viernes, 30 de enero de 2015

Un buen comienzo 2015

Feliz Año Nuevo 2015.  He de comentarles que esta anécdota comencé a escribirla el 2 de enero, pero terminarla esa noche y publicarla dejaba un sabor algo pesimista y no quise comenzar así el año.  Luego de los sucesos del 6 de enero, edité parte de lo escrito para compartir lo que viví esa fecha. Era mucha información pero toda la consideré relevante porque cada uno de los pasos fue importante para el final.   Así pasé los viernes  9, 16 y 23, leyendo, releyendo, agregando detalles, esperando no olvidar lo que sucedió ese día.  
Al fin está listo y creo que aunque es una larga historia vale la pena que se conozca.

Vayan por un refresco y comiencen a leer...

Tal vez fue un puchero, una huelga o en realidad sólo desgano por el que no escribí durante estos meses.   Tenía un cansancio rezagado por la carga emocional, económica y física por la recuperación de Ágenor (el perrito con problemas renales), que me fue más sencillo no decir nada. Sin quejas ni reclamos, de cualquier forma ¿a quién podría dirigirme?  Nadie me obligó a rescatarlo, ni a recuperarlo; fui yo, la que tomó la decisión.   Tuve apoyo en la clínica Dog´s Land pero aún necesitaba más.  Solicité ayuda en la red social que suelo usar y la única respuesta fue la donación de concentrado especial que en ese momento no se usó y se devolvió.  Nada más, nadie más.

El año 2014 estaba a pocas horas de terminar y pensaba en la satisfacción que me daba ver a ese perro juguetón, ahora peludo y con suficiente peso que lo hace a uno tomar un poco de fuerza antes de cargarlo.   Me alegró ver el que considero un logro de  nuestro hogar; Rk (mi esposo), mis Cuachuchitos y mi bella Circe también han sido parte de este maravilloso resultado.   Pero sí, me dio tristeza saber que nadie más lo apoyó y que no hubo otro ser, fuera de nuestra casa, que pudiera sentirse orgulloso por Ágenor como nosotros.
Pensé en los muchos casos que habrán quedado en el olvido, sin siquiera haber sido rescatados porque no se supo o las personas no quisieron saber, inclusive por que los que se enteraron en ese momento o luego y en realidad no pudieron ayudar.  

En esas ideas estaba cuando revisé los mensajes privados. Aparecía uno sin leer pero todos, según yo, lo habían sido.  En un pálido enlace “otro” accedí a ese mensaje del que no supe que existía hasta ese momento.  Una joven me había escrito en agosto solicitando ayuda para su perrita enferma por un ácaro.
Me sentí muy mal no haberlo leído antes. Entendí, por lo que ella explicó, que creyó que Guateperros era una asociación, confusión usual talvez por el nombre.    Le respondí en ese momento. Ofrecí disculpas por la tardanza en la respuesta y le di par de sugerencias en caso todavía las necesitara.  Me despedí con un ¡Feliz Año Nuevo! sin saber que estaba recordándole un momento amargo.   Me respondió: mi perrita murió.
Fue una impotencia total la que sentí. Si hubiera visto el mensaje en esos días…


No sé, la única ayuda que pude haberle brindado eran sugerencias, referirla, compartir la solicitud de ayuda. Con esto no se cura un perro, pero a veces una frase guía a una acción que no se había pensado o alguien más en ese momento habría logrado ayudarla si se hubiera enterado; sólo con el hecho de sugerirle: “comparte en público el caso”. Tal vez.
Pero aunque exista la palabra hubiera, esta no es más que una expresión de algo que ya pasó y muchas veces no existe forma de reparar ese momento. Y así fue con el caso de esta perrita que murió, no sé de qué o porqué.   Si bien la responsabilidad de un protector hacia su perro es proveerle cuidados básicos y velar por su salud, por alguna razón esta joven no pudo brindárselos y por eso pidió ayuda. 

Despedí el año entre abrazos, felicitaciones y una espinita que me molestaba: no pude ayudar cuando alguien me lo pidió.  ¿Es así siempre? Y entonces ¿de dónde salen esas historias de grupos de desconocidos que colaboran para una causa común? 

El nuevo año me esperaba silencioso, quería responder a mis dudas pero necesitaba un poco de tiempo.  Yo no lo sabía, pero sería pronto.  ¡Y en realidad me sorprendió! 

**********


No creo en las casualidades, por cada acción que realizamos hay una reacción aunque esta no sea de nuestro conocimiento; la mañana del 6 de enero es otra muestra más de las muchas que me han convencido.  Tal vez sea yo la que busco y por eso encuentro respuestas en donde todo es “normal”.  

No me correspondía ir ese día a Boca del Monte, no debía pasar por ahí el resto de la semana, así de simple, pero hubo un imprevisto que me hizo ir.   Tomé las fotografías que tenía que tomar y pasado medio día a mi regreso, un repentino movimiento en una cuneta fue suficiente información en mi cerebro para que entendiera.  Un perro yacía en la cuneta, entre la basura y agua sucia.  No había visto bien, qué hacía ahí ¿Comía? ¿Estaba herido? ¿En realidad se había movido?   Regresé, pero del otro lado de la calle no podía verse.  Ni siquiera estaba segura del punto en que lo vi.  No hay aceras y el lugar para estacionar más cercano quedaba algo alejado más que todo por el tránsito que no permite que uno cruce a pie con facilidad.   Manejé al lado de la cuneta, esta vez con cámara en mano, despacio a pesar de las bocinas de los que venían atrás y pendiente de encontrar al perro.  Si era un perro que necesitaba auxilio, no tenía idea de qué haría.

¡Sí! ¡Allí estaba! echado sobre el agua sucia, asomando la cabeza ante cada auto que escuchaba, y sólo pude oprimir la cámara calculando que lograra captarlo.  Fui a dar un par de vueltas más, ya no pensé en fotografiarlo. En el camino, en cada vuelta calculaba cómo proceder, en dónde estacionarme, cómo moverlo y supe que no podría sola.  En uno de los retornos le dije a una policía municipal de Boca del Monte acerca del perrito, tal vez podrían ayudar. Es un alivio que no me confiara de su respuesta positiva.
Regresé a casa esperando que la fotografía hablara por sí sola y pedir ayuda en Facebook, alguien que me aconsejara, que me ayudara a sacarlo.  Mi esposo Rk podría pero sería hasta en la noche y ahí sería más difícil para él manejar a un perro desconocido.  Yo no sé si he tenido suerte o sin querer he hecho lo correcto cuando he rescatado a perros desconocidos, pero ahí faltaba espacio para maniobrar cartones  que es lo que suelo usar, estaría mojado lo que talvez haría que se rompieran,  el tránsito y ese punto ciego con autos pasando rápidamente.  Hasta ese momento, sabía que era difícil pero no imposible, lo importante era hacerlo pronto.  Quedaban pocas horas para la hora pico y entonces ya no se podría.  





Mi opción fue mi mamá, ella se ofreció,  no era la adecuada pero era la única que podía en ese momento.  Ella ya está grande de edad y tiene problemas de columna, y yo con lesiones  cervicales que hacen que un mal movimiento me deje inmóvil, no éramos precisamente el equipo maravilla, pero confiaba en que lo lograríamos. Agarré lo que creí necesitaríamos y lo metí al auto.   Dimos un par de vueltas para reconocer la mejor área para estacionarnos y en una de ellas pasamos muy cerca de él y  logré tomarle una fotografía clara.   Al fin encontramos un lugar adecuado.
Estuvimos tratando casi una hora, y no logramos acercarnos al perro a pie, las camionetas y autos pasaban veloces, nos bocinaban de ambos lados y no faltó la maltratada.  El único espacio que teníamos era la misma cuneta, claro que la idea me asqueaba pero no es la primera vez que me ensuciaría por ayudar a un perro. Un perro es la única razón por la que mi mente se desconecta de la fobia a los gérmenes ¿curioso, verdad?  No, no lo es, nuestros límites y miedos son creados por la mente y ante situaciones que son importantes logramos evitarlos.
Sin haber llegado al perro, me di cuenta que con tantos autos, si acaso lográbamos rescatarlo, no podríamos cruzar de regreso con una camilla hechiza ¿mojada? y un perro nervioso que podría hasta tirarse en medio de la calle.  Expresé la retirada, con gran pena, pero ero lo mejor para nosotras y para el perro;  la seguridad de los tres estaba comprometida.  Mi madre no quería, pero accedió ante mis explicaciones.    







Regresé a casa casi a las 6 de la tarde.  La posibilidad de rescatarlo con luz del día se había esfumado y el tránsito, si esa bocanada de autos que parecen no son manejados por personas,  son máquinas contra máquinas.
Publiqué la fotografía, imaginando que, como muchas otras veces pasaría desapercibida.  Llamé a un par de personas, pero no conseguí respuesta.   Comencé a planear cómo realizaríamos el rescate a la mañana siguiente, en una hora menos transitada y me angustiaba no llegar a tiempo.  ¿Podría sobrevivir esa noche el perro? ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? y ¿Cuánto tiempo más soportaría?

Regresé a ver la publicación y en ese momento Evelyn, una joven rescatista que conocí por medio de Facebook,  me preguntaba por el caso. Se creería que ella no podría hacer nada ya que ella no estaba cerca del área en donde estaba el perro, pero Evelyn tiene una habilidad de convocatoria virtual increíble.  En un momento había etiquetado a algunas personas y hasta ahí no parecería mucho, sin embargo aunque no hubo respuesta de ellos fue suficiente para que la fotografía circulara entre más personas. A las 7 de la noche varias personas preguntaban por el perro.  Luego vi la foto compartida en un grupo llamado Animalistas al Rescate Guatemala.  Todos querían que se ayudara al can y varios se ofrecieron  para ir a sacarlo.
Ingrid, otra rescatista quien alberga a más de 20 perros también iría en taxi desde lejos para ayudar y ofreció apoyo para conseguir donaciones y cubrir los gastos veterinarios.   Los que conocen el área sabían que a esa hora no se lograría pero todos los que se habían ofrecido estaban dispuestos a llegar luego de las 10 de la noche.   Mi mamá ofreció temporal.  Me dijo: —Lo meto en la bodega para que no lo vean los otros perros y le hagan daño, al menos mientras  lo llevamos al veterinario y se recupera.

La mayoría de quienes irían al  lugar no vive cerca del punto de reunión pero eso no se los impedía.  Entre responder algunos de los mensajes y la preocupación del perrito, yo no pude ser más feliz en ese momento. Mi esperanza en la humanidad se renovó, no es perfecta y hay tanta maldad pero existe bastante gente buena y eso es un comienzo para que la sociedad tenga la oportunidad de sanar.   Luego de que hablara por teléfono con Ingrid, ella comenzó a coordinar hora y lugar con las demás personas.  Rk,  había regresado del trabajo y al igual que yo estaba listo para ir también.
Al estar pendiente de las publicaciones vi dos mensajes privados.  El primero, era de una persona que prefirió mantenerse en el anonimato, también alberga a más de de 25 perros y me escribió:  “Si no tienen temporal, me ofrezco.  Sólo le solicito que no lo haga publico por favor, porque en realidad ya no tengo espacio pero deseo ayudar”.   ¡No podía creerlo! Conseguir un hogar temporal  es difícil, muchos perros pasan meses en la calle esperando una oportunidad y es por una razón sencilla: quienes dan albergue, están saturados.  Algunos tienen uno, otros ocho y varias personas cuidan a más de diez en sus hogares.  Es comprensible que ya no puedan.  Este caso era urgente y por eso sé que esta amable persona ofreció un lugar para el perro.   Le agradecí. Sé que el perro estaría bien con ella, mejor que en la situación en que se tendría que cuidar en casa de mi madre, pero no me pareció honesto darle uno más para cuidar cuando tiene tantos y ya teníamos  una alternativa.

El segundo mensaje era de Pet Rescue Guatemala, una organización de voluntarios que se dedica al rescate de animales en peligro en lugares extremos.  Me confirmaron que el perro seguía allí y ofrecieron su ayuda como un caso especial.   A simple vista, mi publicación, parecía que se trataba de un perro herido en una cuneta;  no se creería que necesitaba de personal capacitado, pero uno de ellos había visto el lugar y supo que no era tarea fácil.
Acepté y coordinamos por teléfono.    Luego publiqué el cambio de planes  y agradecí el ofrecimiento de las demás personas, los mantendría informados de cómo estaba el perrito.
¿Qué me hizo aceptar la nueva ayuda? Conocían el lugar y eso era una ventaja, además si el perro tenía quebraduras su experiencia ayudaría a no lastimarlo más.  


Llegamos al lugar a las 9:30 de la noche, como sugirieron de Pet Rescue.  Aún circulaban algunos vehículos pero no como en horas usuales.   Estaba oscuro y nos estacionamos lo mejor que pudimos del otro lado.   Alejandro y Donald (dos de los voluntarios de Pet Rescue Guatemala), cruzaron la calle e hicieron su magia entre la suciedad, oscuridad y la posibilidad de ser mordidos por un perro lastimado.   Me preocupaba la integridad de estos dos jóvenes que yo nunca antes había visto pero que se arriesgaban por un perro sin dueño y como si no era suficiente inquietarme por ellos, mi madre tuvo la ocurrencia de cruzarse para ver al perro y el trabajo que ellos realizaban, olvidando que hace un año, precisamente atravesando una pequeña calle, se le había roto el ligamento de una rodilla y que sólo porque no venían autos terminó su recorrido saltando en una pierna.   Me imagino que fue un momento estresante para los dos rescatistas, tener que maniobrar su equipo, al perro y tener que pensar en la señora que tenía que cruzar de regreso.
¿Qué le pasa a tu mamá? Fue la expresión de Rk, lo mismo que yo pensaba.  Pero los tres (Rk, mi madre y yo) cometimos algún error ahí.  Mi esposo al principio quiso ayudar proporcionando luz con el auto desde el otro lado de la calle. —No es aconsejable la posición del carro —dijo Alejandro.  Y Rk lo movió. Apenas se podía estacionar y un auto semi cruzado podía causar un incidente.   Yo perdí un par de bolsitas con medicamentos que si acaso no los usaba con ese perro servirían para otro.   Estos  detalles me enseñan a mejorar mis acciones en un futuro, en caso sea necesario.
El paciente estaba listo en la camilla, llegar al otro lado no fue inmediato. Un rato más y colocaron al perro en el auto de mi madre.  Parecía que al menos tenía las patas traseras quebradas, si acaso no era la columna.  —¡Ójala no sea así! —Sé que pensamos todos.
¡Rescataron al perrito! ¡Gracias! ¡Mil gracias, Alejandro, Donald, Pet Rescue Guatemala!  



Fotografía tomada del otro lado de la calle, durante el rescate.






El perro estaba ya en el auto y luego Donald nos dio la sorpresa: Ellos habían coordinado con Suzanne Rivera directora de Asociación Amigos de los Animales, para que el herido recibiera asistencia veterinaria y nos indicaron que lo lleváramos al hospital Supet Pet. Ahí se reunirían con nosotros.
Acompañé a mi mamá y en el camino comentamos el altruismo de estos jóvenes.  Ellos, al igual que todas las personas, regresaban a sus hogares de trabajar pero a diferencia de muchos,  su tiempo “libre” lo dedican a buenas acciones.  Más tarde, mientras esperábamos a la doctora,  platicando en la clínica con ellos supimos que también son Bomberos Voluntarios y cuando no están de turno allí, están de turno para cubrir emergencias de mascotas en peligro en lugares extremos.   —¡Me dejan sorprendida! ¡Que Dios siempre los cuide!—expresó emocionada mi madre. Yo también estaba boquiabierta de las acciones de estos personajes y le conté algunas de las situaciones a las que se han enfrentado, que he leído.  De repente: ¡un grito! Seguido de quejidos. El perro trataba de caminar  luego se volvió a acomodar.
El mal olor se esparció en el auto, era muy desagradable, estaba impregnado en el canino,  entonces pensé en los rescatistas, los pobres estarían sintiendo lo mismo de sus ropas y me distraje por la alegría de ver que el perro  sí podía moverse.   —¡No es daño de columna! —pensé.

En el hospital nos reunimos con Alejandro, Donald y Suzanne.  No imaginé que ella llegaría a esa hora, pero ahí estaba, esperando a que el paciente fuera atendido, llenando la ficha de ingreso y mientras así era, comenzó a acariciarlo con precaución pero sin asco, ni miedo.  Era muy dulce observar la imagen.  El perro, más tranquilo, comenzó a caminar cojeando y fue cuando pudimos ver que era una hembra y entre todos la nombramos Arielle.                       



Suzanne Rivera, directora de AMA, junto a Arielle.

Arielle pasó la noche en el hospital, no podían sacarle radiografías por el inmenso dolor que tenía y tampoco podían sedarla porque su temperatura era demasiado baja.   Alejandro y Donald consideraron que ella pasó al menos un par de noches en la cuneta, si no más.   A pesar de estar echada en agua sucia corrida, pudieron sentir cuando la rescataron que su pelaje estaba tieso del lodo y la suciedad.  Quién sabe si habría sobrevivido una noche más por el nivel de  hipotermia que presentaba, ahora creo que no; el plan para el siguiente día iba a ser obsoleto, al igual que confiar en que la policía municipal de Boca del Monte haría algo por ella. 

Nos despedimos todos a media noche entre risas por la alegría y por el curioso hecho de que mi mamá pidió que le regalaran desinfectante para poner en el auto, no creía posible que yo olvidara el mío en casa. Y entonces la pausa a mi germofobia también terminó. 
Lamenté no poder ofrecer un donativo a ninguna de las dos organizaciones presentes y aunque los abrazos no son cosas mías,  abracé con real afecto a los tres héroes (Alejandro, Donald y Suzanne). 
Salimos de ahí  cansados pero sonrientes, esa sonrisa que sale no solo del corazón sino del alma.  Cada uno había aportado una parte de sí para que Arielle estuviera a salvo, aunque sé que con mi familia no hicimos gran cosa, porque sin los rescatistas de Pet Rescue que la sacaron y el apoyo  de Amigos de los Animales para asistirla esa misma noche, de nada habría servido nuestra presencia.   


¿Y el diagnóstico? Se los diré  pero antes debemos pensar en cómo llegó  Arielle  a ese estado.  Entre los argumentos que tuvimos en la clínica y las evidencias creemos que:

-No suele caminar por esa área y por eso caminaba sobre la calle y no en la cuneta como he visto que hacen otros perros que andan por ahí.
-Como mencioné, el tránsito es fuerte en esa bajada, además estaba en un punto ciego, quiero creer que si la hubieran visto habrían evitado atropellarla. 
-La atropellaron mientras bajaba junto a los autos y cayó a la cuneta, porque en su pata izquierda era en la que tenía más dolor. 
-Cayó inconsciente o en ese momento el dolor fue tan grande que se quedó en el lugar esperando a sentirse mejor.
-Al despertar estaba adolorida y entumecida por el agua sucia y el frío que hizo en esos días.  Ya no se pudo mover.
Quedan las incógnitas ¿Cuántos días y noches? ¿Alguien más la vio antes que la noche de su rescate?  

La radiografía de Arielle presentó una pequeña fisura en la cadera izquierda, tan pequeña que sólo ameritó reposo.   Le recetaron medicamento para el dolor y antibióticos por alguna infección porque seguramente tomó del agua en la que estaba postrada. 




Al siguiente día llamaron de la clínica para ir por Arielle, recuperada y talvez intrigada por el cambio de su situación con la salida del sol.   La cargué para subirla al auto de mi madre, y sentí que a pesar de su desconfianza ella me lo permitió porque sabía que era por su bien. 

Estuvo en casa de mi mamá desde el 7 de enero hasta el  viernes 23  que la llevó a que la esterilizaran en la clínica veterinaria que me ha apoyado con descuentos para Ágenor (el perrito con problemas renales), y estuvo ahí unos días mientras lográbamos reubicarla ya que los perros de mi mamá comenzaron a acecharla en el lugar en donde la tenía.   
Mañana sábado mi madre irá por ella, y sé que se las ingeniará para que esté segura.  Fui a visitar a Arielle en estos días a la clínica y me encanta su cola de venado, su mirada de incredulidad ante las caricias, su expresión de felicidad al ver su correa (con el que la sacan a hacer sus necesidades) y esa seriedad que mantiene para comportarse como si fuera una perra entrenada.      




Fotografía tomada por Dra. Marisol Gonzáles mientras hospedaba a Arielle.


Esta historia no será famosa, ni estará publicada como una hazaña increíble en una revista, pero es igual de importante y asombrosa porque Arielle está sana, con una pequeña cojera pero nada que limite su movimiento ni su vida y todo gracias a un grupo de personas desconocidas que compartieron su fotografía,  desearon colaborar, ofrecieron ayuda y actuaron para salvarla.   Gracias a todos.   Gracias por hacerme testigo de una de esas maravillosas historias de unión y humanidad.   




Sean felices junto a sus perros y no olviden colaborar en la vida de un perro sin hogar (o cualquier ser necesitado).

Hasta la próxima
Nova A.S.G.



Agradecimientos por llevar a cabo el rescate a:
Asociación Amigos de los Animales -AMA-
Suzanne Rivera, directora de AMA
Pet Rescue Guatemala
Donald Piedrasanta, voluntario de Pet Rescue Guatemala.
Alejandro Contreras, voluntario de Pet Rescue Guatemala.

También a:
Evelyn Sacalxot por compartir y etiquetar
A las 29 personas más que compartieron
Y a quienes le dieron "me gusta" (esto también ayuda a que una imagen sea vista por más personas).
Queila Dominguez por compartir en el grupo Animalistas al Rescate Guatemala.
Todos en el grupo Animalistas al Rescate Guatemala que ofrecieron apoyo para ir por ella.
Ingrid García por ofrecer su apoyo y coordinar los mensajes con los del grupo Animalistas al Rescate Guatemala.
Michelle Garzaro por su donativo a AMA para ayudar con la cuenta hospitalaria.
Esa persona que prefirió mantenerse anónima para ofrecer temporal.

Si he olvidado mencionar a alguien  pueden decirme guateperros@gmail.com, ofrezco disculpas de antemano.
Gracias a cada una de las personas que de alguna manera colaboró para que esta perrita no sufriera una muerte lenta y dolorosa.
Cada gesto ayudó, estoy segura de ello.

Gracias a mi familia por apoyar en la vida de Arielle.


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