viernes, 17 de enero de 2014

Cachorros con abuelita

Criábamos a los Cuachuchitos con todas las recomendaciones que el Veterinario nos había dado, además por previa experiencia con nuestras hijas caninas incluíamos reglas para que desde jóvenes aprendieran reglas básicas de comportamiento. 

La primera regla olvidada fue el no subirse a los muebles.  No pudimos con mi esposo ni contener a todos al mismo tiempo, ni contenernos nosotros mismos de tenerlos abrazados en el sillón y la cama.
En la que nos manteníamos firmes era en no darles de nuestra comida, por su salud y por la futura tranquilidad nuestra a la hora de comer.    Era difícil no caer en la tentación ante semejantes peluditos y además estar al tanto de las visitas que querían quebrar la regla.  Si son bebés y tienen ganas, decían. O: es que se me cayó de casualidad.   No nos caía en gracia como las personas creerían, porque lo hacíamos para bien de los cachorros. A Rk y a mi nos dolía el no darles a probar un bocadito de lo que estuviéramos comiendo y mis cachorros lo entendían porque nos manipulaban con lloriqueos y esos ojos enormes que saben poner cuando desean algo. Los aromas de la comida los volvían locos, no entendíamos el porqué de la ansiedad ante sabores que no conocían.  Sin embargo a pesar de todos nuestros cuidados ante la comida ellos continuaban solicitando y hasta exigiendo. 

Sé que los Cuachuchitos reconocían a Rk como un padre más consentidor, porque le pedían con más efusividad a él y hacían algo a lo que no le prestábamos importancia cuando estábamos cerca de ellos al terminar de comer: ellos llegaban con Rk y con la nariz le empujaban la quijada, a Skippy, la abuela canina, le hacían lo mismo.

Un día, tal vez estábamos más relajados y pusimos más atención o ese día Skippy  o los cachorros no fueron tan discretos como otras veces. A la abuelita Puka, por su edad y convalecencia de una operación de hacía unos meses, Rk la consentía al punto de prepararle un pequeño plato con “muestras de nuestra comida, lo sano preparado de manera sana.  Terminamos el almuerzo y como otras veces desde que estaban sus nietos, Skippy se levantó y fue al jardín. Entonces escuchamos que gimió muy suave, los Cuachuchitos nos dejaron en paz y salieron corriendo hacia ella, como también solían hacer pero sin tanta algarabía.  Fuimos detrás de ellos, algo malo podría haberle sucedido a Puka, pensamos y fue cuando vimos que ella estaba sentada frente a ellos y cada uno le empujaba la quijada, luego ella regurgitó sólo la comida (no el concentrado) y los cachorros comieron. Vimos la escena con el mismo asco que ustedes estarán sintiendo. Sí, nos pareció dulce el gesto de la abuelita de proporcionarles “lo rico y diferente”, pero poco deseable de ver, además podría afectar la salud de Skippy.  Desde ese día cuidamos de que no se repitiera, dudo que lo hayamos logrado al 100%.

Curioso fue que en esos días pasaban documentales de lobos y entonces una explicación nos interesó: “Las lobas regurgitan previo al destete para preparar a las crías en su futuro consumo de carne, los lobeznos estimulan a la madre frotando su hocico en el hocico de esta o lamiéndole la boca.  Esta acción no suele observarse en los perros domésticos, pero en sus genes está grabado el comportamiento de sus ancestros, por lo cual si una perra no posee suficiente leche no es de extrañar que este recurso sería utilizado para alimentar a sus cachorros.”

Mi bella Skippy, cuidando a sus nietos de la única manera que el cuerpo le proporcionaba y los nietos mañosos aprovechándose de la memoria genética.   

Abuelita Skippy jugando con Perseo.



Sean felices junto a sus perros y ayuden a un perro sin hogar.

Hasta la próxima,
Nova A.S.G.

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