sábado, 22 de junio de 2013

Corazón de León

Lean, aprendan y comparen para cuando se les presente un momento, un síntoma como el que les contaré.

Esa mañana me quedé en casa, no tuve que ir a trabajar y todo estaba normal.  Musa, Greka y Skippy tomaron el sol como siempre.   Me recosté en el sillón un rato y Skippy fue a sentarse a mi lado.  Me vio con sus ojos llenos de experiencia y le pregunté qué quería.  Buscó comodidad sin darme más detalle y se echó.  Lo recuerdo bien, porque luego, muchas veces, pensé y repensé en ese día por si algo se me había pasado por alto.

Aún temprano por la tarde Rk me dijo: Puka está enferma.   ¿Qué? , le pregunté sin observar.  Sus ojos se le están trabando, se le están volteando ¡mira!
Nunca vi algo semejante, un ojo se iba para atrás y el otro de lado a lado con extrema velocidad.  De inmediato fuimos al veterinario. 

El doctor diagnosticó que la perra había sufrido un derrame cerebral.   Para cuando llegamos, Puky (Skippy) presentaba parálisis y síntomas como si estuviera en estado de shock.  Los daños eran severos y debía quedarse internada.  El doctor fue claro: “Entre el daño y la edad no tiene muchas posibilidades a su favor, haremos lo posible pero deben prepararse para lo peor.  Las próximas 24 horas son decisivas.”

Nos fuimos desesperanzados, aunque estábamos deseosos por su recuperación era difícil mantener una actitud positiva ante la realidad, ella tenía más de doce años y su madre padeció del corazón.  

Un día después Skippy estaba estable, pero las posibilidades que tenía de sobrevivir eran del 50%.  Luego de irnos el día anterior había sufrido un segundo ataque, aunque no se repitieron en las horas posteriores.  La recomendación era que no llegáramos a verla, era demasiada ansiedad en su estado.   ¿Se imaginan no poder ver al ser que aman pensando en que no tendrán la oportunidad de verlo vivo de nuevo?

Pasamos tres días sin poder ver a nuestra bella Skippy, al cuarto nos permitieron visitarla por un momento.  Ella estaba echada, casi no se movió.  La acaricié pero la sentí lejana, tal vez porque nunca la había visto tan enferma.   Tenía la almohada que le llevamos y su juguete para que sintiera los olores familiares, pero ella estaba ida.   Nos despedimos, entonces fue cuando ella me vio de forma enojada, quise acariciar su cabeza pero no se dejó y me gruñó.  ¡Jamás ella me había gruñido y me dolió más que si me hubiera mordido!   Salí llorando, pensé que el derrame había afectado su memoria, aunque con Rk se portó indiferente.

No sé si la dieron de alta al quinto o sexto día, sólo sé que  partir de ese día tomó por el resto de su vida medicamento para la presión. Al entregárnosla el doctor nos dijo: ¡Qué chucha tan fuerte!   
Y en cuanto la sacaron del kennel y la cargué para llevarla al auto, la actitud de Spuka cambió, de nuevo era mi hija.  Sólo estuvo molesta porque la habíamos dejado antes.

La salida del hospital fue posible porque el riesgo de otros ataques era menor, su presión estaba controlada y visualmente estaba normal, sin embargo las consecuencias de los primeros estaban presentes: apenas podía levantarse por si sola, se iba para un lado, no podía abrir la boca del todo y por eso no podía masticar.  El doctor nos dijo que no se repondría mucho más de lo que ya estaba, pero así suele ser en esos casos.

Los siguientes días fueron cansados, no es sencillo hacer que un perro que está acostumbrado a brincotear por toda la casa haga reposo.   La razón para que estuviera viva era para que estuviera con nosotros, así que teníamos que cargarla para bajar y subir las gradas, los muebles, la cama; llevarla a hacer sus necesidades y alimentarla con comida especial.   Ella intentaba hacerlo por si sola pero su cuerpo no respondía… al menos las primeras semanas.  Luego comenzó a caminar mejor, se nos escapaba para subir las gradas sin nuestra ayuda y cuando podía se robaba el concentrado de las otras y no comía el paté especial.   Esto último le era difícil, su boca seguía limitándola. 

Una tarde llevamos pizza, Musa y Greka saltaban emocionadas, Skippy sólo caminaba de lado a lado para demostrar su entusiasmo. Ella deseaba un pedazo de pizza, babeaba y aspiraba el olor de ajos y tomate absorbidos por el queso derretido, se estaba volviendo loca y trataba de ladrar pero su hocico trabado no se lo permitía.  Entonces la sorpresa, su deseo fue más fuerte que su dolencia y ladró, ladró y continuó ladrando con triunfo y fuerza.  

Desde ese día la apodé Skippy Corazón de León, por guerrera. Ella se recuperó casi por completo luego de ladrar, un detalle la delataba y era que su cabeza se iba un poco para un lado pero por lo demás su vida siguió como era antes del derrame.

Así era Skippy, bella, fuerte y perseverante.


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