domingo, 26 de mayo de 2013

Perros en todos lados

Hace un par de años, un profesor de escritura, me comentó sus impresiones acerca del tema de los perros en las calles.
“Durante mi estancia en España, me asombré de ver a varios perros sueltos por las calles.   Algunos eran de raza y por supuesto otros eran mestizos, producto sobreviviente de los primeros que se cruzaron y procrearon.
No era sólo en áreas rurales, también estaban en colonias en las que se notaba por las  fachadas de las casas, un nivel económico más que estable.
Le pregunté a un amigo cuál era la razón para que tanto perro anduviera suelto, y me dio una respuesta que me dejó boquiabierto: Muchas familias compran a sus mascotas por diversos motivos pero la mayoría los abandona a su suerte una vez que llegan las vacaciones.   Las personas hacen sus maletas y se despiden de todo aquello que no entre en sus planes recreativos.
No habría imaginado semejante motivo si no me lo dicen. Sin embargo cuando me mudé a Colombia observé la misma situación.   Pregunté también el porqué de tanto abandono y la explicación fue que en años previos a mi llegada se dio un incremento de riquezas  entre las personas, estas compraron lo que quisieron incluyendo tantos perros como desearon, luego la economía decayó y como consecuencia la gente abandonó a sus mascotas.
Este es el ejemplo de sólo dos naciones, pero es triste que en todas partes del mundo por diferentes razones las personas no asuman la responsabilidad que deberían tener con sus animales.  Ves, la causa no es sólo la pobreza extrema o la ignorancia social.”

La plática tomó rumbos sociales, políticos, educacionales y a pesar de tanto argumento yendo y viniendo no logramos encontrar la raíz concreta del problema, y mucho menos solución inmediata.
En mi regreso a casa, mientras manejaba, seguí pensando en las frases y conjeturas que se habían expuesto y recordé a Lala, una señora que trabajó un tiempo en nuestra casa cuando mi abuelita aún vivía.    A ella la continuamos visitando con los años en su adorable casa en Rio Hondo. La recordé a ella porque fue de la primera persona que supe que la vida no es sólo felicidad, su niñez y crecimiento fueron traumáticos, criada en pobreza extrema y era analfabeta.  Ahora ya es una persona de la tercera edad y sí, es una persona a la que se le podría llamar amargada (no es para menos, lleva un pasado muy pesado); sin embargo siempre ha cuidado de sus mascotas con  responsabilidad en la medida de su conocimiento.  Nunca les ha faltado refugio, alimento, y vacunas.  En las fiestas o cualquier vacación, cuando cualquiera le invita a que pase unos días en otro pueblo sólo acepta si encuentra quien cuide a sus mascotas.  Hubo un tiempo en que tuvo mala salud y lo único que le encargó a sus vecinos  si no la miraban salir de su casa un día, fue que alimentaran a su perro y gallinas mientras llegaban sus hijas.
 
Llegué a casa esa noche y medité la tertulia y mis pensamientos; y al igual que entonces, hoy sigo sin saber por qué algunas personas dejan de valorar a sus mascotas, la respuesta a esa pregunta, creo,  nos daría una solución a la problemática de los perros abandonados.

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