sábado, 2 de febrero de 2013

Negro

Negro es un perro sin hogar real.  Apareció en una colonia un día, no era cachorro a la vista pero sí en edad.   Nadie lo entró a su casa para cuidarlo y así como se ganó enemigos de la nada (las personas que no gustan de los perros tienden a enemistarse con ellos sólo porqué sí) también se hizo de amigos humanos que lo alimentaban, un pan por aquí, concentrado por allá y así sobrevivió.  Creció y más personas lo conocieron.  Comenzó a acompañar a las personas que le daban cariño y entre caminata y caminata un joven llamado Fer le abrió las puertas de su casa, pero Negro se sentía de todos y de nadie, no soportaba estar encerrado y de tanto somatón a la puerta, Fer  entendió lo que Negro quería: salir a caminar con doña Minga, saludar a don Paco, acompañar a comprar las tortillas a doña Luz.  En resumen, continuar su vida como siempre había sido: el perro de la colonia.

Ya han pasado más de siete años, logró evadir enemistades siguió comiendo de todos y ahora, desde que Fer lo entró a su hogar, tiene un techo para dormir.  Negro toca el portón para salir y para entrar a descansar luego de un arduo día de socializar con los vecinos o porque la lluvia no lo deja ver a sus amistades humanas.   Y aunque no es la situación ideal, ahí está feliz el Negro,  el Flaco, el Toro, el Bobby, y no sé que más nombres que cada vecino le ha puesto y a los que todos entiende.
Entre esos buenos amigos y vecinos Negro conoció a mis suegros de las veces que ellos estaban en la colonia. 

Me contó mi suegra que hace unas semanas mientras caminaba junto a su esposo, mi suegro se sofocó y de inmediato se tuvo que sentar por la falta de aíre.  Negro llegó al instante, lloriqueó mientras buscaba que el señor le diera cariño como solía hacer y lo acompañó hasta que mi suegro se pudo levantar para irse a su casa.  Unos días después, al fin de tanto insistir que el señor se sentía grave, el IGSS aceptó internarlo.

No sé si fue la última vez que Negro vio a mi suegro, pero las largas ausencias de los padres de Rk no eran extrañas para el perro (misma razón por la que ellos no lo adoptaron).  Hoy me contó mi esposo que a principios de esta semana, mientras manejaba el auto de su papá para realizar los trámites póstumos, el perro vio el carro desde lejos, movió la cola, paró las orejas, y trataba de ver al chófer.  Negro corrió al encuentro, y con la cercanía notó que quien manejaba era Rk y no mi suegro.   La cola se detuvo y bajó las orejas, el perro ya no siguió corriendo, se sentó en la banqueta y se quedó observando el auto, casi podría decirse que con desconsuelo, mientras este se alejaba. 

Ayer vi a Negro, me saludó con la efusión que me saludan los perros: los cuates de siempre.  Asomó la cara por la puerta y divisó a mi suegra pasando entre las visitas que han llegado a la casa a presentar sus respetos.  Ella no lo vio por las prisas, las penas y sus propios pensamientos, pero el perro quería verla, sus ojitos estaban iluminados, me imagino que deseaba ser acariciado por ella, ayudarla con su dolor con esa manera única que tienen los perros.  Ayer no era el momento, pero cuando sea él estará ahí porque, así son los perros.



Pd.  Para quienes esperaron el tema de la semana pasada, luego de leer esta publicación comprenderán la razón por la que no hubo. Y nunca olviden ayudar a un perro sin hogar, Gracias. Nova A.S.G. guateperros@gmail.com

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