos caninos ya están definidas y pueden apreciarse las diferencias de cómo nacieron y el resultado de la crianza.
Keyla, dejó de ser la perra Alfa, o al menos de demostrarlo cuando tenía tres años, creo que fue luego de una pelea con Nova de la que no fui testigo, pero un día al regresar del trabajo se notaba que habían peleado.  A partir de ese día es la más tranquila de todos.
Mimo, es dominante a pesar de que a él si le permitieron en su juventud interactuar con otros perros. 
Perseo, luego de cumplir su primer mes de vida, se convirtió en el perro más grande.  También fue dominante y bastante terco.
Nova, dejó de ser tímida y se convirtió en una diva; claro, nosotros la consentimos a más no poder.  Es dominante pasiva, posesiva y muy mandona.
Gecko, sí, yo lo malcrié, fue al que más sobreprotegí por ser tan chiquito.  Es dominante y contestón, a pesar que se comporta más agresivo que todos creo que todavía es más manejable que Perseo.

Por supuesto que todos son cariñosos, dulces con nosotros, les encanta tener visitas humanas, sólo tienen ese pequeño defecto que les conté,  pero como resumiría Freud (sin que tenga nada que ver con sus teorías): es culpa de la madre.

Hasta la próxima
Nova A.S.G.

No hay comentarios:

Publicar un comentario