Tengo un balcón frontal en la casa, es tan angosto que apenas caben los perros, y por eso sólo ellos lo usan. Al menos es un lugar en el que ven pasar la vida ajena y se distraen; una especie de de teatro con función constante de reality show. La única condición que les tenemos es que no ladren o se les cierra el acceso.
La ventana, siempre y cuando hay humanos, está abierta; un ruido en la calle y salen corriendo a sentarse a ver la causa. Durante el día, los transeúntes pueden verlos y a veces las visitas de los vecinos se detienen a observar la graciosa fila canina. Por la noche la historia es otra porque no salen del todo, entre más tarde es, menos cuerpo sacan. Así que cuando hay reunión o sólo voces que matan el silencio en la calle, entre las cortinas apenas asoman las cabecitas para observar quién está interrumpiendo el sueño. En la madrugada cualquier voz se escucha y ha sucedido que son pláticas amenas o discusiones. Estas últimas son las que me ponen nerviosa, las personas están enfadadas y podrían mal interpretar desde afuera la cortina medio levantada. Podrían pensar que somos unos vecinos metiches.
A veces me pregunto si llegará un día en que vengan a mi casa a reclamar porque creen que fisgoneamos en la ventana.
Y más curiosidad si quien lo pregunte creerá la verdad: "Lo lamento no éramos nosotros (los humanos) fueron mis perritos". Se parece al pretexto: “Hice la tarea pero mi perro se la comió”. ¿Ustedes lo creerían?
Feliz fin de semana.
Hasta la próxima, Nova A.S.G.
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