Esta es otra anécdota de la que me había olvidado hasta ahora.
Conocí a Vero en la universidad, tuve suerte, ya que ese año en mi
carrera sólo éramos dos mujeres, y resultó que ella también amaba a los
perros y su casa me quedaba en el camino. La amistad que tendríamos
estaba predestinada.
Iba un día a dejarla a su casa, y pasamos a una ferretería que quedaba
cerca. A la vecindad de esta, un perro amarillo y peludo estaba en la
banqueta, ladraba y cuando terminaba de hacerlo pegaba de brincos contra
el portón negro de esa casa, provocando fuertes sonidos.
Antes de arrancar el auto, esperamos. No nos habíamos puesto de
acuerdo pero ambas queríamos saber qué pasaba con el perrito y las dos
asumimos lo mismo: “Lo dejaron afuera y está tocando para entrar.”
El perro se desesperaba, se alejaba un par de metros, y regresaba. Nosotras, sin prisa, seguíamos al pendiente.
¿Será que no hay nadie? ¿No oyen? ¿Qué pasa que no le abren?, nos
preguntábamos. Al ver que no había respuesta en el portón, Vero se bajó
para ir a tocar. El perro se sentó a la par de ella, moviendo la cola a
más no poder. Nadie contestó y ella regresó al auto. El perro
continuó haciendo lo suyo.
—Vero, pero si el perro toca más fuerte que tú. Qué te iban a oír, si es que hay alguien —le dije burlona—. Voy yo.
Con la llave comencé a tocar más fuerte y escuché ruidos adentro. —Sí,
si hay alguien —le grité y ella bajó a acompañarme. Ahora éramos tres
los interesados en que esa puerta se abriera o al menos que alguien
contestara. Pasaron un par de minutos y nada. Nos metimos al auto y el
perro también se movió de ahí.
En ese momento desde arriba del portón grandes chorros de agua cayeron,
justo en donde estábamos paradas. Quedamos sorprendidas por el suceso.
Por un poquito y nos bañan en la calle, pero todos tuvimos suerte.
Prevenida sólo bajé el vidrio y comencé a hablar para que quien
estuviera adentro me escuchara. Una señora abrió, todavía con cubeta en
mano. Entendiendo nuestra preocupación nos dijo: —¡Perdón! No me
imaginé que alguien más estuviera afuera. Ese perro es de la otra casa,
se les sale para venir a buscar a la perra de aquí porque está en celo.
¿No las mojé. O sí?
Nos despedimos, y vimos que el perro al ver a la señora con la cubeta se
fue, sin embargo por el retrovisor noté que cuando el portón se cerró,
muy campante y seco volvió para de nuevo probar suerte.
Hasta una próxima
Nova A.S.G.
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