viernes, 17 de agosto de 2012

Atractivo perruno


Cada perro tiene personalidad única, me imagino que es una fusión de los genes, el comportamiento de los seres humanos con quienes más comparte su vida y cómo se le trata, creo que es igual con las personas.   Y también opino que la personalidad aumenta y disminuye nuestra percepción de la belleza física, según los gustos de cada quien, lo notamos con nuestros semejantes pero no es tan fácil de observar en los perros, ya que los que amamos a los perros podría no gustarnos como actúa un perro en específico pero no por eso deja de ser un perro lindo: Es un perro, es lindo.  Un ejemplo (sé que es un estereotipo lo que escribiré): Los hombres mujeriegos.  Sin importar qué mujer sea, si está arreglada o no, tendrá piropo seguro (tampoco significa que sea agradable el piropo).

Estas ideas las tengo desde que noté que a Consentida, sin importar dónde y cuándo pasara, los perros se sentían atraídos a ella.  La miraban, le lloraban y se rendían a sus pies.  Ella era una Cocker Spaniel dorada, de buen carácter, algo coqueta y de facciones simétricas, según mi punto de vista, así que era bella.  Luego con los años, cuando asistimos a los entrenamientos caninos con Skippy, Musa y Greka observé que sí, cada perro tenía un gusto propio no necesariamente en relación a una raza.

Los que han leído sobre Skippy saben que era, aparte de tremenda, una perra de carácter recio, no conocía la palabra miedo y se sentía del tamaño de un león. De ella, se enamoró un enorme y dulce Pit Bull.  Trataba de llamar su atención como pudiera y suspiraba cuando al fin Skippy se dignaba a darle una mirada.  Se acercaba lo más que podía con su correa para poder olerla.  Había otras perras preciosas estudiando, pero nadie le llamó la atención a él, mas que mi tremenda Puka.  ¿Sería el carácter de ella lo que lo atraía? ¿Un olor en específico? No tengo la menor idea.

Musa también encontró admirador, un Pastor Alemán bravucón. El perrito era malhumorado con otros perros y perras, ladrador y si se hubiera dado el caso talvez peleonero.  Esa era una de las razones por las que estaba en entrenamiento.  Sin embargo con Musita, el perro se acostaba ante ella, era a la única que no le ladraba y cuando trabajábamos a su lado él se comportaba más tranquilo.   Musa no era coqueta, pero de repente le daba curiosidad el perrón y con disimulo se acercaba a él. Se escuchaban suspiros del macho y se veían sonrisas de los que observábamos.  Algo era claro (aparte de las razas) ella era tranquila y él no.  ¿Sería la personalidad tranquila de Musa lo que lo conquistaba?

Con Greka, no sé si por nena o qué pero ella consiguió dos enamorados. 
El primero, un bello y energético Jack Rusell que al verla saltaba más de lo que usualmente hacía.   Le llevaban una pelota a los entrenamientos, para mantenerlo ocupado mientras comenzaban y terminaban las clases (es que esa raza lo necesita), entonces él se la tiraba y correteaba a su alrededor y cómo ella no correspondía a sus juegos, él agarraba la pelota y jugaba solo pero enfrente de ella para cautivarla.  Estaba loco por mi mimada Cockercita, pero Greka no le prestaba atención, es más, creo que lo ignoraba, hasta que...  llegó a clases otra perrita.  El Russell, me imagino que harto de los modos de Greka y atraído hacia la nueva alumna dejó de ser el adorador de mi pequeña.   Más nos sorprendimos de ver la reacción que tuvo la Cocker, porque se notaron los celos y comenzó a prestarle atención.  El perrito quedó indeciso porque quiso compartir sus juegos con las dos, pero Greka quería todo o nada, así que aunque ya no fue petulante tampoco siguió su juego y creo que a propósito atendió más las miradas del segundo enamorado: Athos.

Athos es del único que recuerdo el nombre, talvez porque vi el proceso de su cambio: Un perro tímido convertido en un regio Gran Danés.
Él amaba a Greka, era por la única que ladraba si algún otro perro le ladraba a ella.  Dulce, amable y educado.  Una vez quiso jugar con ella y por supuesto su manita cubrió todo el rostro de Greka, esta se asustó y a él se le notó el arrepentimiento de haberle causado disgusto con el juego. Entonces a partir de ese momento cada vez que se le acercaba lo hacía arrastrado al suelo para verse más pequeño. A Greka parecía agradarle este gesto ya que lo dejaba olerla y ella también lo olfateaba detrás de las orejas, reacciones muy naturales entre dos perros sociables, pero no de las mías.

Creerán que exagero, pero es real.  Cómo podemos juzgar la atracción animal si ni siquiera podemos hacerlo con la humana. ¿O me dirán que no han visto parejas que consideran disparejas?

Hasta una próxima
Nova A.S.G.

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