sábado, 8 de enero de 2011

Las asalta platos

Consentida y Skippy, no sólo eran madre e hija o una perras mimadas, eran el dúo dinámico de asalto a platos.   Calmadas y silenciosas como los francotiradores, esperando el momento oportuno y la distracción del personaje que las separaba de su objetivo. 
No lo había notado, porque acostumbrada a tener perros, evitaba dejarles al alcance tentaciones.    Pero, por mi entonces novio Rk, ingenuo con perros adentro de la casa, descubrí lo astutas que eran para robar.
  
A él le quedaba más cerca, por su trabajo, llegar a almorzar a mi casa.    Un día (esta parte me la relató él) llegó hambriento.  No había nadie, pero tenía llave así que entró al apartamento.  Se sirvió un plato de arroz y frijoles colorados con carnitas, se le hacía agua la boca.  Esperó un par de minutos que se calentara en el microondas, se acomodó en el sillón y colocó la comida en el taburete.   Con el tenedor revolvió todo a lo chapín, a tomar el primer bocado iba, cuando el timbre sonó.  ‹‹—¿Quién será? —se preguntó molesto.›› Fue a ver.
Un vendedor de enciclopedias lo tomó de rehén, por más de veinte minutos.  Rk pensaba en la comida y en cómo el plato, para esos momentos, ya debería verse pulcro debido a las lamidas.  No se decidía a entrar para evitar enojarse y por educación al vendedor. 
Poco después llegué, y con un: “Con permiso, ella lo atenderá.” de parte de Rk, quedé endosada.
Escuché al señor por casi media hora. Entre lo que vendía, me ofreció una serie de libros de cuentos, que hubiera comprado de haber tenido el dinero.  Al fin, no sé cómo, se marchó sin venta y por ende, desilusionado.
Rk, me dijo que entró esperando ver: Frijoles en la alfombra, el plato tirado y las perras manchadas de comida.  Pero no, el plato seguía en el mismo lugar, las perras en el cojín y hasta ahí todo normal.   Satisfecho por la “educación” de mis canes, comenzó a comer y conforme terminaba, se dio cuenta que no encontró una sola carnita.

Otra vez, fui testigo silencioso.  Estaba platicando con Rk mientras él preparaba dos sándwiches.  Las Cocker no podían verme, pero yo sí a ellas.
Rk colocó queso, jamón y antes de taparlos con otra rodaja de pan, dejó el plato a un lado, volteándose para tomar la mayonesa.  Consentida y Skippy, sincronizadas, tomaron su porción de embutido con la delicadeza de quién desactiva un explosivo.  Rk vio los panes con queso y confuso les colocó de nuevo jamón.   Seguimos conversando, aunque yo no podía aguantar más la risa.
Avariciosas, las perras realizaron de nuevo el acto de desaparición, cuando vieron que Rk iba por la mostaza.   Esta vez, mi novio me preguntó:
—¿Estás bromeando?
—Yo no he hecho nada, estoy en el mismo lugar —respondí, riendo.
Él comprendió, lo que pasaba y las peludas lo confirmaron con las saboreadas que se seguían dando.
—En realidad, por un momento pensé que sólo lo había imaginado y que no había colocado jamón.  ¡Pero que perras tan rateras tienes!

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