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viernes, 13 de septiembre de 2013

Decisiones humanas y escapes caninos




Esta semana cometí una imprudencia, idiotez, irresponsabilidad; como deseen llamarle, es aceptable.   
Llevé a Nova a una revisión, ella ha estado con la presión arterial alta, sin  embargo ningún examen demuestra que sea una consecuencia secundaria de otro mal.  Por eso quería asegurarme de que no necesitara rayos X o un electrocardiograma, lo cual dependía de cómo estuviera su examen físico. Ella estaba muy agitada en la clínica,  y la doctora no lograba escuchar con claridad el corazón, por eso me sugirió que caminara con Nova para que se tranquilizara, y en unos minutos volvería a examinarla.  La clínica está dentro de una tienda de concentrado y juguetes para mascotas, entonces dejé que Nova tomara el camino que deseaba y que investigara a su gusto.  

En esta tienda es usual que los perros anden sueltos cuando la familia lo permite porque están seguros de que no escaparán.  Por eso tomé la decisión de soltarla para que no jaloneara y se sintiera cómoda para cuando la revisaran.  Nova jamás se ha alejado de mi, con o sin correa y siempre atiende de inmediato a mi llamado, pero el jamás y el siempre cambian inesperadamente y aunque no  estábamos ni cerca de la puerta se escapó a gran velocidad.   Corrí atrás de ella llamándola, viendo lo cerca que estuvo de ser atropellada tres veces en el parqueo anexo por autos que retrocedían. 
Que nunca se corre a un perro, en parte es cierto, cuando uno observa que están jugando, que voltean a ver para esperarlo a uno y continuar la carrera en cuanto uno se acerca.   Pero Nova corrió despavorida, luego vi que se arrepintió pero sabía que lo que había hecho estaba mal y por ello volvió a correr alejándose.   Estaba cerca de salirse del parqueo para agarrar la calle, pero se paró confundida, indecisa de qué camino tomar.  Fue cuando la alcancé y le puse el collar, la cargué y cuando estábamos en la acera la coloqué en el suelo para que caminara a mi lado pero ella logró zafarse el collar y volvió a escapar, esta vez se detuvo a pocos metros y dejó que la agarrara sin poner resistencia. 

Entre tanto susto, le pregunté a la doctora si mejor me revisaba a mi, porque resultó que a Nova se le escuchaban sus latidos en excelente estado, en cambio yo sudaba, tenía poco aíre y sentía que el corazón se me salía.

Una pareja recibía en ese momento a sus perritos del servicio de grooming, a uno lo dejaron suelto y el esposo le dijo a su señora: mejor ponle la correa, no sea que salga corriendo. Fueron testigos de mi persecución y él no quería enfrentarse a una situación similar.  Ella le respondió: no, él jamás lo hace y siempre viene cuando lo llamo.  ¿Les parece esta frase conocida?

Nova ha ido antes ahí, siempre bajo mi cuidado y por eso sé que la tratan bien.  Nunca antes la había soltado (ni en sueños lo repetiré).  ¿Por qué decidió escapar y desobedecerme?   Sólo ella lo sabe.    Por un error de juicio mío, en la búsqueda de una respuesta para que esté sana estuve a punto de perderla por atropello.
 
Lean,  aprendan y eviten cometer mis errores.  Llega el momento en el que, el jamás termina y el siempre se detiene y por ello pasan accidentes que pudieron ser prevenidos. 

Siempre con cuidado, no bajen la guardia y no se confíen.

Hasta la próxima
Nova A.S.G.

sábado, 16 de octubre de 2010

La repuesta: Priscy y Montúfar

Esta semana me llegó un email con la pregunta: ¿Y que pasó con las perras? Priscy y Montúfar
Así que en lugar de desempolvar mi cerebro y pensar en el tema de hoy, contaré el resumen de las dos. Aunque ya había escrito el resultado de la perra pequeña, aquí va de nuevo.

A Priscy, la entregamos a la familia Lux.  Sus primeros días, me contaron, fueron difíciles. Estaba triste e incómoda de compartir su nuevo hogar con la perra que ellos ya tenían. Por lo mismo, con mi esposo pensamos que la tendríamos de regreso.  Estábamos dispuestos a quedárnosla, a pesar de los cinco que ya tenemos.  Muchas personas dicen: ‹‹Sí, yo me quedo con el perro.›› Luego del primer problema se arrepienten.  Este no fue el caso.   Escogimos a la familia correcta, ellos, incluyendo a la compañera canina, pusieron todo de su parte para que se acomodara.   
¡Lo lograron! Ahora la llaman Panchita y está feliz. Juega con los niños y con la otra perrita.   El tiempo de espera para que fuera reclamada expiró.   Nadie lo hizo, lo que me deja con la duda: ¿Por qué?   Estaba cuidada y era muy correcta en su comportamiento.   Sea como sea, ella está bien; tiene amor, alimento, refugio y compañía.
 
(Priscy antes y después del baño)

Con Montúfar, la situación fue un poco más complicada, por el tamaño y su salud.

Cuando la subimos al carro, no noté que sus facciones eran bonitas.  Sólo miraba lo flaca que estaba, hasta que mi esposo me enseñó las fotos con las que realizó los volantes, para la búsqueda del “dueño”.   Apareciera o no, nos habíamos responsabilizado por ella y por eso antes de operarla, tuvimos que subirla de peso.   Estaba desnutrida y sus pechos demostraban que había amamantado a muchos cachorros, con seguridad en todos sus periodos de celo.  
Por si tenía o para evitar que le diera anemia, el veterinario nos ordenó darle un medicamento durante una semana previo a la operación.  Aún así, su recuperación luego de la esterilización fue lenta.   Antibióticos, suero oral, sopas e Incaparina se le brindaron junto con caricias y ruegos para que comiera.   
Todo esto fue durante los días de mayor lluvia.  Así que estaba la preocupación de que la casa canina de invitados no sería suficiente resguardo, con grandes bolsas plásticas armamos un techo provisional sobre esta.  Todo salió bien.   La cubierta soportó y la perra recobró la salud.   

Pensé que la parte difícil había pasado: gastos y cuidados extras.   Pero cuando Montúfar se sintió bien fue cuando me dio más trabajo.   A ella le gusta hablar o sea ladrar.  No es una perra loca que se quede ladrando todo el tiempo. Lo hace para dirigirse a uno, para responder cuando uno la mima y para expresar que está aburrida.   Y por supuesto su tamaño requería más atención.  Acostumbrada a vagar, necesitaba mucho espacio para ejercitarse.   Ya le había encontrado hogar y en cuanto se repuso, la llevamos.   Empezaba a ponerse tensa, agresiva por el confinamiento.   Estaba enérgica por la alimentación y aquí en casa, no había donde diera rienda suelta a sus juegos.

En la casa en donde está tiene espacio, pero todavía tiene la necesidad de correr.  Se le escapó al señor pocos días después que la llevamos.   La dimos por perdida porque se supo que alguien la agarró y no la devolvió de inmediato.  Nos dolió mucho pensar que luego de lo que le ha tocado vivir, terminaría encadenada y descuidada.   Recé por ella, no podía hacer más.  
La entregaron unos días después, el rumor en el pueblo de la perra perdida y el enojo de quien la perdió se agrandó y para evitar problemas, la devolvieron.

Hoy hablé con el señor, me contó que la perra escapó de nuevo.  —Me la volvió a hacer —me dijo— pero como ya saben quién es, rapidito la encontré.  Ya di por caminarla. Con dos kilómetros diarios la canso. Pero no me importa, es linda la perra —expresó por teléfono, con voz de rendición.   
Sé que no es descuido porque Montúfar es impulsiva y engañosa, trató de hacerlo aquí.  Espero que se calme, para que no sufra un percance.

Hasta aquí el resultado de estas dos canes especiales.   Mi esposo y yo hemos apenas colaborado con un granito de arena.    Y como lo escribí con anterioridad, extraño a las dos: La dulzura de la que para mi será siempre Priscy y a Montúfar con su voz ronca, exigiendo correr mientras su cola latigueaba mis piernas.

 (El primer día y el día que iba para su nuevo hogar)