viernes, 19 de marzo de 2010

Consentida



La vida es extraña, no siempre salen las cosas como se planean, y nunca se sabe que consecuencia habrá para personas desconocidas.  A mi esta situación me dio y sigue dando alegrías.

“Feliz día del cariño, me llamo Consentida”, decía la tarjeta con la que entregaron a una perra Cocker Spaniel, raza que tiene por fama ser demasiado traviesa.  En el hogar al que la regalaron ya había una Chihuahua, una Pequinés y una Salchicha, en edades adultas.  La cachorra, era eso: una cachorra en busca de atención y juego; en su nuevo hogar no podían con ella, así que se olvidaron del sentimentalismo y cuatro meses después la dieron a mi casa.  Llegó con el alias de: Cony,  la llamaban así para acortar su nombre original.  Yo tenía once años, el tiempo del mundo y muchas ganas de tener un perro; no recuerdo un momento de mi vida en el que no me gustaran los perros.
Cony fue mi Consentida y mi Consuelo, crecimos juntas, me hizo muy feliz y yo traté de hacer lo mismo por ella; no fue mi perrita, fue mi mejor amiga y en cierto modo se convirtió en mi conciencia porque muchas decisiones las tomé por la responsabilidad que tenía hacia  ella para que estuviera sana y alegre, sin darme cuenta que por ello, ese efecto también surgía en mí.  

La predecesora de los que tengo en casa (a excepción de una) fue Cony, y algunas veces, cuando veo a los que son sus bisnietos no puedo evitar pensar que ese regalo que no era para mí es de los mejores que he tenido.


No hay comentarios:

Publicar un comentario