viernes, 1 de abril de 2011

Consentida pastora

Viendo una película entre estornudos, tos y dolor de cabeza (estúpida bronquitis), recordé las habilidades que tenía Consentida.
Siendo Cocker Spaniel, uno esperaría que la cacería de aves fuese lo que la atraía.  Sí y no.
Cony no tendría más de tres años, cuando a la casa llevaron una criadora, que para los que no saben qué es, es una estructura de metal en pisos que sirve para la crianza de pollos.  La que llevaron a casa era pequeña pero suficiente para ayudar a las necesitadas finanzas hogareñas.

Comenzó la crianza y también los pollitos escapistas que se salían para arrinconarse en las esquinas inalcanzables de las patas de la criadora.  Mi mami y yo nos estirábamos lo más que podíamos para alcanzar a las pelusitas amarillas que piaban y piaban.  En esos momentos a Cony se le encerraba por la idea que la perra bien podría, por sus nervios, morder a uno de los pollitos.  

La constancia con la que teníamos que realizar el “trabajito” nos hartó y dejamos de prestar atención a cada pollo que se salía y esperábamos a buscarlos hasta que sintiéramos que eran bastantes.  En uno de esos momentos se nos olvidó entrar a Cony y en cuanto nos agachamos a buscar a las aves, Consentida pasó, correteando una a mi lado, luego a otra y a otra, más rápido de lo que pude levantarme para evitarlo.   Cuando vi, la perra tenía a un grupo de pollos arrinconados contra una pared esperando por mí.   Ningún ave estaba lesionada, babeadas sí pero no más que eso.  Consentida se convirtió en una pastora de aves y en una excelente ayuda mientras la criadora estuvo ese año en casa.  

Y si a todo esto se preguntan: ¿Y que tiene que ver el recuerdo con la película? No lo sé, creo que vi un pato volando en ella.  Tal vez por ser ave me recordé de los pollos.  Quién sabe.  Al menos tengo el pretexto perfecto: tenía fiebre.

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