viernes, 10 de agosto de 2012

Karma

‹‹Mientras caía, pensé: —Pobre los perros de la calle que son golpeados, atropellados y que sufren; porque aunque se quejen nadie los escucha y muy pero muy pocos reciben ayuda. —Fue en un instante y esa idea fue la me vino a la mente en cuanto imaginé el terrible golpe que estaba por recibir y que, sí, sufrí.  No me di cuenta de cómo y porqué tengo moretones por todos lados ya que el impacto que sentí fue en la columna. Fue un dolor tan fuerte como nunca antes tuve, ni siquiera cuando me rompí la muñeca patinando con tus hermanas.  Cuando el auto al fin se detuvo pensé que no podría caminar, que me había quebrado por la caída y otra vez pensé en los perros heridos, creo que así se sienten.
Respire profundo, y las personas llegaron a ayudarme.  No sé cuántos minutos pasaron, si es que la espera por intentar levantarme pasó en minutos, pero yo así lo sentí.  Al fin pude, con dolor, salir del auto y me sorprendí, al igual que las personas a mi alrededor, porque podía moverme. 
¡Es un milagro! Escuché que decían, yo también así lo creo. 
En un trayecto de casi más de un kilómetro, sin frenos, en bajada y sin encontrar a nadie en el camino, que era lo que más me preocupaba mientras trataba de no perder más el control, ya era una bendición.  Luego creí que chocaría contra la grada pero pararía, sin embargo esta sirvió de rampa para elevar el carro por dos metros que, si no hubiera sido por el precioso árbol que dio su vida por la mía, habría llegado hacia el profundo zanjón. 
¡Sí es un milagro! Estar viva, no haber lastimado a alguien o algo peor.  Entonces ya parada pensé: Estas bendiciones son por los perros, aunque sean pocos, pero esos perros que en algún momento hemos ayudado.  Es Karma.››

Mi madre se quedó en silencio el resto del trayecto hacia el doctor para su revisión.  No sé si el dolor de la vértebra quebrada o sus varios golpes musculares fueron las que la dejaron sin hablar.  Yo sólo medité sus palabras, los pensamientos que tuvo días antes cuando se accidentó.

Mientras manejaba agradecía en mis adentros que nada irremediable sucedió, ni a ella ni a nadie más a causa del accidente y afirmaba en mi mente lo que siempre he creído: Las buenas acciones desinteresadas nos brindan satisfacciones. Porque yo también, sin querer, cuando me suceden cosas buenas, recuerdo los ojos agradecidos de algún perrito que logré ayudar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario