viernes, 18 de octubre de 2013

Poly Poly

Siempre bello Poly Poly.
Hace más de tres años escribí el tema: Que no le gustaban.  Era sobre mi amiga Kh que decía eso sobre los perros y con el tiempo aprendió que se mentía a sí misma.
En estos últimos años compartió su vida con Poly, un bello French Poodle color negro que llegó a su hogar siendo joven adulto y con una salud sicológica cuestionable.  Agresivo por nervios al punto que le daban ataques epilépticos.  Pasaron un par de años antes de que el perro se estabilizara emocionalmente y se dejara convertir en un perro mimado.
Poly en su adultez y vejez, a pesar de su salud inicial fue un perro sano, claro con achaques propios de la edad, que fueron disminuidos por los medicamentos y el alimento adecuado.   

La primera semana de este mes fui a visitar a mi amiga —un hecho poco usual de mi parte—.   Ella estaba preocupada. Desde hacía un tiempo a Poly le costaba caminar en el piso porque se resbalaba, y no tenía mucho equilibrio para mantenerse parado.  Ya no miraba y creo que casi no escuchaba.  Sin embargo aún tenía un gran sentido del olfato y buen apetito.   Kh sabía que su perrito pronto partiría y no había nada por hacer.   Entendí su miedo y dolor, pero también le recordé que él era un perro feliz y amado.  Sus dolencias eran las que todo ser viviente anciano siente y que en esos momentos solo nos queda dar lo mejor de nosotros y aprovechar los abrazos y besos que se pueden brindar. 
Acaricié a Poly Poly (como le decía yo), con el respeto que solicitó desde siempre por su personalidad y más por su edad.   Vi su piel suave y frágil cubierta por el delicado pelaje blanco, esas canitas escondidas entre sus colochos grisáceos; y me causó ternura observar cómo el tiempo trata a todos por igual.   Me dio tristeza pensar que esa podría ser la última vez que lo miraba, por su edad y mis pocas visitas; también pensé en Kh, en el pesar que le vendría al perder a su único hijo canino.  

No imaginé que el día que uno no desea llegara tan pronto. El lunes siguiente siete de octubre, con la recomendación del Veterinario, Kh tuvo que tomar la decisión de dormir a Poly.  Ese fin de semana fue el decisivo, su cuerpo había dado todo lo que podía y para evitar el sufrimiento en los posibles tres días que le quedaban, por amor a él lo dejó partir.   Poly murió meses después de cumplir 17 años.

Cuando uno ama a su perro, no existe el consuelo: vivió mucho tiempo.   Siempre se deseará más. La pérdida es total, no hay reemplazo.  Habrá otro amor pero no el mismo y es por eso que duele.   Los que hemos amado y amamos a nuestras mascotas, sabemos que son nuestra familia, conocemos el desconsuelo de cuando se nos muere una, y el temor silencioso con el que vivimos sabiendo que la que tenemos partirá en algún momento. 
Pero la felicidad que nos dan es tan grande que bien vale la pena, cuando estamos listos, repetir el vínculo porque necesitamos en nuestra vida a un perro.

Aprovechen cada minuto posible con su perro y ayuden a uno sin hogar.

Hasta la próxima,
Nova A.S.G.

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