sábado, 30 de octubre de 2010

Los perros de la dulcería

Quienes transitan hacia Boca del Monte, conocen la dulcería. Sí, la que queda sobre la Avenida Hincapié, tres cuadras abajo de la entrada a Santa Fe.  En el terreno, justo ahí, hace un par de años, con mi esposo, vimos a una perra.  Tratamos de agarrarla pero se escapó hacia el barranco.
Ahora son varios perros los que salen de ese lugar.  Son perros callejeros, desconfiados de las personas, aunque aceptan alimento de lejos.   Algunos, buscan sobras de las carretas enfrente del Ifes y los domingos en la plaza Berlín.  Entre ellos, Hay un macho, mejor alimentado que las hembras, he notado que es posesivo de la comida, razón segura, por la que las otras están flacas.  Prosigo.

Una de las hembras, estaba embarazada hace algunos meses.  Después, calculando el tiempo, no vi a los cachorros y con dolor asumí que no sobrevivieron, aunque, con la vida que les tocaba, fue lo mejor que la naturaleza les pudo brindar.   Un par de semanas atrás, vi de nuevo a la perra con cuerpo de estar criando. ‹‹Otra vez ¡¿Tan pronto?!›› Pensé, sin recordar lo rápido que pasa el tiempo.  
Mi esposo me contó el miércoles que vio a un cachorro, ahí mismo, asomándose entre el monte.  Me preocupé.
Hoy lo vi yo.  Es hembra, no más de dos meses, con su pancita redonda de parásitos.   Seguía a otra perra joven, que, por lo que imagino es la hermana (a esta, se le nota que no ha entrado en celo).  Lo más probable, sobreviviente de la camada anterior.   Me detuve, y fui por una, la que fuera.   Regresé sin ninguna.
La cachorra, color negro con café, igual que la madre y arisca por completo, salió corriendo hacia el monte, no me dio la oportunidad de acercarme ni cinco metros.   La joven, color amarillo, me movió la cola.  Me acerqué un poco más, pero se escapó hacia la calle.   No continúe.  ‹‹Una camioneta o un carro en esta curva, es demasiado arriesgado›› pensé. 
Por la misma razón, no he podido rescatar a alguno de ellos antes y creo que seguirá así.  Si al menos pudiera inyectar a las hembras con anticonceptivos caninos.  Sé que no es la mejor solución, pero de todos los males, el menor.  
Por espacio, no tengo idea que hubiera hecho si agarro a alguna, al momento ni siquiera cuento con el lugar provisional que a veces uso, pero eso lo recordé hasta que ya venía lamentándome de no poderlas ayudar.

Y entonces: ¿Quién se anima? A tener una cachorra para domarla con amor o a rescatar una joven perra de la que podrán decir: ‹‹Es muy perspicaz, además, se le nota que por ahí tiene sangre de Labrador.›› 

viernes, 22 de octubre de 2010

El chucherío

Consentida regresó a mi lado, cuando más la necesité.   La muerte inesperada de mi abuelita, no dejó opción. 
Estaba tan distraída con la tristeza, que ni siquiera me dio tiempo pensar en los posibles altercados con los perros que vivían en la granja.  Quince canes, la mayoría eran perros grandes (seudo Gran Danés, seudo labrador y seudo Pastor Alemán y una Shelty que no sé cómo fue a parar ahí), más los cinco que ya estaban previo a nuestra llegada.  

No sé si sería porque todos estaban operados o intuyeron lo importante que era Cony para mi (tal vez ambos) pero aceptaron a la Cocker de inmediato.   De hecho, sin líos ni esfuerzo por parte de ella, observé que le habían dado el rango de perra líder.  Cuando salíamos a embarrancarnos, Consentida lideraba y los demás la seguíamos. 
Los tacones y maquillaje, propios de la edad, fueron cambiados por botas y sudor. Yo era una más del grupo, saltando, enlodándome, divirtiéndome como nunca.  Esas tardes que compartí con mi amado chucherío no las cambiaría por nada.

Gracias chicos, por dejarme buenos recuerdos. Duque, Yeica, Duquesa, Apache, Condesa, Muñeca, Conde, Lucky… y a todos los demás, gracias por aceptar a mi Consentida y por enseñarme la camaradería canina.

sábado, 16 de octubre de 2010

La repuesta: Priscy y Montúfar

Esta semana me llegó un email con la pregunta: ¿Y que pasó con las perras? Priscy y Montúfar
Así que en lugar de desempolvar mi cerebro y pensar en el tema de hoy, contaré el resumen de las dos. Aunque ya había escrito el resultado de la perra pequeña, aquí va de nuevo.

A Priscy, la entregamos a la familia Lux.  Sus primeros días, me contaron, fueron difíciles. Estaba triste e incómoda de compartir su nuevo hogar con la perra que ellos ya tenían. Por lo mismo, con mi esposo pensamos que la tendríamos de regreso.  Estábamos dispuestos a quedárnosla, a pesar de los cinco que ya tenemos.  Muchas personas dicen: ‹‹Sí, yo me quedo con el perro.›› Luego del primer problema se arrepienten.  Este no fue el caso.   Escogimos a la familia correcta, ellos, incluyendo a la compañera canina, pusieron todo de su parte para que se acomodara.   
¡Lo lograron! Ahora la llaman Panchita y está feliz. Juega con los niños y con la otra perrita.   El tiempo de espera para que fuera reclamada expiró.   Nadie lo hizo, lo que me deja con la duda: ¿Por qué?   Estaba cuidada y era muy correcta en su comportamiento.   Sea como sea, ella está bien; tiene amor, alimento, refugio y compañía.
 
(Priscy antes y después del baño)

Con Montúfar, la situación fue un poco más complicada, por el tamaño y su salud.

Cuando la subimos al carro, no noté que sus facciones eran bonitas.  Sólo miraba lo flaca que estaba, hasta que mi esposo me enseñó las fotos con las que realizó los volantes, para la búsqueda del “dueño”.   Apareciera o no, nos habíamos responsabilizado por ella y por eso antes de operarla, tuvimos que subirla de peso.   Estaba desnutrida y sus pechos demostraban que había amamantado a muchos cachorros, con seguridad en todos sus periodos de celo.  
Por si tenía o para evitar que le diera anemia, el veterinario nos ordenó darle un medicamento durante una semana previo a la operación.  Aún así, su recuperación luego de la esterilización fue lenta.   Antibióticos, suero oral, sopas e Incaparina se le brindaron junto con caricias y ruegos para que comiera.   
Todo esto fue durante los días de mayor lluvia.  Así que estaba la preocupación de que la casa canina de invitados no sería suficiente resguardo, con grandes bolsas plásticas armamos un techo provisional sobre esta.  Todo salió bien.   La cubierta soportó y la perra recobró la salud.   

Pensé que la parte difícil había pasado: gastos y cuidados extras.   Pero cuando Montúfar se sintió bien fue cuando me dio más trabajo.   A ella le gusta hablar o sea ladrar.  No es una perra loca que se quede ladrando todo el tiempo. Lo hace para dirigirse a uno, para responder cuando uno la mima y para expresar que está aburrida.   Y por supuesto su tamaño requería más atención.  Acostumbrada a vagar, necesitaba mucho espacio para ejercitarse.   Ya le había encontrado hogar y en cuanto se repuso, la llevamos.   Empezaba a ponerse tensa, agresiva por el confinamiento.   Estaba enérgica por la alimentación y aquí en casa, no había donde diera rienda suelta a sus juegos.

En la casa en donde está tiene espacio, pero todavía tiene la necesidad de correr.  Se le escapó al señor pocos días después que la llevamos.   La dimos por perdida porque se supo que alguien la agarró y no la devolvió de inmediato.  Nos dolió mucho pensar que luego de lo que le ha tocado vivir, terminaría encadenada y descuidada.   Recé por ella, no podía hacer más.  
La entregaron unos días después, el rumor en el pueblo de la perra perdida y el enojo de quien la perdió se agrandó y para evitar problemas, la devolvieron.

Hoy hablé con el señor, me contó que la perra escapó de nuevo.  —Me la volvió a hacer —me dijo— pero como ya saben quién es, rapidito la encontré.  Ya di por caminarla. Con dos kilómetros diarios la canso. Pero no me importa, es linda la perra —expresó por teléfono, con voz de rendición.   
Sé que no es descuido porque Montúfar es impulsiva y engañosa, trató de hacerlo aquí.  Espero que se calme, para que no sufra un percance.

Hasta aquí el resultado de estas dos canes especiales.   Mi esposo y yo hemos apenas colaborado con un granito de arena.    Y como lo escribí con anterioridad, extraño a las dos: La dulzura de la que para mi será siempre Priscy y a Montúfar con su voz ronca, exigiendo correr mientras su cola latigueaba mis piernas.

 (El primer día y el día que iba para su nuevo hogar)

viernes, 8 de octubre de 2010

Tigre Fiestero

Nos mudamos a una granja, y por falta de cercas, para que no se perdiera, Consentida se quedó viviendo con mi abuelita.   Las visitaba seguido, pero igual me hacían falta las dos.
El lugar no era cómodo, o bonito, pero lo bueno de la adolescencia es que entre los estudios y sin las preocupaciones de adulto, uno encuentra como pasarla bien con lo que le gusta, y en este caso fue compartir el espacio con caninos.

Había en la granja varios perros de los trabajadores, o al menos eso pensé por algunas semanas.  Cuando preguntaba: ¿Y ese, de quién es?  No recibía respuestas concretas, pero no presté atención, luego supe que eran perros que se quedaban ahí a falta de tener un hogar.
Nadie decía nada al principio, se preocupaban porque se les sacara a la calle.  Por supuesto eso no pasó, y entre el pedido de concentrado para pollos, se agregó comida para perros (aparte que se ganaron la castración sin solicitarlo).  

El perro que más cariño me hacía, era flaco como un galgo, con una oreja parada y la otra caída, color café con rayas oscuras.  Al saludar, lo hacía tan exagerado que lo llamé Fiestero.  Para cuando supe que lo llamaban Tigre (más apropiado por sus colores) era demasiado tarde, yo ya no me acostumbré. 
Fiestero se convirtió en mi sombra de inmediato y los demás perros alrededor pronto se sumaron al séquito.   Llegó un momento en que me daba vergüenza, no por la variedad de formas de los perros (a ninguno se le adivinaba una raza) si no por la cantidad que me rodeaba. 

Algunas veces me tocó ir en autobús extra-urbano al colegio.  Para tomarlo tenía que caminar un kilómetro hacia la carretera principal.   Dejando a un lado mis quejas por el hedor de axilas o por lo apretados que los usuarios íbamos (sentados o parados), mi preocupación era Fiestero.   Él me llevaba a la parada y luego regresaba a la granja.  Yo lo regañaba, amenazaba, ignoraba; pero el perro sentía la responsabilidad de acompañarme.   Se le encadenó, se le encerró, pero nada lo detuvo.

Una vez en una cuadra un perro grande, nos amenazó.   Fiestero, tranquilo, siguió a mi lado mientras nos alejábamos.  Toda esa semana me tocaría ir en bus y apenas era lunes.  El martes, la misma historia, pero otro perro  se unía a nuestro agresor.  Igual el día siguiente, sólo que está vez, al ser tres los bravucones se nos acercaron más.   Sabía que no debía correr y mientras pudiera ser el escudo de Fiestero, no me importaba.
Qué hacía él, cuando regresaba sólo. No lo sé, nunca lo vi golpeado. 

La situación se ponía difícil y no podía cambiar el recorrido.   Estaba en parciales y tenía que asistir al colegio.   El jueves tomé mi bolsón y me escabullí del perro.
Satisfecha iba, porqué él se había quedado, cuando escuché patas en la tierra.   Era Fiestero corriendo para alcanzarme, pero no estaba sólo.  Por primera vez, los demás perros que se habían regalado en la granja lo seguían, Negra, Canelo, Negro y Mocho (los que eran de los trabajadores no asistieron).
La cuadra de los abusones era la siguiente.  Traté de que se regresaran, pero ellos adelantaron su paso.   Entonces intenté alcanzarlos.   ¡Los dos grupos caninos ya se enfrentaban! No de manera física, sino con ladridos, amenazando con posturas y gruñidos.  No pasó a más, el alborotador inicial se hizo para atrás y sus amigos lo siguieron.   Fue la última vez que nos amenazaron.  
Al regresar de los estudios, todos los perros estaban en casa, se les notaba una mirada triunfal.   Pero la verdad tuvimos suerte, buena y mucha. 
Leo lo que escribo y yo misma no puedo creer lo que pasó.  Reviso la anécdota, para quitar cualquier exageración y me doy cuenta que en todo caso omití describir el miedo que tuve.
El grupo de perros, murió con los años por vejez.   Me enseñaron mucho y gracias a ellos logré adaptarme a un lugar en el que no deseaba vivir. 

Siempre recordaré que la tarde anterior al enfrentamiento, vi a Fiestero compartiendo más tiempo con los demás perros.  Casi diría que secreteaba.   ¿Cómo les dijo a los otros que quería ayuda?  ¿Hasta dónde llega la comunicación canina? 
Los amantes de los perros, por ser observadores de estos, siempre expresamos lo inteligentes que son, pero limitamos esa inteligencia a referencias humanas.  

viernes, 1 de octubre de 2010

Bob y Patri

Una noche, mientras buscábamos con mi esposo, a una perra pérdida que habíamos visto, resultó que unos guardias por ayudarnos encontraron a dos perros.   Nos los entregaron.  La otra opción era dejarlos donde estaban.  No notamos lo mal que estaban hasta la mañana siguiente.   Aún nos impresiona pensar que fueron abandonados o dados por perdidos sin intentar encontrarlos.
Fueron adoptados por Arlen Palacios, dos semanas después del rescate y fueron entregados luego de ser castrados gracias al apoyo de Amigos de los Animales (AMA). 

Por el aniversario del rescate de Bob Esponja y Patric el día 25 de septiembre del 2,009, he decidido (con las correcciones que mi amigo Byron P. con amabilidad me indicó) publicar la anécdota que escribí en ese momento. 


¿Y la humanidad?

‹‹Estos perros alguna vez fueron mascotas››, pienso al verlos caminar, junto a quienes los encontraron.   Me dan el lazo que jala al que considero más viejo.  No es que él no quiera seguirnos, es que se nota que está lastimado y su edad no le ayuda.  El otro, el cabezón de pelo blanco, no está amarrado; se acerca hacia mí moviendo su cola, y me sigue sin dudar.  En realidad sigue a su amigo el Cocker veterano; está pendiente de él, lo espera, lo huele y lo anima, empujándolo en las orejas cuando se detiene. 
Interrumpo la caminata, los veo a los ojos y ellos a los míos; me lleno de tristeza al imaginarme cuánto tiempo estuvieron abandonados, el hambre, el frío, ¿tuvieron miedo?  La madriguera a la orilla del río, donde dormían ¿Ellos la hicieron? ¿O la encontraron?
Necesito oxigeno.

La mirada de los perros me enternece y calma. Es como si ellos me preguntaran:
—¿Qué? ¿Proseguimos?
—Sigamos —les digo en voz alta—, pronto llegaremos, tendrán comida y agua fresca.
Al menos este par de perros, esta noche estará a salvo.
—Duerman tranquilos. —Me despido.

El malhumor me acompaña, sé que lo hará todo el día y más allá, hasta que encuentre una solución.  ¿Qué haré con ellos?  Siempre es igual, desearía quedármelos todos, pero tengo que razonar y dejar los sentimientos a un lado.  La pareja de canes al acercarme hacia ellos mueven la cola. Percibo agradecimiento hasta que me ven con guantes y jabón, adivinan el baño.  Comienzo a limpiar el área. Pulgas y garrapatas muertas, desparramadas en el suelo.  Luego la respuesta a mi pregunta de qué comían: uno de los desechos esta formado de arena.
Me asqueo. No es el trabajo, es el porqué lo hago: por la gente descuidada, la maldad hacia los animales.  Regresa el desprecio hacia las personas, el que siempre trato de evitar.
Necesito oxigeno, más oxigeno.

El perro más joven cede su comida al otro y le limpia la cara. Se ayudan a secarse, comienzan a retozar.  Me mueven la cola y siguen jugando.  El enojo se va, me han conmovido.

Un día más que pasa, mañana comenzará otra semana. Me harta tener responsabilidades y más responsabilizarme por lo que otros debieron hacer.
Alimento de nuevo a los peludos, como les digo de cariño. Limpio, arreglo las cadenas con las que evito que se escapen, aunque no lo intentan.  Acomodo sus camas provisionales.  De nuevo corretean a mí alrededor, esquivan enredarse con las cadenas, me buscan las manos para que los acaricie, pasan sus rostros en mis piernas.
Me duele el alma, me duele saber el amor que necesitan. La suavidad con la que me serenan duele; reniego una vez más contra las personas.  Recuerdo las noticias de hace pocos días: “En Guatemala hay cinco perros por cada habitante.”  ‹‹Ignorantes, estúpidos››, grito en mi mente atormentada, al mismo momento leo en uno de los periódicos viejos que uso para los perros: “Niños mueren de hambre en Guatemala.”
‹‹Si no cuidan a sus propios hijos, no puedo esperar que hagan algo por los animales››, reflexiono, no obstante ya con resentimiento. Me sofoca la tristeza, me asfixia el desprecio, me estrangula el enojo.
Necesito oxigeno, más oxigeno, mucho oxigeno.
Observo de nuevo a los perros.  La expresión de su mirada, la dulzura, hay más humanidad en esos ojos que en mi o en muchas otras personas, al menos eso por ahora es suficiente para que yo vuelva a respirar.

Imágenes: http://www.guatepets.com/ByP.htm

viernes, 24 de septiembre de 2010

67,000

Debido a que el sábado pasado se operó a Montúfar para esterilizarla, busqué más información sobre el cuidado postoperatorio.  No soy una completa ignorante del tema, pero trato de actualizar mis pocos conocimientos y aprender más.
En la búsqueda encontré datos de reproducción canina. ¡Me alarmé! No es que no lo imaginara, pero hasta ahora lo analizo.

Estadísticas estiman que en seis años una perra puede producir: ¡67,000 descendientes!  

Otras indican 4,000 y 5,437 descendientes de una sola perra en siete años.
Me gustaría saber los métodos que utilizaron para llegar a esos números, ya que hay una gran diferencia, pero cualquiera que sea la cantidad, me parece extrema. 

Decidí hacer mis propios cálculos en la manera más sencilla de pensar:
Imaginé a una perra en su primer ciclo (tienen dos al año) en una suposición optimista donde solo tendrá 2 hembras.  Llegará al segundo ciclo de reproducción, sus hijas estarán en el primero, entonces entre todas al final de ese año tendrían seis hembras más. Un total de nueve perras que se reproducirán en el siguiente año, esto sin contar a los machos que nacerían. 
Hasta ahí, no parece que fuera tanto.   Pero como escribo, es sólo el dato de una perra en un año y con números irreales de natalidad, porque de perras de la calle he visto que nacen hasta nueve cachorros.
¡Con razón cada día hay más perros callejeros! Sin tomar en cuenta los abandonados por sus “dueños”

Insisto entonces, que la educación a las personas es la única manera que hay para reducir la población canina en el futuro.  Hablemos con nuestros amigos, compañeros de trabajo, gente que contratamos.  Que también ellos enseñen. 

  • Si se desea un perro: Adopte. Varias organizaciones están en Facebook el listado pueden verlo en:  http://www.guatepets.com/Listaorg.htm
  • Ayude a prevenir la reproducción, con ello el sufrimiento de animales. 
  • La esterilización o castración temprana tiene menores riesgos para la salud de la mascota. 
  • La inyección anticonceptiva de uso canino: No es 100% segura y no es la solución para largo plazo, ya que pueden  provocar alteraciones hormonales, infecciones urinarias y hasta piómetra. 
  • Patrocine la operación de la perra de un conocido, si es posible.
Los costos de esterilización en algunas veterinarias son elevados, pero también hacen descuentos.  Las asociaciones de ayuda para los animales en Guatemala realizan jornadas de castración y esterilización a bajo precio.  Y aunque no estén en jornada proveen ayuda para realizar estas operaciones (las mismas antes mencionadas).

Copié del enlace de homovegetus.cl los beneficios de una mascota esterilizada, lo único que deseo agregar a la lista es: Evitará que los descendientes sufran por vivir en un mal hogar o la falta de este.

Beneficios en Hembras:

  • Evita neoplasias, tumores y quistes hormona-dependientes (mamas y útero); los que pueden producir a cáncer. 
  • Evita la piómetra, que es una infección localizada dentro del útero. 
  • Evita enfermedades venéreas. 
  • Evita hiperplasia vaginal.
  • Evita embarazos psicológicos. 
  • Evita muerte en parto ó posparto. 
  • Evita descalcificación. 
  • Evita fugas y accidentes. 
  • Evita peleas y mordeduras.

Beneficios en Machos:

  •      Evita neoplasias testiculares en machos de avanzada edad
  •      Evita orquitis (inflamación del testículo)
  •      Evita hiperplasia prostática (crecimiento anormal de la próstata)
  •      Evita prostatitis (inflamación de la próstata)
  •      Evita adenoma perianal (cáncer alrededor del ano)

Ventajas de un Animal Doméstico Esterilizado:

  •      Más casero.
  •      Mejor guardián.
  •      Más saludable.
  •      Más longevo.
  •      Menos agresivo con su dueño.

Agrego los enlaces para quien desee leerlos:
http://vetzootec.ucaldas.edu.co/downloads/Revista1_5.pdf
“Se ha estimado que una hembra preñada junto con su descendencia en 6 años puede producir un total de 67.000 perros (Bögel, 1990).”
http://spayusa.org/media/pdfs/Dogs_Multiply_Pyramid.pdf
“67,000 descendientes de una perra en seis años”
http://www.homovegetus.cl/HVArgumentos%20pro%20esterilizaci%F3n.pdf
“Una perra normal con una vida reproductiva de seis años puede generar una prole de cien individuos con descendientes hasta 5432 en siete años”

http://www.straight-poop.com/2010/08/adopting-a-shelter-dog/
“A single unspayed dog and her descendants can produce over 4,000 puppies over the course of seven generations”


viernes, 17 de septiembre de 2010

Montúfar

Nombramos a la pequeña perra de la avenida hincapié: Priscy.  Le encontramos la mejor opción de hogar.  A los dos días pregunté por ella, me dijeron que no se le veía contenta por tener compañera, pero querían darle más tiempo.  En cambio, la otra perra de esa casa estaba feliz de tener una amiga.
Se me partió el corazón, Priscy es una perrita mimada, y en su casa ha de haber sido perra única.
Las personas la quieren, y desean continuar siendo su hogar temporal o permanente en el futuro, he de permitir que se adapte, pensé.  ‹‹Si veo que la perrita no es feliz, luego de un par de días más, le aviso y me dice que hacer›› me dijo don Carlos. 

Preocupada por los sentimientos de la perra, pero satisfecha de la solución, pensé que hasta allí llenaría la cuota, por algún tiempo, de perro recogido en la calle.  No fue así.
Fuimos con mi esposo al Centro Comercial Montúfar, una perra negra, peluda y flaca caminaba de la manera más humillada, tratando de encontrar comida.   Mi esposo escuchó decir a uno de los guardias que la sacaría a palos, mientras se sacaba el bastón del cincho.  Era en serio.   Resultado:   Perra negra, peluda y flaca dentro del carro.

La nombramos Neymi al principio, ya que buscando información de perros perdidos, vimos que tenía las características del anuncio de una perra, Pastor con Labrador, que se le perdió a una joven, hace más de un año.  Nos confirmaron que no es la anunciada.
Tratamos de llamarla entonces: Montúfar.  Sin embargo a ella parece gustarle más el primer nombre.    Eso sí, responde mejor cuando uno la llama: Chucha.

Salimos a los alrededores para ver si reconocía su casa (creo que miramos demasiada televisión).  La única reacción que tuvo, fue cuando se encontró con otra perra negra, mucho más flaca, casi en huesos (hasta me arrepentí de que no hubiera sido esa, porque necesitaba más ayuda). Esa perra era más tímida,  le tiene desconfianza a los humanos pero no a otros perros.  Sólo se acercó amigable a Montúfar y esta se comportó de igual manera.  Luego la huesuda salió huyendo (si de repente algún lector quiere ir por ella, estaba atrás del centro comercial, bien cuidada, sería una perra de lujo).
Como también colocamos volantes por Montúfar, en busca del “dueño”, un par de personas llamaron y la pidieron en caso no lo encontrara.  Pero siempre hay que tener cuidado de a quién se le da un perro.  Pueda ser que sean las mejores personas del mundo como puede que no.  No correré el riesgo de que su vida sea: Días bajo el sol con una cadena y una palangana de agua.  Aunque no siempre es así, suele suceder.

Solicitamos en algunos lugares ayuda para encontrar un hogar, pero es algo que llevaría tiempo, más por el tamaño mediano de la perra.  Por el espacio pequeño en el que está, comienza a crear una personalidad territorial que no conviene (en apenas una semana).  Nos dimos cuenta que urgía encontrarle una casa, entonces recurrimos a un conocido que vive fuera de la ciudad, sin esperanza de que la recibiera.  Para nuestra sorpresa, justo ahora puede adoptar uno, su perro más anciano recién murió.  La entregaremos luego de que esté recuperada, hemos decidido que mañana será operada para esterilizarla.  Estará aquí en casa al menos otros diez días.  Hay tiempo para que sea reclamada o para encontrar un mejor lugar que al que se irá  (siempre quiero algo mejor para los perros ¡La ambición!)

Hoy pregunte por Prisci, y me han contado que está bien, con mucho apetito y ya juega con la compañera.  ¡Eso es un triunfo para Prisci!  A mi, me hace falta, me encariñe rápido con la chiquita. 
Y aunque ahora reniego, del trabajo extra que nos hemos puesto, de  que el concentrado se terminó rápido, de que mis peludos están celosos y de tantas cosas más, dentro de poco también sentiré nostalgia por la bella perra negra, peluda (ya no flaca) así como la he sentido por otros. 

sábado, 11 de septiembre de 2010

Encontré perra en Avenida Hincapié, otra vez


Ayer nueve de septiembre, a media mañana, a lo lejos, adiviné que veía a un perro cruzando la Avenida Hincapié.   Con mi madre expresamos, con la voz chillona que se hace del miedo de pensar que algo malo pasar y que no se desea:  ‹‹¡Huy lo van a atropellar!››   Estábamos más cerca del perro aunque del otro lado de la avenida.   Y el perrito, desorientado y nervioso trata de regresar.  Una, dos, tres veces estuvo cerca de ser atropellado, y una más cuando un carro se le tiró encima. ¡Vaya que sí hay maldad!
Crucé en cuanto pude, mientras bocinaba para que el perro no pusiera una pata en el asfalto.  Llegué cerca del can, mi madre me alcanzó la pequeña bolsa con concentrado que cargo en el auto y de la que me había olvidado.   El olor llamó su atención y con tranquilidad dejé que se acercará a mí.   Un movimiento brusco y seguro que sale corriendo al peligro.  Lo subí, vi que era hembra y entonces recordé que algunos perros muerden, pero ella no.
Manejé en las cercanías por si se acababa de salir y la reconocían.  Luego de una hora decidimos traerla a casa, teníamos que trabajar y ya íbamos tarde.

Mi esposo y yo enviamos la información a foros y a las asociaciones de ayuda canina de Guatemala, para que me ayuden a encontrar al “dueño” pero quién sabe si es de los que buscan o sólo dicen: ‹‹—Se me perdió la perra, a saber dónde estará.››

Hoy me tomé el día para ella, la bañé, shampoo y tratamiento contra bichos.  Me sorprendió que su piel estuviera casi limpia.  Grasa de taller en el pelo tenía, pero eso me dio la idea que vivía cerca o en un taller.  Me esperancé en que sería más sencillo encontrar su hogar.
Luego salí y al llegar por donde la recogí, estacioné el auto y comencé a caminar hacia la colonia Santa Fe, con la perra, tocando timbres de casas, preguntando en tiendas y locales abiertos, mientras dejaba volantes.  Nada.   Pasé por el taller que está cerca.

—¿Usted sabe de quién es esta perrita?
—No.  Estuvo aquí ayer por la mañana.  Entró un rato y se echó.  ¿La bañó? ¿Verdad?  Porque tenía grasa cuando se fue. —Yo, respondí con un gesto y él siguió—: Pensé en quedármela, está bonita, pero como uno nunca sabe y a lo mejor conocía el camino.  Me la quedo si no halla al dueño.

Agradecí el ofrecimiento, pero la idea de que estuviera en un taller no me pareció y se lo dije.  Me respondió que a él le encantan los perros y que se la llevaría a su casa en donde tiene espacio y otra perra pequeña que es sociable, se harían compañía.   Me llama la atención.

En una tienda la señora detrás del mostrador, me ofreció darle un hogar, sus hijos desean mucho un perro, aunque luego de muchas preguntas por mi parte me dijo que ella no era tan aficionada a los perros, pero tampoco le desagradan.  ‹‹—Tengo espacio. Mis hijos están grandes, son responsables y cuidarían bien de ella, si la llevo.››
La propuesta parece buena, pero y si luego cambia de opinión.  Tengo que pensarlo bien.

No faltó la persona que me dijo: —¡Ay usted, perdiendo su tiempo por un chucho! —Me costó mucho no responder con el hígado y con calma dije: —Si todos perdiéramos el tiempo por un ser necesitado, el mundo no estaría como está.
Seguí buscando.

Salí de la colonia y me dirigí a las casas atrás de la gasolinera.   En una de las casas un señor se ofreció dar la información a conocidos y a los administradores de los edificios.   Por la educación de la peluda creemos que tal vez vivió en apartamento. 
Soy una grosera, me dijo su nombre, pero con el cansancio lo olvidé.   Él y la esposa fueron muy amables, hasta me ofrecieron una bebida, pero yo ya había comprado una gaseosa.  En estos tiempos, esos detalles casi no se ven.

Luego la señora que me vende el queso en la gasolinera me dijo que ella la adoptaba, también tiene suficiente lugar y a toda su familia le gustan los perros.  Tiene un Chow chow, me confesó que es bravo, pero lo tienen en un jardín aparte.
Si todos en su casa son tan dulces como ella, significa que tendrá amor pero… ¿Y si el perro Chow Chow se encuentra con la chaparra?

Terminé la búsqueda, y no me queda más que esperar que suene el teléfono por parte del dueño.   Si no es así, tengo que pensar en las tres propuestas, además, es tan linda que he de quitarme la idea de quedarme con ella.
Tengo cinco, por lo mismo: el tiempo y el espacio no serían los ideales.  No come mucho, pero hay que considerar posibles gastos médicos, más el tiempo, que no tengo, para que aprendan a aceptarla.   Juro que ya no cabe uno más en la cama.   Y creo que mis caninos votan con un rotundo ¡No, perros! (Ellos no saben que lo son)

Es mucha responsabilidad darla en adopción.  Está mimada, acostumbrada a estar adentro (la tengo aparte, para evitar confrontaciones con los míos, que me harían gastar en veterinario y en doctor por si me enfermo por el susto)
Cuando la bañé me pidió la toalla, avisa para que se le lleve a la grama para sus necesidades.  Lo ve a uno con esos ojos llenos de agradecimiento por sentirse segura, pero triste, por no poder compartir más abrazos, por no ser parte de la manada.  Y yo, sólo puedo consolarla diciéndole: Ya chiquita, trataré de hacer lo mejor para ti.
Espero lograrlo.


viernes, 3 de septiembre de 2010

Pasos, pedales y perros

Los paseos en el recorrido de Pasos y Pedales, se han vuelto parte de cada domingo desde que el recorrido fue programado.  Nosotros también asistimos al principio y por supuesto, los perros eran los más emocionados. 

Lo más normal era salir de casa con las tres perras muy bien peinadas (para que salieran coquetas), collares limpios y no faltaban las correas, pero ante todo, bolsitas para las heces.
Con las semanas se observaban cada vez más personas con sus canes y así mismo el descuido se hizo presente.   Con sorpresa aprendimos que no todos llevaban bolsa, y el paseo se convirtió, de una caminata tranquila a un paseo minado.  Cuidábamos nuestros pasos, los pasos de los perros y tratábamos de esquivar con la mayor distancia posible los deshechos, para evitarles a las nuestras, la tentación de olfatearlos o que los pisaran.
Volantes comenzaron a circular, para educar a las personas sobre basura y demás; desde entonces creo que sí aminoró la suciedad.  No sé cómo está ahora, tenemos meses de no ir.

Un detalle que sí ha quedado como tradición a estos paseos dominicales son los perros perdidos.
Sé de ellos seguido, por anuncios en carteleras de supermercados y cuando me cuentan amigos.   Perros de raza y sin raza, de todos tamaños, son buscados por sus “dueños” desesperados.  Hay información en e-mails circulantes, en la página Web de AMA, Facebook y no me extrañaría que también en Twitter.
¡Que triste!  un día de tranquilidad familiar convertido en semanas de angustia, o en un imprevisto para siempre adiós, por no utilizar una correa.
Sin importar lo entrenado que esté un perro, siempre estará la posibilidad de que salga corriendo: sociabilidad, curiosidad, miedo.  
Si personas se pierden, cómo no le puede pasar a un perro.

Este domingo al salir con su peludo amigo (el perro, no el humano) lleve un par de bolsas y: ¡No se arriesgue!  Vista a su perro con correa, hay de varios largos y estilos, con seguridad encontrará alguna que lo  haga ver a la última moda.
Y disfrute su paseo.