viernes, 14 de mayo de 2010

Popeye

Luego de Duquesa llegó Popeye, un perro mestizo, se veía como un Beagle,  con manchas y todo aunque unos veinte centímetros más alto y se notaba que no era de raza, pero era lindo y ante todo único. Muy cariñoso y amable con las personas.
Una tarde se salió tras de mi cuando fui a la vecindad.   Tendría yo unos tres años, y por mi edad me imagino que lo ahuyenté de forma indebida.  Sé que no lo dañé, pero lo puse nervioso.  Me mordió, no, ni siquiera llegó a ser eso.  Pasó sus dientes en mi mano, causándome algo menos que un rasguño.   Lloré, pero por el susto.  Y como él no estaba vacunado me gané las dosis de antirrábicas en el estómago. 

En donde existe ignorancia el oportunista hace fiesta, y eso sucedió en casa, ahora lo sé.  Mi mami por ese entonces tenía huéspedes. Estos eran jóvenes del resto de Centro América, estudiantes de la Universidad San Carlos;  entre ellos uno estudiaba veterinaria.
Arnoldo, el seudo veterinario, aseveró que Popeye tenía rabia y no vi más al perro.  Días después el estudiante pegaba huesos en un cartón para una presentación.  Pregunté y contestó que era una tarea que tenía que entregar: Huesos de perro.   Entendí que era Popeye.  Me dolió (más que las inyecciones) pero  mi perrito estaba enfermo y no había cura, fue lo que pensé, con más madurez que la que hoy tengo.

Los sucesos no se olvidan, lo que pasa es que uno no los recuerda hasta que algo los trae del fondo de nuestra mente.   Ese algo llegó un día en mi adolescencia, mientras conversaba con un Doctor Veterinario. —Puede presentarse de dos maneras mi´ja.  Les dicen:  rabia furiosa y  rabia muda —dijo y me explicó los síntomas.  Recordé a Popeye.  Él no presentaba ninguna de las señales.  Le conté al doctor y preguntó:
—¿Lo dejaban salir a callejear?  ¿Tenía contacto con otros animales?
—No.
—Pues —respondió, rascándose la cabeza—, no hay manera de asegurar o negar que su perro tenía rabia. Sin síntomas se puede sospechar, si no se conoce al animal.  Es normal que su familia se preocupara y no tomara riesgos, más, porque alguien les aseguró que estaba enfermo.  Quién sabe qué pasó en realidad —dijo discreto, mientras su rostro expresaba lo que concluí en ese  momento. 

Ahora me pregunto: ¡¿Y si ese huésped,  hubiera decidido estudiar medicina?!

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