viernes, 3 de mayo de 2013

La mudanza (parte 2 y final)

 Todos nos mudamos, ¡todos!

¿Se recuerdan de Consentida?  Mi niña, la grande, mi conciencia.   También recordarán que murió cuando recién me mudaba a la que ahora llamo mi antigua casa.  No escribí detalles porque todavía duele recordar, así es con las pérdidas; uno aprende a vivir con ellas y por eso vale la pena siempre hacer buenos recuerdos. 

Consentida fue enterrada en el jardín al pie de un limonar y al lado de un rosal blanco, muchos días contemplé la grama añorando su presencia,  a veces con lágrimas y otras con sonrisas.
Diez años después nos mudamos de nuevo, como les conté la semana pasada; y luego de trasladar todas las frívolas pertenencias, regresamos una última vez por lo más importante: mi Cony.

Rk no se extrañó ante la petición de desenterrar a Consentida para colocarla en el nuevo jardín, pero sí noté que se tomó su tiempo para decidir la fecha en la que lo haríamos.
Preparé una hermosa caja que compré con anterioridad y esperé el día.  Luego de que este fue pospuesto repetidamente y sin aceptar más pretextos llegamos una tarde a la anterior casa, a eso de las cinco. Mi esposo comenzó a picar la tierra y mientras el sol se alejaba, mi convicción de hacerlo en ese momento también se iba.  Pero él ya estaba en esas y no pude hacerlo cambiar de idea.
Me daba miedo, la hora, el concepto de desenterrar a un muerto, el posible hedor que se sentiría, de cómo se verían los huesos, la piel, toda ella.  Imágenes tétricas se formaban en mi mente y toda la ayuda que le ofrecí al inicio se limitó a pasar la pala y a quedarme lo más alejada posible en la medida de que no notara mis inseguridades.  Si contagiaba a Rk con mis ideas ya no seguiría.  Traté de respirar lo menos posible, no quería que mi sentido del olfato trabajara.
La tierra cedió y utilizó la pala, se guiaba con seguridad.  Rk la había enterrado, sabíamos en dónde estaban los restos. Pero no contamos con los temblores y los cambios que de estos resultan.  Había un hueco pero no mi Cony. 

Él continuó sacando tierra siguiendo la formación de la misma y entonces comencé a sentir olor a rosas blancas (son mis favoritas).   Primero pensé que estaba tan bloqueada con eso de no sentir que mi cerebro me protegía.  No dije nada.  Luego el olor era más fuerte y Rk extrañado me preguntó: ¿Son ideas mías o huele a rosas? Y unos segundos después encontró los huesos limpios de mi  amada perrita y el olor se propagó. Nos admiramos del suceso.  En realidad mi pequeña era tan dulce que nos proveía una manera agradable de trasladarla, al menos eso pensaba yo.
Todo era posible en ese momento, si un arco iris hubiera nacido de ese hoyo en esa oscuridad no me habría sorprendido.

Regresamos a la nueva casa y colocamos la caja con los restos de Consentida en un lugar especial del jardín.  Nuestras mentes creaban teorías,  la lógica trabajaba a toda máquina para darnos respuestas, y la idea de que el rosal de alguna manera había perfumado los restos de Cony era la más probable, pero no por ello el hecho dejaba de ser extraordinario y entonces la razón del por qué sucedió me parecía inexplicablemente prodigioso.   El amor, todo lo puede y todo lo cree.  Mi perra ya fallecida me daba un último regalo o tal vez era su agradecimiento por no dejarla.

No hay casualidades ¿o sí?  Resulta que unos días después del re-entierro, cambiando los canales de la televisión vimos parte de un documental; en ese momento explicaban los estados de los cuerpos luego de ser desenterrados luego de varios años de estar un lugar y de cómo estos eran afectados por las bacterias propias del área y la calidad de la tierra.  Terminando la escena el presentador dijo: “No es de extrañar que en estas situaciones, en el lugar y tiempo adecuados, los olores dulces o florales se puedan sentir.  Los olores a rosas o jazmines son los más usuales.”

No crean que saber esto me decepcionó.  Mi siempre amada Cony, todavía así me dio un último regalo de amor como pensé: el conocimiento.

Hasta una próxima
Nova A.S.G.

No hay comentarios:

Publicar un comentario