Siguiendo
con la historia de mis Cocker…
Greka
aprendió a desfalcarnos con un arte sin igual como les conté en la anécdota:
ingenio canino. Mientras
tanto en esos mismos días, Musa, deseosa de complacernos y viendo los resultados de las acciones de la pequeña, también comenzó a entrar una que otra
carta, pero en cuanto Greka se dio cuenta, le hizo saber (con su mal genio) que el puesto estaba
ocupado y que no pensaba en compartirlo con nadie. Así la carrera de courier de la negra Cocker
quedó en el olvido y sólo algunas muy pocas veces, logró agarrar cartas que
quedaban tiradas.
El pago del
jamón por entrega de correspondencia no lo limitábamos a Cuca (Greka de
cariño). Les dábamos a las tres. Ya sé, una hacía el trabajo pero no teníamos
el corazón de negarles a las otras dos el delicioso bocadito.
Skippy, entendió la razón, pero ella no estaba
dispuesta a realizar trabajos para nadie y mucho menos de quitarle el
protagonismo a su hija. Nunca fue de
llevar o traer excepto a su madre jalada de la oreja. Sin embargo deseaba recibir su parte tan
ansiosa como las otras dos, así que decidió convertirse en vocera.
Cada vez
que Greka entraba las cartas, Skippy ladraba y bailaba para llamar la
atención. Entre más rápido lo
supiéramos, más rápido recibían el pago.
Ya ninguna
de las tres vive, pero cada vez que entro una carta pienso en ellas. Y me imagino que este aprendizaje queda en
los genes porque mi adorado Perseo también lo intentaba, aunque cuando lo hacía,
a los sobres siempre les faltó un pedazo.
Ahora que
él tampoco está, me he dado cuenta que alguno de los tres lo hace, porque las
deja a medias gradas. Aún no sé quién
es, pero en algún momento lo averiguaré y les contaré.
Hasta una
próxima.
Nova A.S.G.
No hay comentarios:
Publicar un comentario