viernes, 13 de diciembre de 2013

La mejor medicina

El lunes mis hijos caninos, los Cockercitos, cumplirán ocho años.  Yo aún los veo como cachorros aunque en sus ojos se nota la sabiduría que han obtenido de la vida.  Así es con los hijos, veo a mi madre mirarme como en mis primeros recuerdos y yo lo hago igual con mis perritos.  Siempre serán mis cachorros. Aunque adultos,  no puedo evitar recordarlos como en sus primeros meses, cuando mis pequeños Cuachuchitos crecían y descubrían el mundo a su manera.

Desde que nacieron hay un momento que, cuando armamos el árbol, se me viene a la mente. Era la última semana de enero y aún no habíamos quitado el árbol de Navidad.  Podría  tratar de engañarlos diciendo que fue por tanto trabajo inesperado,  atender a Skippy que estaba convaleciente de una fuerte enfermedad, cuidar a Greka por su depresión que no fue diagnosticada sino hasta después de su muerte y criar a los cinco peludos terremotos, porque no tenían madre canina que lo hiciera; pero no, la decoración navideña estaba para quitar la pesadez a los días de un Año Nuevo.   Era como exprimir la poca esencia navideña que quedaba en los adornos y las pascuas aún con flores. 

Hacía unos pocos minutos que había visto a los cachorros corretear en el jardín cargando peluches que eran más grandes que ellos y mordisqueando a Musa cuando pasaba cerca.   Vi el árbol y sabiendo que el fin de semana que se acercaba sería la despedida de este, me senté en el piso para observar cada detalle, recordando que lo armamos antes que los Cockercitos nacieran.   Pensé en todas las ideas que tenía cuando colocamos los adornos, me dio nostalgia que a pesar de tener a mis chiquitos, Greka estaba muy enferma.   Recordé que todavía llevamos a Skippy a ver las luces en la calle y que estando convaleciente  se emocionó al verlas.   Parecía que había sido mucho tiempo atrás, que cada día fueron semanas, pero sólo eran menos de dos meses los que me separaban del recuerdo y del presente.  Estaba absorta en mis penas y reflexiones, cuando las ramas del árbol se sacudieron con fuerza. ¡Fue un gran susto el que me llevé! por el inesperado e inexplicable movimiento y sin tiempo de razonar un porqué, los cachorritos salieron de abajo del árbol abalanzándose sobre mí para lamerme y mordisquear mis piernas.   Verme en el suelo era señal de conquista y nunca desaprovechaban una oportunidad.    ¡Mi día cambió! la tristeza se fue ante las risas y caricias que me dieron mis peluditos traviesos, a los que aún podía cargar en una mano.

Ellos son la mejor medicina ante cualquier dolencia, pero ahora debo tener cuidado porque, aunque crecieron siguen tirándose sobre mí, además Circe los copia y ella pesa por dos.  
¡Imagínense lo que pasé una vez que me operaron y los chiquitos decidieron aliviarme!

Hagan el bien, sean felices junto a sus perros  y ayuden a una mascota sin hogar.

Hasta la próxima
Nova A.S.G.

No hay comentarios:

Publicar un comentario