viernes, 21 de diciembre de 2012

Cuento de navidad con perros


Terminaba de preparar el ponche una Noche Buena.  Esperábamos, como era usual en ese tiempo (todos nuestros hermanos eran solteros) a la familia completa.   Coloqué en algunas mesas, con anticipación, dulces, manzanas, uvas y nueces en bandejas; para completar el decorado visual y que los invitados degustaran lo que desearan mientras llegaba el momento de la cena.
En la mesa del comedor era en donde había de todo un poco, desde la cocina la vi y recordé que iba a colocar unas velas rojas para completar la imagen navideña que tenía en mente.  Al acercarme noté que no había puesto angelitos en una dulcera que estaba vacía.  Fui por unos cuantos y me aseguré de que todo estaba dispuesto a mis deseos.
 
Mis hermanas, apenas adolescentes, fueron las primeras en llegar.  Como buena anfitriona, les serví ponche y les dije que comieran lo que quisieran.  Ellas se sentaron y sin tener más por hacer se dedicaron a acariciar a las perras.   Greka y Musa se deleitaban, sobadita de pancita, de lomo, de carita, intercambiaban a las niñas y que prosiguieran.  Se levantaban un rato, chequeaban la cocina por aquello de que hubiera qué comer y regresaban.   A Skippy la veía corretear, pasaba husmeando a mis hermanas, subía, regresaba, se echaba un rato y comenzaba de nuevo con su propio juego.
Pregunté si deseaban algo más, y desde la sala me respondieron que no. Revisé bandejas y dulceras por si faltaba algo y vi que en el comedor que no había angelitos.  Puse otros cuantos en el plato y seguí en la cocina.  

Unos minutos después repetí la pregunta y revisión respectiva.  La misma respuesta y de nuevo la falta de angelitos, era lo único que faltaba.  Me pareció extraño porque en la mesa de centro, la dulcera con los coloridos y pequeños marshmallows seguía intacta; entonces por qué mis hermanas iban al comedor. ¿Acaso daban los cuatro pasos para la sala se viera perfecta?  No pude evitar la curiosidad y les pregunté: ¿Por qué se están comiendo los del comedor y no los que tienen enfrente?  Mis hermanas se vieron confusas y contestaron que ellas no estaban ni siquiera comiendo dulces en ese momento.    Ellas son gemelas y tienen sus cosas, así que asumí que era algo de ellas.  Tal vez una le escondía a la otra que estaba consumiendo angelitos por molestar.  Esta vez llené la dulcera, así tardarían más.  En todo ese tiempo mis perritas seguían siendo acariciadas y la otra correteando, así era Skippy, nada inusual.
 
Llegó mi esposo y le comenté la “desaparición” de los angelitos.  Ellas así son, me respondió, mejor dales la bolsa.   Era una buena idea y se las entregué.  Pero nosotros no estamos comiendo, me dijeron; de todas formas la recibieron.  Un momento después, el timbre de la puerta sonó y les pedí que abrieran.  Me volteé hacia el comedor y ahí estaba Skippy, muy cuidadosa, robando angelitos.  
Fue una buena celebración familiar, una comida tranquila, la pequeña casa oliendo a ponche, comentarios y risas por la supuesta culpabilidad de mis hermanas debido a nuestra ladrona Skippy. 
 
Los regalos se abrieron, todos se fueron, Musa y Greka quedaron rendidas ante tanta caricia y durmieron a pierna suelta.  Skippy creo que espantó a Santa Claus porque ella corría y  luego de asegurarme de que no le pasaba nada más y quedarme dormida, ella siguió correteando.

¡Feliz Navidad! Y que nos les pase las mías, atentos ahora de las celebraciones con perros y todas las mascotas. 
Nova A.S.G.

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